Pastelería Ortiz cierra después de 102 años de dulces y glorias en el centro de Huesca

El establecimiento era uno de los más emblemáticos de los Porches de Galicia, en pleno centro de la capital oscense, aunque el local originario y donde se mantiene el obrador estaba el Coso Alto.

La ciudad de Huesca en general y los Porches de Galicia en particular han perdido uno de sus establecimientos más emblemáticos: Pastelería Ortiz. Fundada en 1919 y siempre en manos de la misma familia, el negocio ha echado la persiana este domingo 23 de mayo. Se acabó mirar la repostería tras el cristal, la música de la atracción infantil de la puerta, las coronas de San Vicente y las glorias, las delicadas rosquillas bañadas en yema y azúcar marca de la casa.

Ana Ortiz, propietaria y pastelera, ha meditado la decisión durante muchos meses. No ha sido fácil porque la historia de la pastelería es la de cuatro generaciones. Las restricciones de movilidad por la pandemia, que ha dejado a la ciudad sin turismo durante más de un año, han sido la gota que ha colmado un cúmulo de circunstancias entre las cuales se cuentan la peatonalización del centro y el incremento de los impuestos para los autónomos.

"Nosotros siempre hemos trabajado mucho con el turismo que venía a Huesca y ahora no hay nadadebido a,las restricciones de la pandemia"

"Nosotros siempre hemos trabajado mucho con el turismo y ahora no hay nada", explica Ana Ortiz, apuntando que "hemos seguido vendiendo a los clientes de siempre, pero dependíamos de las dos cosas". "Teníamos más gastos y menos ingresos y era muy complicado", añade. Según dice, también les había afectado "un poco" la peatonalización porque muchos de sus clientes venían de la comarca de la Hoya de Huesca. "Antes se entraba al centro con mucha facilidad pero al no poder acceder con coche, mucha gente dejó de venir y con esta crisis sanitaria todo se ha agravado", comenta.

Pastelería Ortiz no se ha incorporado al comercio 'online'. "Hablamos de lanzarnos, pero nos parecía complicado", explica la dueña del negocio. Señala que hay empresas del sector que lo hacen, "pero es necesario tener un infraestructura y pensamos que era dificultoso  meternos en ese embolado para el negocio tan pequeño que era", apunta. 

El cierre apenas se ha difundido. La propietaria prefirió no colgar un cartel anunciándolo. "Hubiese estado todo el día llorando porque para mí ha sido muy duro. Se lo hemos ido diciendo a los clientes y a todos les ha dado mucha pena porque han sido muchos años", apunta Ana Ortiz.

Pastelería Ortiz llegó a los Porches hace unos 60 años.
Pastelería Ortiz llegó a los Porches hace unos 60 años.
Pablo Segura

La pastelería abrió en los Porches de Galicia hace unos 60 años. Aquí se trasladó desde el Coso Alto, donde su bisabuelo Antonio cogió el traspaso de una panadería que se llamaba Artasona en la que además de hogazas se empezaron a elaborar pasteles. El hijo de este, Jesús, se preparó y se formó para innovar, lo mismo que el padre de Ana, también Jesús, y que ella misma. Ahí, en ese obrador,  se han elaborado hasta hace tres días, las creaciones de Ortiz. Con el paso de los años, a las glorias se sumaron las pastas de té, las castañas de mazapán, las coronas de San Vicente, las monas de Pascua y los sabores infinitos que seguirán en la memoria de los oscenses.

También formará parte de la retina colectiva la fachada de la pastelería, que está bajo Porches y hace esquina con la calle San Orencio. El escaparate también era doble y ahí, con montajes que combinaban los dulces, el chocolate, los muñecos y las estructuras imposibles, se anunciaban las fechas señaladas en la ciudad. Ana Ortiz, ayudada por su familia, recreaba escenas de las Fiestas de San Lorenzo o Semana Santa y, siempre por Navidad, el belén. El local es de su propiedad y a ella le gustaría traspasar el negocio. Reconoce que este es "un trabajo muy esclavo" pero al mismo tiempo asegura que "me ha gustado el oficio y toda mi vida será pastelera". 

Ana, que este lunes por la tarde servía los últimos encargos, creció entre la tienda de los Porches y el obrador del Coso Alto, donde ella ha trabajado hasta el último momento y en el que las primeras máquinas adquiridas por la familia conviven con las más modernas. De ellas y del talento pastelero de toda una saga han salido sabrosas creaciones de repostería. Algunas, como las pajaritas y las glorias "han viajado a todo el mundo". 

La nata que llegaba en el autobús de línea

Asegura que desconoce el origen de las deliciosas rosquillas glaseadas porque, probablemente, su abuelo ya las hacía cuando ella nació. Las glorias se mantuvieron pero las tartas de yema, las de mantequilla y las humildes monas de pascua con sus adornos de plumas y su huevo duro dieron paso a repostería más sofisticada. Los tiempos en los que los Ortiz iban a buscar la nata al autobús de línea, transportada en una 'lechereta' de un litro o dos quedaron atrás para dar paso a nuevas modas. "Cuando yo empecé a trabajar, mi padre me mandó al obrador de un amigo para que aprendiera a hacer figuras de chocolate, que hacía años que habían empezaban a pedirse", cuenta Ana. Ella trabajó muchos años con su padre, y cuando este se jubiló siguió adelante con su hermano Fernando. "Mientras estuvimos los dos fue más fácil..., pero ahora, al estar sola, me ha resultado muy duro seguir", dice. 

En el escaparate que daba a la calle San Orencio no había dulces sino platos de cerámica, figuras de cerámica o cristal y muñecas de las de antes. Eran recuerdos de Huesca, que los visitantes compraban y que poco a poco, cuando ya no era costumbre llevarse un 'souvenir'  se sustituyeron por llaveros, abanicos o bolígrafos. "Mi abuelos ya vendían regalos así; estábamos el centro y éramos los únicos que abríamos los domingos así que éramos una referencia para la gente que venía", cuenta Ana Ortiz. También lo han sido para todos los vecinos de Huesca que, de niños y de adultos, se han quedado a mirar las maravillas que brillaban tras los escaparates.  

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