El Parque Nacional de Ordesa, un laboratorio científico de 15.000 hectáreas

Este año se han autorizado 17 proyectos de investigación en el espacio protegido. El interés de los científicos está enfocado al cambio climático, porque trabajan a contrarreloj, pero también hay estudios sobre el topillo nival o las plantas carnívoras. 

Glaciar de Monte Perdido, sometido desde hace años a mediciones
Glaciar de Monte Perdido, sometido desde hace años a mediciones
Juan Ignacio López Moreno

El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido es algo más que un lugar de recreo. Su fauna, su hidrogeología, su masa forestal y su atmósfera esconden enigmas que los científicos quieren desvelar. Por ello se ha convertido en un gran laboratorio científico donde cada año se llevan a cabo numerosas investigaciones, entre las que destacan el seguimiento de sus aguas subterráneas o los estudios sobre el glaciar de Monte Perdido y la cuevas heladas. 

Los resultados resultan útiles para la ciencia pero también para la gestión del día a día en este espacio protegido de 15.000 hectáreas. "Queremos facilitar cualquier estudio de investigación, pero desde el punto de vista de la dirección los que más nos interesan son aquellos que nos dan información y nos ayudan en la toma de decisiones, por ejemplo, conocer cuántos días hiela en la Pradera de Ordesa. Valoramos su interés científico y también la aplicación a la gestión", explica la directora del Parque, Elena Villagrasa.

Este año se han autorizado 17 estudios. La mayor parte a cargo del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE). Uno de los más destacados, con una trayectoria de casi una década, es el seguimiento de la evolución del glaciar de Monte Perdido. El pasado 8 de octubre, se instaló a sus pies un campamento científico con 15 personas de diversos grupos de investigación, unos para estudiar la evolución de la masa de hielo y otros, el estado del cercano lago de Marboré en el marco del proyecto Replim sobre los ibones del Pirineo. Les acompañó el virólogo Antonio Alcamí, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid, quien recogió fragmentos de hielo en busca de virus en el glaciar.

"El IPE trabaja con nosotros de forma continuada", aclara Elena Villagrasa, que antes de ocupar la dirección estuvo al frente del área de Conservación, encargada de las investigaciones. Los autorizados en 2020 se refieren a estudios sobre coleópteros carábidos, topillo nival, seguimiento de animales en el límite del bosque de las Cutas (zona periférica), aerosoles atmosféricos e interacción planta-suelo en la productividad y la diversidad de ecosistemas pastorales.

Lo mismo ocurre con el Instituto Geológico y Minero de España y sus estudios sobre los recursos hídricos de los Pirineos en el contexto del cambio climático, dentro del proyecto Piragua. "Las dos instituciones son las principales y funcionan como asesores nuestros, colaborando en la formación, estamos en contacto permanente, hasta el punto de que la idea de rehabilitar el antiguo Parador de Ordesa como base científica surgió pensando en ellos", añade.

Pero hay más organismos públicos y privados. Otros impulsores de las investigaciones en curso son el Museo de Ciencias Naturales (sobre los anfibios en Parques Nacionales de Montaña), el Ministerio para la Transición Ecológica (evaluación de las alteraciones por el cambio climático), el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (vulnerabilidad de los bosques maduros frente al cambio climatico), la Universidad de Alicante (plantas carnívoras), la Universidad de Barcelona (biodiversidad oculta en turberas y caracterización de los excrementos y las bolas regurgitadas de quebrantahuesos) y la Universidad de Lérida (masificación y gestión sostenible en las cimas emblemáticas de España).

El Parque cuenta además con un programa de voluntariado. Su colaboración permite el seguimiento de datos sobre el cambio climático, los efectos de la actividad humana en los ecosistemas acuáticos, la eliminación de basura o la recogida de citas de lagartija pirenaica, a cargo de la Asociación de Ciencias Ambientales y la Asociación Herpetológica (estudio de reptiles y anfibios) Española.

Las últimas masas de hielo

Muchas de las investigaciones están relacionadas con el cambio climático, con las cuevas heladas y los glaciares, trabajos hechos casi a contrarreloj, porque "el día que no se toman datos es un día que se pierde, estamos haciendo el registro de la desaparición de todo lo que tiene que ver con el glaciarismo", señala Villagrasa. 

Ordesa las autoriza pero no financia las investigaciones, son los científicos quienes buscan los fondos. El Organismo Autónomo Parques Nacionales, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, sí tiene una línea de ayudas con una convocatoria cada dos años. A esta edición se han presentado 38 propuestas para Ordesa que la dirección debe informar de cara a la valoración final. "Nosotros les ayudamos en la logística, porteo de material, acceso a las pistas de uso restringido, alguna pernocta… pero la financiación la consiguen fuera", cuenta la directora. A finales de año se celebra una jornada científica (este 2020 será el 2 de diciembre) donde se exponen los resultados de los distintos trabajos.

Francisco Villaespesa es el actual jefe de equipo de Conservación. "La investigación es un eje fundamental dentro del Parque Nacional", afirma. "Ordesa es un laboratorio perfecto. Algunos estudios se pueden aplicar en el día a día porque nos dan directrices para ver si nuestro trabajo va en la línea correcta o no, pero también está el conocimiento por el conocimiento". El propio Parque realiza desde el año 2007 un seguimiento ecológico con la toma de datos de todo tipo que se ponen a disposición de los científicos para su análisis.

Una base científica en el antiguo Parador

Todo este trabajo se quiere concentrar en una base científica, "similar a la estación biológica de Doñana". El lugar pensado para ello es el antiguo Parador de Ordesa, donde estuvo el centro de interpretación, pero que se quedó vacío cuando este se instaló en la localidad de Torla, junto al aparcamiento. "El edificio ya existe, solo necesita un acondicionamiento", comenta Villaespesa. Permitiría alojar a los investigadores y a los participantes en los programas de voluntariado para tener una base de operaciones.

La remodelación del edificio, sin luz eléctrica y con solo un viejo generador, figuraba entre las múltiples propuestas de posibles inversiones del centenario del Parque Nacional. Sin embargo, los fondos no llegaron para invertir aquí. El Instituto Pirenaico de Ecología está empujando para que pronto sea una realidad y, a la espera de conseguir financiación, se querría reabrir en el 2021.

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