Así se ha fundido el hielo de los glaciares del Pirineo en el último siglo

La década de los 80 marcó un punto de inflexión, pero las olas de calor de los últimos años han acelerado el retroceso. "No podemos predecir el final", afirman los expertos.

La evolución de los glaciares de Aneto y Monte Perdido.
La evolución de los glaciares de Aneto y Monte Perdido.
Víctor Meneses

Hace años que los glaciares del Pirineo son objeto de malas noticias. La última, la confirmación de la rotura del cuerpo inferior de Monte Perdido en dos fragmentos. Los hielos perpetuos retroceden imparables y ya nadie duda de su pronta extinción. La única incógnita por despejar es el cuándo. 

Pero, ¿cuál es el punto de inflexión que marcó el declive? Ánchel Belmonte, coordinador científico del Geoparque Sobrarbe-Pirineos, da respuesta a la pregunta: "La década de los 80 marcó el paso de un calentamiento paulatino a que las temperaturas se dispararan y eso tuviera un reflejo en la extensión y espesor del hielo. En esta última década, los glaciares ya son tan pequeños que los cambios son más visibles". 

Los resultados de la última campaña científica constatan pérdidas tan impactantes en 2023 como en 2022 por las olas de calor.

Uno de los últimos en desaparecer fue el de La Paúl, en el macizo del Posets, pero antes hubo otros: el de Coronas, en la cara sur del Aneto, Posets, Frondellas o Marboré. En 1850 había 52 con una superficie de más de 2.000 hectáreas y en 2008 solo quedaban 22 con 310 hectáreas. El estudio más reciente, titulado ‘Hacia una montaña libre de hielo: los cambios en los glaciares pirenaicos entre 2011-2020’, liderado por los investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología Ixeia Vidaller y Jesús Revuelto, constataba mediante el vuelo con drones que ya solo quedan 21 cuerpos y la superficie se ha reducido a 229,2 ha. 

En los últimos 30 o 40 años, señala Ánchel Belmonte, para observar modificaciones sustanciales en el Aneto, Monte Perdido o Maladeta, los de mayor superficie del Pirineo aragonés, había que comparar fotografías con años de diferencia. "Ahora de un año para otro los cambios son muy evidentes".       

En algunas masas de hielo "acantonadas en las zonas más protegidas de sus circos", quizá no se vea tanto, ya que apenas hay margen para disminuir. "Pero en las más importantes, las que tenían más que perder, los desgajamientos y las reducciones de superficie y espesor han sido muy espectaculares en estos últimos años, en los que se han batido todos los récords de temperaturas desde que hay un registro instrumental", indica el científico. 

Así se ha deteriorado el glaciar de Monte Perdido (1895-2023)

Así se ha deteriorado el glaciar del Aneto (1876-2020)

Así se ha deteriorado el glaciar de la Maladeta (1994-2022)

El hecho de que los glaciares se hayan ido fragmentando, como se acaba de conocer respecto a la masa inferior de Monte Perdido, no hace sino acelerar la fusión. "El glaciar se nutre de la nieve capaz de aguantar sin fundirse durante el verano. Cuanto más pequeña es el área menos nieve puede nutrirlo convirtiéndose en hielo. La fusión en los pequeños es muy intensa, reciben más radiación de la roca que les rodea y les afecta de una manera más drástica", explica. 

Las partes desgajadas de los cuerpos principales se encaminan a convertirse en heleros, como la zona superior y la inferior occidental de Monte Perdido. Ocurre también con los fragmentos de la Maladeta y del Aneto. Aquí, describe el coordinador científico del Geoparque, "ha quedado un cuerpo principal, el más alejado del pico, todavía con un tamaño apreciable y con dinámica glaciar, pero otros son muy pequeños, en pendientes muy empinadas, lo que imposibilita la acumulación de nieve para que se trasforme en hielo, con lo cual su futuro es inviable". 

Sobre el debate de la fecha de la extinción, Belmonte apunta a que es precisamente una de las principales incertidumbres. "No podemos predecir cuándo va a ser el final. Entiendo que es una pregunta que puede suscitar mucha curiosidad pero honestamente no podemos dar una respuesta precisa porque no sabemos las características concretas del clima en los próximos años". 

La tendencia de 2022 y 2023 acortaría su vida. Por contra, inviernos como el de 2012-2013, la alargarían. "Los últimos años han sido inesperadamente cálidos. La realidad ha superado las predicciones hechas por los modelos. Jugar con esas cifras tienen mucho de elucubración", dice el experto.  

 

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