El Pirineo registró en febrero una acumulación de polvo sahariano sin precedentes

El fenómeno depositó hasta 33 gramos por metro cuadrado en el valle de Benasque, donde se produjeron las denominadas "lluvias de barro". Investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología califican este evento como
"extraordinario".

Imagen de Llanos del Hospital, en el valle de Benasque.
Imagen de Llanos del Hospital, en el valle de Benasque.
Chemary Carrera

El pasado mes de febrero, la Península Ibérica recibió una sucesión de oleadas de polvo sahariano que tiñeron el paisaje de color rojizo. Se trató de un evento singular y muy intenso que elevó las concentraciones de aerosoles en al aire de manera significativa en todo el este de la Península y las islas Baleares. Unos meses después, gracias al proyecto POSAHPI, investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología (IPECSIC) han podido medir la magnitud y distribución geográfica del polvo depositado en los eventos de febrero y marzo.

Los resultados muestran que el Pirineo aragonés aparece como una de las zonas más afectadas, con registros de entre 16 y 33 gramos de polvo por metro cuadrado en el valle de Benasque, 17 g/m2 en Astún, 12 g/m2 en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, entre 8 y 9 g/m2 en Ena y Almudévar, 7 g/m2 en Zaragoza, y valores entre 2 y 5 g/m2 en el Pirineo navarro, Cataluña y Baleares. En total, solo este episodio ha supuesto más del 80% de polvo depositado en toda la Península durante 2021. Para los investigadores, se trata “de un fenómeno extraordinario del que no constan precedentes cercanos” y cuyas consecuencias están pendientes de evaluación, aunque la fusión acelerada de la nieve podría ser la más inmediata.

Imagen de Llanos del Hospital tras la acumulación de polvo sahariano.
Imagen de Llanos del Hospital tras la acumulación de polvo sahariano.
Chemary Carrera

El polvo sahariano es un tipo de aerosol de origen natural que no se debe confundir con la arena. Es polvo mineral que procede del norte de África cuyas partículas son de tamaño mucho más pequeño. Los procesos de emisión de estas partículas son más o menos complejos, y se producen desde la microescala (por ejemplo, a partir de pequeños torbellinos de polvo) hasta la macroescala (afectando a extensiones de centenares a miles de kilómetros cuadrados).

Según explica Jorge Pey, investigador ARAID en el Instituto Pirenaico de Ecología y líder del proyecto POSHAPHI, “en España tenemos polvo sahariano en nuestra atmósfera muchos más días al año de lo que nos pensamos. Cada vez que una masa de aire cálido nos visita, viene acompañada por una cantidad mayor o menor de partículas de este tipo”. Así, las regiones del sur de la Península Ibérica o las islas Canarias se ven afectadas por estas masas de aire con mucha mayor frecuencia que las zonas del norte.

“Hablamos de entre un 30% y un 40% de días del año en las zonas con mayor incidencia, y entre un 8% y un 10% en las zonas menos afectadas”, concreta Pey. En general, cada vez que la península recibe una masa de aire que contiene polvo sahariano, este permanece en el aire unos tres o cuatro días, tras los cuales una nueva masa de aire que reemplaza a la anterior limpia la atmósfera de este tipo de aerosol. En algunas ocasiones, la simultaneidad de polvo sahariano y precipitaciones provoca las famosas “lluvias de barro” o “lluvias de sangre” que el pasado invierno dejaron estampas cuando menos llamativas sobre la nieve del Pirineo.

Imagen de Llanos del Hospital tras la acumulación de polvo sahariano.
Imagen de Llanos del Hospital tras la acumulación de polvo sahariano.
Chemary Carrera

“La geografía de nuestro país es tan singular que favorece un fenómeno curioso”, comenta Pey. “La zona que registra mayores tasas de deposición de polvo sahariano es una de las zonas en las que la frecuencia de oleadas de polvo es menor: los Pirineos. Esta cordillera, con picos de más de 3.000 metros de altura, actúa como una barrera natural que favorece el lavado de la atmósfera en ambos lados", comenta. "En su vertiente sur se lava de contaminantes emitidos o transportados desde el sur, como por ejemplo el polvo sahariano; en su vertiente norte ocurre lo mismo pero con contaminantes que proceden del norte, en su mayoría generados por el ser humano. Al final, lo que ocurre es el llamado “efecto Foehn”, que favorece las precipitaciones en la vertiente a barlovento, magnificando los procesos de deposición de aerosoles”, concluye Pey.

El proyecto DONAIRE, que coordina una red encargada de la monitorización reciente del polvo, ha mostrado que en zonas de Andalucía muy próximas a las áreas donde se genera el polvo sahariano la deposición anual alcanza los 5 o 6 g/m2, mientras que en zonas como el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido los valores suben a 8 o 9 g/m2. Según los investigadores, estas altas tasas en la zona pirenaica se deben al impacto de uno o dos episodios de corta duración pero de gran magnitud, mientras que en el extremo sur de la Península el proceso de deposición normalmente es mucho más continuado y menos severo. Del mismo modo, estos episodios están fuertemente correlacionados con la cantidad de precipitación, ya que menores precipitaciones implican menores tasas de deposición de polvo sahariano.

El proyecto POSAHPI (Polvo Sahariano en la Península ibérica y en las islas Baleares) realiza un estudio detallado de la incidencia del polvo sahariano en el dominio Iberia-Baleares en los últimos 10.000 años. POSAHPI pretende conocer qué ha ocurrido en épocas pasadas para poder vaticinar los escenarios más probables en las próximas décadas teniendo en cuenta el contexto de variabilidad climática en el que nos encontramos inmersos.

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