Los ecologistas cuestionan el informe preliminar de la muerte del oso Cachou  

Varias organizaciones ambientalistas sugieren un posible envenenamiento en lugar de la versión sobre el ataque de otro oso y la caída. Por su parte, los expertos recomiendan esperar al estudio toxicológico.

La imagen del cuerpo del oso que suscita los recelos de las entidades ecologistas.
La imagen del cuerpo del oso captada por los agentes rurales.
Agentes Rurales de Cataluña

La versión oficial sobre la muerte de Cachou, uno de los osos reintroducidos en el Pirineo, ha sido cuestionada por las organizaciones ecologistas, que sugieren un posible envenenamiento y critican algunos de los métodos aplicados por la propia administración para cambiar el comportamiento de este animal, muy depredador y al que se atribuyeron el año pasado numerosos ataques al ganado equino. 

Cachou fue encontrado muerto la semana pasada en Les (Lérida). El Consejo General del Valle de Arán dio a conocer el primer informe del servicio de Ecopatología de Fauna Salvaje de la Universidad Autónoma de Barcelona junto con el acta de recogida del cadáver de Cachou, según los cuales se verificaba "de manera preliminar" una agresión producida por otro oso y una caída de unos 40 metros por un terreno muy abrupto.  

Sin embargo, las organizaciones Ipcena-EdC, Seo Birdlife Cataluña, FAPAS y la Federación de Ecólogos de Cataluña han afirmado en una declaración conjunta que "no es creíble ni tiene ninguna base técnica" afirmar que el oso ha luchado con otro oso, fundamentalmente porque en cualquier enfrentamiento las principales agresiones se dirigen a la cabeza, que con las grandes garras y también los mordiscos, producen heridas en el rostro, orejas y morro, "que no es el caso, dado el buen estado del rostro en el momento de ser encontrado el cuerpo por los agentes rurales". 

Otra de las imágenes del cuerpo del animal donde se pueden ver las grandes garras.
Otra de las imágenes del cuerpo del animal donde se pueden ver las grandes garras.
Agentes Rurales de Cataluña

Respecto a la caída por una fuerte pendiente de unos 40 metros, con su peso, de unos 200 kilos, los golpes habrían producido fracturas en las extremidades y arañazos en la caja emisor GPS, continúan los ecologistas.

Recuerdan que se le sometió a una técnica disuasiva que consistía en aplicar fungicida a los cuerpos de animales muertos para neutralizar el comportamiento depredador de Cachou, lo que a su juicio es "completamente  imprudente" y no está incluida en el protocolo del Ministerio para la Transición Ecológica. La consideran una medida "irresponsable" no solo para el oso sino para el resto de la vida silvestre que consume carroña, ya que con dosis menores puede causar la muerte.

La imagen proporcionada por los agentes ambientales del valle de Arán y los Agentes Rurales de la Generalitat en el momento de encontrar el cadáver, donde se puede ver el  rostro del oso "con sonrisa sardónica", aseguran los ecologistas, es "típica de mamíferos asesinados por envenenamiento". 

El presidente de la Fundación Oso Pardo, Guillermo Palomero, recomienda esperar al resultado definitivo de la necropsia, que arrojará datos toxicológicos definitivos. No sería la primera vez, recuerda, que un ejemplar de la especie ha muerto en esas circunstancias. Hace tres años fueron localizados en Asturias dos cadáveres y se llegó a la conclusión de que se despeñaron tras una pelea.

Otros expertos consultados por este periódico también se muestran prudentes y rechazan extraer conclusiones a partir de los gestos del cuerpo del animal, sobre todo porque no hay constancia siquiera de que el intento de corregir su comportamiento usando un fungicida tuviera éxito y volviera para acabar de devorar la carroña.    

Cachou tenía un reiterado comportamiento depredador. Llegó a protagonizar cinco ataques a yeguas en 15 días. Por ello, el síndico de Arán exigió su retirada inmediata y reclamó a todas las administraciones que reaccionaran y tomaran las medidas necesarias. 

La noticia de su hallazgo ha coincidido con los primeros ataques de osos en Aragón, una vez que los ejemplares han abandonado la hibernación. Todo apunta a que han sido obra de Goiat, el otro gran depredador de la población reintroducida por Francia y Cataluña en las dos últimas décadas. 

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