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El día a día después de un ictus: un hogar a pequeña escala para recuperar la actividad cotidiana

La unidad de Neurorrehabilitación del Hospital San Juan de Dios de Zaragoza trabaja con pacientes con daño cerebral para que puedan recuperar sus rutinas y actividades diarias.

Unidad de Neurorrehabilitación del Hospital San Juan de Dios de Zaragoza.
Unidad de Neurorrehabilitación del Hospital San Juan de Dios de Zaragoza.
Francisco Jiménez

Quienes han sufrido un daño cerebral tienen que volver a aprender a desenvolverse en su día a día y a recuperar actividades cotidianas de la manera más parecida a como lo podían hacer antes. Un objetivo con el que trabajan en la unidad de Neurorrehabilitación del Hospital San Juan de Dios de Zaragoza, que atiende a unos 500 pacientes anuales.

Cuenta con 38 camas y presta una atención sanitaria integral y multidisciplinar a enfermos con enfermedades neurológicas que conllevan una limitación de la independencia funcional, con grave deterioro de la calidad de vida, como enfermedad cerebrovascular, esclerosis múltiple, lesión cerebral adquirida, tumores... Algunas de las alteraciones que se tratan son los déficit de la deglución, la comunicación, la función visuoperceptiva y sensorial, la incontinencia esfinteriana y, especialmente, la capacidad de poder realizar las actividades de vida diaria y la movilidad, las capacidades cognitivas, estado de ánimo o socialización.

La patología más frecuente del daño neurológico es el ictus. La responsable del servicio de Rehabilitación del San Juan de Dios, la doctora Ana Coarasa, explica que hay que trabajar con los pacientes para que "lo que no puedan hacer de una manera lo hagan de otra, pero que tengan la máxima autonomía". Al final, lo importante, destaca, es que se desenvuelvan. Una tarea para la que cuentan con una zona domótica, equipada con electrodomésticos y muebles adaptados, en la que pueden aprender desde calentar la leche en un cazo, meter un plato al microondas, pelar una patata, hacerse la cama, controlar los grifos de la ducha o colgar la ropa en un armario.

El daño cerebral de un paciente tiene que ser valorado por el equipo multidisciplinar, para saber el grado de deterioro de las funciones y abordar su recuperación a nivel motor, sensorial, cognitivo… Para la doctora Coarasa, "el objetivo hay que plantearlo según la valoración y el daño que se ha producido, teniendo en cuenta la situación de partida de ese paciente" y, sobre todo, "consensuarlo con ellos y con las familias, porque no se puede plantear expectativas que no van a ser realistas". Tal y como resume: "Hay que afrontar el déficit y partir de lo que tienes y de lo que pensamos que va a recuperar para utilizarlo al máximo y lograr la máxima autonomía en ese nivel. Es decir, tiene que tener la mejor calidad de vida en el nivel de déficit o de daño que ha sufrido".

Depende de la gravedad del ictus, y si la recuperación del brazo no es posible en su totalidad, hay que practicar el "cambio de dominancia manual", donde "la mano sana tiene que realizar las funciones que antes hacía la mano afectada". Algo que practicaba esta semana la terapeuta ocupacional Marta Catalán, coordinadora de Rehabilitación, con una paciente, Carmen Rituerto, de 73 años, que sufrió un ictus el pasado diciembre. "Tenemos tres líneas de acción", resume Catalán. Una es "devolver la funcionalidad al brazo en la medida de lo posible". Otra, trabajar los "aspectos cognitivos", como atención, memoria, lenguaje y cálculo, para que "la persona se maneje en el día a día lo más parecido a como lo podía hacer antes" o "hacer también apoyo con las familias para ver cómo pueden ayudarles". Y la última tiene que ver con las "actividades de la vida diaria básicas e instrumentales". En este sentido, explica Catalán, "hay unas estrategias para el ictus", como enseñarles cómo se tienen que vestir, o las pautas para el aseo. Algo que trabajan en lo que denominan ‘espacio hogar’, como paso previo a enfrentarse, por ejemplo, a una ducha real.

En la unidad de Neurorrehabilitación del Hospital San Juan de Dios, equipado con la tecnología más innovadora y con equipos domóticos y softwares de realidad virtual, trabaja un equipo multidisciplinar, formado por 30 personas, que está compuesto por médicos especialistas en neurorrehabilitación, neurología, neurofisiología y medicina interna, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, enfermeros, psicólogos, logopedas, trabajadores sociales, TCAES y auxiliares.

Durante el ingreso, los pacientes llevan a cabo un intenso programa de ejercicios, "con el nivel de intensidad que puedan tolerar", destaca la jefa del servicio de Rehabilitación. Cuando van mejorando, "lo que necesitan para terminar de recuperarse es la vida real y reintegrarse en su rutina". En esa fase las actividades se hacen en su domicilio y acuden "de manera ambulatoria".

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