Treinta años del alud más letal del Pirineo: "Oí como un trueno y gritos de 'avalancha'"

Un superviviente y un rescatador recuerdan la avalancha que costó la vida a nueve militares el 11 de marzo de 1991. Desde entonces la previsión de aludes ha mejorado.

12 días buscando bajo la nieve. Los primeros cinco cuerpos aparecieron el mismo 11 de marzo, pero hubo que esperar hasta el 22 para localizar bajo la nieve a los otros cuatro. El rescate movilizó a decenas de personas de la Guardia Civil, el Ejército, la Gendarmería francesa, los Bomberos catalanes y voluntarios de Protección Civil.
12 días buscando bajo la nieve. Los primeros cinco cuerpos aparecieron el mismo 11 de marzo, pero hubo que esperar hasta el 22 para localizar bajo la nieve a los otros cuatro. El rescate movilizó a decenas de personas de la Guardia Civil, el Ejército, la Gendarmería francesa, los Bomberos catalanes y voluntarios de Protección Civil.
Fernando Paules

"Oí como un trueno, gritaron ‘Avalancha, avalancha’, y la nieve empezó a caer. Veía que me alcanzaba, intentaba huir esquiando y al final me atrapó y me tiró al suelo. Empecé a nadar, dicen que es lo que hay que hacer. Eso me ayudó. Cuando paró, tuve la suerte de estar enterrado de cintura para abajo porque si no me habría asfixiado. Pude salir y empecé a buscar a mis compañeros. La Guardia Civil encontró cinco cadáveres, pero durante varios días seguimos buscando, haciendo túneles, excavando... El último cuerpo tardó en aparecer". Pedro Mendez, barcelonés, era entonces un soldado de reemplazo de 19 años cuando le tocó vivir el accidente más letal ocurrido en el Pirineo. 

Él es uno de los pocos supervivientes de la avalancha en la Tuca de Paderna, en el valle de Benasque, de la que el 11 de marzo se cumplen 30 años. Quería ser militar, y de hecho se apuntó a aquel curso de montaña como voluntario mientras hacía la mili en el ya desaparecido cuartel Alfonso I de Huesca, pero la experiencia del alud fue tan traumática que renunció. Sigue volviendo a Benasque y alguna vez ha asistido al homenaje que cada año se rinde a las víctimas en el memorial erigido en su honor cerca del lugar del accidente. Se repetirá el próximo jueves, aunque muy limitado por la pandemia.

Las imágenes, cedidas por la Guardia Civil, dan cuenta de la letalidad del alud que ocurrió en marzo de 1999.

La avalancha se llevó por delante las vidas del teniente Álvaro Fernández, el cabo primero Ricardo Dorado y los soldados de reemplazo Juan Antonio Pozuelo, José Luis Rodríguez, Joaquín Pérez, José García, Jorge Górriz, José Manuel Tallón y David Vives, la mayoría catalanes, aunque también había un navarro y un joven de Grañén. 

La mayor parte de los componentes del grupo de Méndez forman parte de esa lista, solo sobrevivieron él y dos compañeros. "Ya subíamos asustados, porque se veía el panorama complicado", recuerda. Habían dormido en el refugio militar de Cerler y a las cinco de la mañana la expedición, con casi un centenar de personas, partió para hacer la ascensión al pico del Alba, dentro de unas prácticas de movimiento en montaña. "Madrugamos porque había previsión de buen tiempo, calor, y eso no es bueno para la nieve. Había muchísima. Ya salimos preocupados".

Los mandos atisbaron el peligro, al observar las deficientes condiciones de la capa de la nieve, y decidieron darse la vuelta y hacer el descenso separados en grupos de entre 8 y 10 hombres. "El primero bajó bien, pero ya pilló al segundo, donde estábamos nosotros". Él cree que se salvó "porque cuando gritaron avalancha, no seguí a los demás, no sé por qué cambie de dirección, en vez de irme con ellos me fui para otro lado. Todo el volumen de nieve, como un embudo, fue hacia ellos". 

Pedro Méndez se acuerda de los bloques gigantes de nieve y de cómo rescataron con vida a Luis Recio tras estar 30 minutos sepultado. "No encontrábamos a nadie más. Luego llegó la Guardia Civil y enseguida sacó a los cinco primeros. Me derrumbé al ver las bolsas negras con los cadáveres. Entonces fui consciente de lo ocurrido. Días después seguíamos buscando, haciendo túneles, excavando...", cuenta.

"Cuando llegamos la imagen era desoladora"

Entre esos rescatadores estaba Miguel Domínguez, actualmente en la reserva y entonces miembro del Greim de Boltaña. "Cuando llegamos, la imagen era desoladora, brutal, ver esa avalancha tan grande, con un frente de nieve de 200 metros. Pensamos: 'Es imposible salir de aquí'. Los que se salvaron pudieron hacer una diagonal para salirse de la trayectoria del alud porque era gente formada, pero quedaron sepultados. Los sacaron sus compañeros porque vieron dónde se habían quedado".

En sus 42 años de trabajo como rescatador en el Pirineo nunca había visto un alud con tantas víctimas, aunque fue un invierno con mucha nieve y solo un mes antes seis esquiadores de travesía franceses quedaron atrapados por un alud cerca de Astún. Únicamente se salvaron dos protegidos tras una roca.

Benasque pidió apoyo a las unidades de la Guardia Civil de Montaña de Boltaña y Jaca. Se incorporó personal voluntario de Protección Civil, un helicóptero de los Bomberos de la Generalitat, la Gendarmería francesa y el Ejército, que cada día llevaba 30 o 40 militares de refresco. El primer día sacaron cinco cuerpos con ayuda de las sondas y de los perros, pero hasta el 22 de marzo, 12 días después, no se encontraron los dos últimos cadáveres. "La avalancha era de grandes dimensiones, tenía un frente de más de 200 metros y había mucho espesor de nieve. Existía un gran riesgo también para el personal que estábamos allí, hubo que trazar vías de escape, poner vigías para que nos avisaran de posibles desprendimientos y desde el helicóptero lanzaron algunos explosivos para tirar alguna cornisa. Nos movíamos entre 2.500 y 2.900 metros", explica Domínguez. 

Se hicieron incluso zanjas con unas cuadrículas para sondear los laterales, y un helicóptero Chinook del Ejército, bimotor, "nunca había visto ninguno", trasladó una máquina con una pala desde la estación de Candanchú. "Íbamos separando la nieve y en una de las paladas apareció el último cuerpo".

Para este veterano rescatador, el accidente fue producto de "la mala suerte". "Por muchos protocolos de seguridad que apliquemos el riesgo siempre está ahí. Y 200 metros de frente son muchos metros para salir de una lengua de nieve, en una ladera con tantos grados de inclinación, donde coge mucha velocidad. No hay escapatoria ni experiencia que valga".

Un alud de placa con bloques del tamaño de un coche

El profesor del área de Ingeniería Agroforestal de la Escuela Politécnica de Huesca, José Antonio Cuchí, coincide en que "tuvieron poco que hacer". "Los aludes de placa se caracterizan por romperse en bloques poliédricos, algunos del tamaño de una nevera o un coche y es muy difícil escapar". En su opinión, confluyeron varias circunstancias para convertirlo en tan mortífero: eran esquiadores de montaña sin defensa, un gran número de personas y en un sitio avalanchoso.

El capitán al mando de la expedición militar, Raúl Suevos, fue acusado de una falta de imprudencia por abocar a sus hombres a un riesgo innecesario al emprender la marcha pese al aviso de aludes. El juzgado de Boltaña lo condenó en dos ocasiones (la Audiencia de Huesca obligó a repetir el juicio) por una falta de imprudencia, pero el tribunal provincial lo acabó absolviendo, al restar importancia a la alerta genérica de Protección Civil y considerar que ni un experto montañero había podido detectar a priori que había una situación anormal de riesgo. Según el tribunal, allá donde exista una ladera nevada existe la posibilidad teórica de un movimiento mortal de la nieve. 

Según Cuchí, ahora la previsión meteorológica y de avalanchas es más precisa, "puedes saber el tiempo con bastante seguridad, incluso por macizos y por orientaciones", y se sabe más sobre el funcionamiento de los aludes. Un estudio firmado por él y por Emilio Leo, jefe de Protección Civil de la Subdelegación del Gobierno en Huesca, cifra en 81 los muertos desde 1953 en el Pirineo aragonés, cuando se empezaron a realizar registros oficiales de accidentes de este tipo. El último en 2018, un monitor de Formigal que esquiaba fuera de pistas.

Más de la mitad de las víctimas registradas a nivel nacional se han producido en el Alto Aragón. El profesor de la Politécnica lo explica por la acumulación de más nieve debido a la confluencia de tormentas con origen atlántico y mediterráneo, una topografía favorable, con montañas de gran altitud, y la elevada frecuentación del Pirineo. No obstante, precisa, ha cambiado el patrón de las nevadas y ahora las avalanchas, en general, son más pequeñas. "Nieva más al final del invierno y principio de primavera y la línea de nieve está a mayor altitud. Antes se situaba a la altura de Canfranc Estación y ahora más de 100 metros por encima". Circunstancias que también hacen que predominen los aludes de fusión, más que los de placa, como el de la Tuca de Paderna, con más energía y más rápidos, y por lo tanto más letales. 

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