Los vecinos: "Cuando lo publique el BOE podremos pasar página"

Inés Dewulf y Gustavo Ortas, vecinos de Biscarrués y dueños de una empresa de aguas bravas en Murillo, respiran aliviados tras la sentencia del Supremo y el descarte del Ministerio. 

Gustavo e Inés con sus tres hijos y la madre de él, María Ángeles, junto al río en Biscarrués.
Gustavo e Inés con sus tres hijos y la madre de él, María Ángeles, junto al río en Biscarrués.
Pablo Segura

Vecinos de los municipios de la ribera del Gállego y regantes de Monegros tienen en común su lucha, a lo largo de generaciones, por aprovechar el agua. Los primeros la ven correr por el río, como garantía de sus prósperos negocios de aguas bravas, y los segundos por los canales, para regar los campos río abajo. Inés Dewulf no nació en ninguno de los dos lugares, ni siquiera en España, pero se sintió atraída por el territorio al que dan sombra los Mallos de Riglos y desde hace 20 años esta ha sido también su batalla. Llegó como turista para hacer rafting y se enamoró de un guía, Gustavo Ortas. Pasaron un tiempo en Francia, pero él echaba de menos su tierra y regresaron. 

"No nos acabamos de creer que el pantano ya no se vaya a hacer, todavía no lo hemos procesado. Llevamos tantos años...", comenta Inés, francesa, que pisó Biscarrués por primera vez en 2001, cuando estaba haciendo prácticas en la Universidad de Zaragoza como ingeniera. Su amor de verano a orillas del Gállego ya dura dos décadas. Hizo suya la lucha de Gustavo Ortas, natural de esa localidad, contra el pantano. "Tengo que verlo publicado en el Boletín Oficial del Estado. Entonces acabaré de creerlo e intentaremos pasar página", dice él.

A los 11 años ya iba a las manifestaciones con sus hermanos y su madre, María Ángeles Torralba, que ahora tiene 84. "Me he criado con una pancarta en las manos". El descarte llega justo cuando su hijo mayor cumple la misma edad. Además de en la calle, le tocó pelear en las instituciones. Gustavo ha estado en Bruselas y se ha entrevistado en Madrid con la actual ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, siendo esta secretaria de Estado. "Ahora podremos seguir trabajando sin esa espada de Damocles".

La pareja tiene un negocio de aguas bravas, Ur, en Murillo de Gállego y vive en Biscarrués. Ella está ahora de baja y él prepara la desescalada con las nuevas condiciones para las empresas de aventura. El proyecto de la presa les ha condicionado hasta el punto de tener que suscribir un seguro para garantizar la indemnización de sus trabajadores en caso de despido si el embalse acababa con el negocio turístico. 

Desde que en 1986 se concretó la alternativa que inundaba Erés, "la administración nos ha tenido abandonados", aseguran, a nivel de promoción turística o de carreteras. Mientras se arreglaban otros ejes, la A-136 de Ayerbe a Puente la Reina, a su paso por estos municipios, soportaba numerosas deficiencias. "No salía Murillo de Gállego en ningún folleto", se quejan, ni existía comunicación con la Confederación Hidrográfica del Ebro. "Se podía cortar el agua del río con 400 clientes esperando un 1 de agosto sin poder hacer rafting". 

Pese a la hipoteca del embalse, los pueblos crecieron por el turismo y se invirtió la pirámide de población. En Murillo, con 70 vecinos, hay 500 plazas de alojamiento. "Si vives con miedo, no vives. Nuestra lucha ha estado en demostrar que éramos una zona que crecía. Y confiábamos en las leyes europeas, porque veíamos difícil que en estos tiempos se llegara a hacer un pantano", comenta Inés, en alusión a la Directiva Marco del Agua, cuya infracción ha provocado la anulación judicial.  

Poco a poco, con Biscarrués ya judicializado, la situación ha cambiado. Aragón llevó a su expositor de Fitur un simulador de rafting, un gesto simbólico, "y la Confederación Hidrográfica nos ha ido facilitando las cosas en los últimos dos o tres años", reconocen. Mucho más significativo fue el acuerdo alcanzado el pasado verano con la CHE y los regantes del Bajo Gállego para, en un año de sequía, garantizar caudales a las aguas bravas con sueltas programadas desde el embalse de la Peña. 

Se dieron la mano y vieron que si bien había cosas que los separaban, también había otras que los unían. "Me di cuenta de que algunos no estaban por Biscarrués sino por buscar alternativas que no afectaran a las aguas bravas. Unos y otros vivimos del río y del medio rural y dependemos del tiempo, con años buenos y años malos". Ahora esperan reconducir la relación "con soluciones beneficiosas para todos". Y es que, como admite Inés, "nuestra actividad es posible porque hay pantanos en la cabecera del Gállego, no lo podemos negar, pero otra cosa es que los construyan en tu casa e inunden tu lugar de trabajo".

"No es unos contra otros. Los dos queremos riqueza para nuestro territorio", explica Gustavo, quien a causa del parón en su actividad decidió ir a trabajar un mes en la recolección de la fruta, concretamente a una finca de Zaidín, en una explotación de regadío. 

 

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