comarca de la ribagorza

"El que ha reintroducido a la osa, se tendría que quedar a dormir con el rebaño"

José Laencuentra, el ganadero de Campo afectado por el último ataque del animal este miércoles, habla de su difícil convivencia con la hembra Sarousse.

Sarousse, una hembra nacida en Eslovenia y liberada en Francia en 2006 pero que en 2010 se trasladó a la vertiente española, instalándose en el macizo del Turbón.
Sarousse es una hembra nacida en Eslovenia y liberada en Francia en 2006.
DGA

"La osa lleva aquí 5 o 6 años y nos ataca en primavera y en otoño. El año pasado fueron cinco ovejas en primavera y seis o siete en otoño". José Laencuentra, ganadero de Campo, está ya acostumbrado a convivir con Sarousse, una hembra solitaria nacida en Eslovenia y reintroducida por Francia en 2006 pero que pronto se trasladó a la vertiente española, instalándose en el macizo del Turbón. No se tenían noticias de ella hacía tiempo, y el miércoles reaparició para atacar su rebaño, con el saldo de una oveja muerta. 

Cuando José Laencuentra se acercó sobre las 8.00 al ganado, formado por 800 ovejas que pastan estos días en la aldea de Beleder (Campo), vio buitres sobrevolando, rastros de sangre y finalmente el cuerpo de la res. Enseguida sospechó de Sarousse. Cerca aparecieron las huellas del plantígrado, como corroboró la DGA. "Tras el aviso del ganadero, la patrulla del oso ha confirmado los hechos este miércoles y, según el sistema de plantillas que utilizan para identificar las huellas de los plantígrados, todo parece indicar que el ataque ha sido obra de esta osa reintroducida por Francia en 2006", señaló el Gobierno de Aragón. Con este ya son tres los ataques registrados en Aragón esta primavera, después de los ocurridos en el valle de Hecho el pasado mes de abril.

Laencuentra está acostumbrado a convivir con la osa, sabe cómo se mueve y qué rastros deja porque cada año le desaparecen ovejas. Explica que si pilla a la res en el bosque, como los buitres no entran, la esconde y vuelve hasta que la devora por completo. Pero si es a campo abierto y las aves necrófagas se comen el cuerpo, el oso ataca a otro animal. "Se come las partes blandas. Empieza por las ubres y luego las tripas y el pulmón. Y si tiene mucha hambre, hasta una pierna", dice el ganadero, ya habituado a los repetidos ataques de Sarousse. "A lo mejor nos faltan cada año 10 o 12, pero solo encontramos cuatro muertas, que son las que nos pagan.

El miércoles por la noche, ante el temor de que volviera, el pastor iba a subir a quedarse con el rebaño, que está suelto, ya que no hay agua y tiene que beber del rocío. "Esta noche entrará otra vez", decía. "Tenemos cuatro mastines pero son jóvenes y los asusta. Cuando teníamos los viejos, luchaban. Ya me gustaría que el que ha reintroducido a la osa tuviera que subir allí arriba para quedarse a dormir con el rebaño. Si le entra a ver qué hace", comentaba.

Sabe que cobrará la última oveja muerta. "Tardarán seis meses o un año pero la pagarán, pero las que no podemos justificar, no", una situación que dice comprender. El problema también afecta al resto del rebaño, que huye despavorido. "No es la que te mata sino los problemas que crea. Las ovejas van con mucho miedo". Para él la ganadería extensiva, con rebaños tan grandes, necesarios para hacer viables las explotaciones, "son incompatibles", con lobos y oso. "Hoy en día tienes que tener rebaños grandes para malvivir", afirma.

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