¿A qué suena Ordesa? El cambio climático se escucha en el Parque Nacional

El espacio protegido tiene un paisaje que se ve y una banda sonora que se oye. Científicos del IPE han ideado un observatorio acústico en este parque del Pirineo aragonés, el segundo del país donde más se invierte en investigación.

José Joaquín Lahoz colocando sensores (en la parte de arriba de la imagen) en un hayedo del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
José Joaquín Lahoz colocando sensores (en la parte de arriba de la imagen) en un hayedo del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Gurutzeta Guillera Arroita

¿A qué suena Ordesa? ¿Qué se oye en los hayedos y los abetales? ¿Cómo y cuándo ‘hablan’ los animales? El Parque Nacional tiene su propia banda sonora con una orquesta cuyos instrumentos musicales son las hojas, los insectos, los anfibios... Investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) se han empeñado en captar la música de la naturaleza a través del proyecto ‘Bioacustic’, un observatorio acústico que pretende escuchar los efectos del cambio climático en el principal parque nacional de alta montaña del país. 

José Joaquín Lahoz y Begoña García obtuvieron una ayuda de la Fundación BBVA de 120.000 euros en 2022 para poder desarrollar su investigación a lo largo de dos años. Partiendo de la idea de que muchas especies producen sonidos, es esperable que los cambios en su hábitat se reflejen en transformaciones en el paisaje acústico. Un novedoso método de detección temprana de los efectos del calentamiento global en la biodiversidad. Para ello han desplegado una red experimental de sensores, un nuevo sistema de monitorización ambiental que permitirá detectar de forma temprana invasiones biológicas, pérdida de insectos polinizadores, etcétera.

José Joaquín Lahoz, el investigador principal, tiene una sorprendente trayectoria profesional que conecta su pasión por la biología con su formación como ingeniero de Telecomunicaciones. Su observatorio acústico es solo uno de los muchos estudios que utilizan Ordesa como laboratorio. El interés por el gran parque de los Pirineos ha hecho que sea el segundo de España en número de proyectos y en inversión destinada a la investigación. El cambio climático se ha acelerado y es perentorio disponer de todos los registros. Como ha dicho en alguna ocasión su directora, Elena Villagrasa, "día que pasa que no tomamos un dato es información que perdemos".

Los investigadores José Joaquin Lahoz y Begoña García.
Los investigadores José Joaquin Lahoz y Begoña García.
Carlos Oyarzabal

En Ordesa se han llevado a cabo en las dos últimas décadas 52 proyectos de investigación financiados por el Organismo Autónomo Parques Nacionales. Esa cifra representa solo una parte de todos los estudios que se realizan con dinero de distintas instituciones y fundaciones privadas. Solo en 2022, la dirección del espacio protegido concedió más de 40 autorizaciones para desarrollar estudios.

De ‘teleco’ a ecólogo

Uno de los que más llama la atención, por su innovador método, es el proyecto ‘Bioacustic’, el observatorio acústico del cambio climático, liderado por José Joaquín Lahoz Monfort. Este investigador aragonés tiene un "exótico" recorrido vital. Se licenció en Ingeniería de Telecomunicaciones en Zaragoza y al acabar emigró a Finlandia para trabajar en Nokia, donde estuvo nueve años. Su afición personal, "de siempre", por la naturaleza le motivó a estudiar por las tardes asignaturas sueltas de Biología en una universidad local. De acuerdo con su pareja, de similar trayectoria, decidió dejar atrás Finlandia y las ‘telecos’ para cursar un máster de conservación de la biodiversidad en Inglaterra y poner fin a su etapa como ingeniero.

Lo que empezó como una afición se convirtió en una profesión tras doctorarse en Estadística aplicada a la Ecología. "Los profesores nos animaron, decían que la gente que sabía de números como nosotros hacía falta en los estudios científicos de la naturaleza", cuenta Lahoz, que con el título de doctor bajo el brazo partió a Australia para trabajar como investigador y profesor de Ecología. Hasta que hace un año y medio consiguió una plaza en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español, concretamente en el Instituto Pirenaico de Ecología, y regresó.

Sensores instalados en los árboles.
Sensores instalados en los árboles.
José Joaquín Lahoz

"Mi investigación se ha centrado sobre todo en métodos estadísticos y tecnología para entender y estudiar especies animales y plantas", cuenta. En los Pirineos replicó procedimientos ensayados en las selvas tropicales y los desiertos australianos a través de drones, acústica, imágenes térmicas... Pero le faltaba la financiación que le permitiera hacer el trabajo de campo. La oportunidad se la dio la convocatoria de ayudas de la Fundación BBVA.

A este se sumó otro proyecto, a través de las subvenciones del Organismo Autónomo Parques Nacionales, para extender la idea de los observatorios de cambio ecosistémico a cinco espacios de montaña en la península ibérica y Canarias: Sierra Nevada, Sierra de las Nieves, Guadarrama, Garajonay y Ordesa. "Esto nos permitirá también hacer comparativas, porque Ordesa es muy diferente a Sierra Nevada o a un parque de las Canarias, donde nunca hay nieve". En este programa no solo se investiga el paisaje acústico, también el paisaje térmico, es decir, cómo las plantas pueden aprovechar pequeñas modificaciones de temperatura de la orografía para sobrevivir.

El proyecto específico de Ordesa es más experimental, afirma. La posibilidad de cubrir un paisaje tan extenso con aparatos de grabación la dio el abaratamiento de los equipos. "Los sensores de acústica son grabadoras que puedes dejar agarradas a un árbol o a un poste durante meses. Solían valer unos 1.000 euros cada uno y solo nos podíamos permitir unos pocos. Hace cinco años sacaron un nuevo producto más barato, de unos 100 euros, que nos posibilitó poner muchos más. Ahora, de repente, tenemos capacidad técnica de cubrir Ordesa, diferentes hábitats, a distintas alturas".

20 sensores acústicos

En julio de 2022 comenzó, junto a la otra investigadora, Begoña García, la instalación de sensores acústicos en el parque del Pirineo. Estos se activan un minuto de cada 10, día y noche, todo el año. No estudian especies concretas sino el paisaje. "En vez de escuchar un ave o un tipo de rana y tener que buscar en las grabaciones cuándo canta, lo que hacemos es estudiar la banda sonora entera, lo que dice toda la orquesta, no un solo instrumento", explica. "Es una idea relativamente nueva, y aplicada en un sitio como Ordesa, un parque icónico, de gran biodiversidad y muy sensible al cambio climático".

El proyecto arrancó con la instalación de 10 sensores. El número se amplió a 20 y al acabar la temporada invernal, cuando se retire la nieve, aumentará la cifra para ir cubriendo distintos hábitats.

Pero, ¿cómo se seleccionan los puntos de grabación? El primer criterio es alejarlos de la gente para escapar del ruido de los humanos. En este sentido, ha habido que salirse de los caminos, evitando además la posible invasión de la privacidad de los excursionistas.

Preparativos para colocar los dispositivos en un abetal.
Preparativos para colocar los dispositivos en un abetal.
José Joaquín Lahoz

"El parque es muy variado, hay bosques de pino negro, de pino silvestre, hayedos y abetales, partes más mediterráneas, más soleadas, pastos de alta montaña... No sabemos dónde se puede detectar una señal acústica de alarma. No dependes de que a la especie a la que le afecte un cambio haga ruido. Los ecosistemas están conectados, si le afecta a los anfibios o a los insectos, es fácil que ese impacto se propague", detalla. Para él, un ejemplo muy ilustrativo es el del canario utilizado en las minas para detectar gases nocivos. "Se trata de una señal de alarma acústica para saber si el bosque en su conjunto ha empezado a sonar diferente".

¿A qué suena ordesa?

A la pregunta de ¿a qué suena Ordesa?, el investigador responde: "Depende a qué hora y cuándo". "Es una de las respuestas más difíciles. Hay una gran variedad de ritmos acústicos: el día y la noche, el canto de las aves al principio de la mañana, el sonido de los insectos, los grillos... Luego, la primavera es distinta del verano o el invierno. Hay unos ritmos diarios, estacionales o anuales muy fuertes, pero son normales. Lo difícil es establecer un sistema que nos diga si algo se desvía de esa normalidad. Por eso la idea es grabar un año entero para saber lo que es normal, a qué suena Ordesa de normal, con toda su variación, y lo que se sale de esos ritmos. Ese es el desafío de este proyecto", señala Lahoz.

¿Hablan solo los animales o también habla el paisaje? "En los bosques del Pirineo oímos anfibios, insectos como los saltamontes y grillos, y las aves, porque los mamíferos son menos abundantes, pero incluso las hojas de los árboles suenan". Igualmente mirará debajo del agua, porque aunque no lo parezca, los peces también hacen ruido. "Se puede detectar su sonido, se ha hecho en las barreras de coral y vamos a probar en el contexto del Pirineo", dice el científico.

Colocando sensores en un hayedo-abetal.
Colocando sensores en un hayedo-abetal.
José Joaquín Lahoz

Su proyecto utiliza las matemáticas para filtrar la variación. Al final, aclara, se conseguirá un disco duro lleno de grabaciones que es imposible escuchar y que gracias a los cálculos matemáticos se podrán resumir. Los números indicarán cómo de lleno estaba el espectro acústico de un lugar o su variación.

El estudio pretende detectar señales de alarma temprana, cuya causa habrá que investigar luego. "Buscamos a través del paisaje sonoro señales más sutiles de cambio", manifiesta. El rastro del fuego en un bosque se observa a simple vista, pero no el efecto del aumento de temperatura, que lleva por ejemplo a algunos insectos a preferir mayores altitudes, "y detrás de ellos van las aves, de repente empiezas a escucharlas más a menudo en lugares más altos". Se pone así en marcha otro de los sentidos, no solo la vista sino el oído.

Las señales de alarma

La idea de los paisajes sonoros se ha probado en otros rincones del planeta. La diferencia del proyecto de Ordesa es que hasta ahora se ha buscado siempre un contraste: un bosque tropical con y sin una tala ilegal de madera. "Escucho los dos y percibo los cambios en el ecosistema. Esto sí que se ha hecho, contrastar un tipo de bosque con otro, un lugar con una acción humana y sin ella. En Ordesa no hay contraste porque no podemos observar el estado futuro". Se detectan pues los datos de la normalidad para que cuando algo se escape de ella, se dé la señal de alarma.

Una de las razones de trabajar en el Parque de Ordesa y Monte Perdido es la abundancia de observaciones históricas de animales o sensores de temperaturas. "Hay gran cantidad de capas de datos a la que nosotros añadimos la acústica. Si alguien quiere en el futuro localizar los sonidos del urogallo, ahí quedarán. Es una gran biblioteca de referencia". Porque la idea es darle continuidad, que sea un observatorio permanente.

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