El viaje de 180 km de 3.500 ovejas hasta sus cuarteles de verano en Formigal

"Lo peor es la carretera", dice Carlos Gistau, uno de los pocos ganaderos trashumantes que se trasladan desde el llano a la montaña en busca de pastos.

El rebaño a su paso por una de las carreteras en el viaje desde Castejón del Puente hasta Formigal.
El rebaño a su paso por una de las carreteras en el viaje desde Castejón del Puente hasta Formigal.
Carlos Gistau

Las montañas de Formigal, esas que habitualmente pueblan los esquiadores entre los meses de noviembre y abril, son desde este miércoles la morada de verano para un rebaño de 3.500 ovejas que ha atravesado caminos, pueblos y carreteras en una larga ruta trashumante. Su paso por estos prados ayudará a regenerar la cubierta vegetal que a partir del otoño se cubrirá de nieve para transformarse en un centro turístico invernal.  

El viaje del ganado ha concluido este mediodía después de recorrer unos 180 kilómetros repartidos en 11 días de ruta. El rebaño está capitaneado por Carlos Gistau, de Castejón del Puente, donde, en verano, los campos están sembrados de cultivos de regadío y es necesario buscar un sustento alternativo para las reses. 

Un recorrido que les lleva desde Castejón del Puente a los montes de Formigal

Este ganadero lleva 10 años desplazándose a los pastos de Formigal (Sallent de Gállego). "Así como voy subiendo voy recogiendo otros rebaños. En total somos seis, de Fiscal, Tierrantona, Sodeto... Y luego me pasaré allí todo el verano", cuenta al concluir el décimo día de su viaje. La última noche las ovejas pernoctaron en Saqués, ya cerca de su destino, después de cruzar el valle de Tena despertando la curiosidad de los habitantes de algunas de las localidades por las que atravesaban. 

"Hay días que hemos hecho hasta 20 o 23 kilómetros, vamos por los caminos de la cabañera, pero a veces también tenemos que pasar por la carretera, esto es lo peor", reconoce. En el viaje lo acompañan su hijo y su hermano y se va incorporando alguna otra gente para echar una mano. "Me quedaré allí a cuidarlas, es duro, pero hay que hacerlo", dice. El oso se ha convertido en los últimos años en una de las amenazas. "Hace tres años tuvo un percance, se despeñaron 45 en la zona de Tres Hombres y aparecieron rastros de un oso".

Otros ganaderos cómo él también han emprendido viaje o están preparando la ruta trashumante. Este es el caso de José Luis Castell, de Arén, que por San Juan (24 de junio) trasladará más de 1.500 reses a Barruera (en el valle catalán de Bohí) y por San Pedro (29 de junio) otras 2.000 a Santoréns (Sopeira). "Alguna vez he ido con 6.000 ovejas al valle de Arán. Las llevamos entre cuatro o cinco personas que saben lo que tienen entre manos. No es fácil, hay que estar muy vigilante", cuenta, recordando que en el pasado llegaban a atravesar el antiguo túnel de Viella, cerrado para la ocasión. 

"Ahora casi no hay trashumancia", lamenta Castell, ha ido desapareciendo conforme mermaba la cabaña ganadera y ante las dificultades planteadas por los controles sanitarios. "En la zona del Isábena y el Noguera-Ribagorzana llegábamos a subir entre 30.000 y 40.000 ovejas al valle de Arán, con rebaños que venían de Binéfar, de Sariñena... Pero nos topamos con la administración y en 24 horas se acabó por la brucelosis". Critica además el abandono de las cabañeras. "No se preocupan de limpiarlas. El año pasado nos las vimos y nos las deseamos para pasar por una en Bonansa, y eso que llevamos chotos y nos hacen de guías", apostilla, pensando ya en que en unos días le tocará emprender la marcha.  

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