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Vecinos de la plaza de San Francisco: “Es agotador, tanto por el ruido de los bares y terrazas como por los horarios”

Cinco habitantes del entorno de la céntrica plaza, donde se va a abrir un enorme restaurante, relatan los motivos que les han llevado a reclamar que sea declarada zona saturada.

Terrazas y veladores en la plaza de San Francisco.
Terrazas y veladores en la plaza de San Francisco.
Oliver Duch

Mientras el mercado de la plaza de San Francisco de Zaragoza se cerró hace dos meses, con el último puesto de una carnicería abierta, el grupo Voltereta de Valencia prepara la apertura, prevista para los próximos meses, de un enorme restaurante en el terreno donde hasta ahora estaba Casa Gotor y un anterior centro de fisioterapeuta, entre la calle de La Salle y Santa Teresa de Jesús. El nuevo establecimiento hostelero prevé ampliar ese espacio y prepara hasta una fuente. Este es uno de los ejemplos de cómo ha evolucionado la zona próxima a la Universidad de Zaragoza después de que la pandemia provocara el  crecimiento de las terrazas.

Aunque no se han constituido en una asociación o junta estable, los 150 vecinos de la plaza y alrededores se han unido en la reclamación al Ayuntamiento de Zaragoza de que se declara una zona saturada. Cinco de los afectados (tres que residen en la plaza de San Francisco -Gema Llorente, Maite Lozano y Gloria Lozano-; y dos en la calle Arzobispo Apaolaza -Sergio Soro y Gloria Montero- cuentan a HERALDO lo que viven día a día. Reconocen que el proyecto de gran restaurante lo han enviado a los vecinos y a la Junta de Distrito para mantener la vía legal.

Empezaron a hablar entre ellos hace tres o cuatro años, después de los efectos de la pandemia, que multiplicó las mesas de las terrazas. Entonces trataron de frenarlas en  los porches, “como dice la ley, ya que es propiedad privada de la comunidad y los vecinos tienen que mantener y cuidar”, apunta Gloria Lozano, “pero para el uso público”.

“Al final, se han autorizado (por el Ayuntamiento) mesas en los números 2 y 3 (de la plaza de San Francisco) en función de la superficie de la plaza. Nadie ha valorado que en el otro lado (calle Baltasar Gracián) hay mucho sitio libre para pasear, pero en este espacio la plaza está llena de mesas, hasta los porches, y los abuelos de la residencia (situada en la calle San Juan dela Cruz) bajan y no pueden ni pasear”, describe la vecina la situación que viven todos los días.

Terraza de la plaza de San Francisco.
Terraza de la plaza de San Francisco.
Ruben Losada/FotografiArte

No hay espacio físico para que pase alguien con una silla de ruedas o el de la limpieza municipal, que da la vuelta por toda la plaza”, apunta Gema Lorente. “Queremos que haya terrazas pero acotadas y con un número de mesas, porque no puede ser que se junten las mesas y cuando salimos del parquin con una maleta apenas podemos pasar”, agrega Maite Lozano.

 “A las siete de la mañana ya estás escuchándolas cuando las colocan hasta las doce de la noche y la Policía Local está ocupada en otras cosas para llamarlos todos los días. Hay que convivir todos. No puede haber cien mesas para 400 personas en un trozo de la plaza (que da a los portales 2 y 3)”, precisa Gloria Lozano.

Describen que al otro lado de la plaza San Francisco tienen unas jardineras como en la plaza de Aragón, pero ninguno de los porches de Zaragoza (nombran al paseo de Independencia) están ocupados por las mesas de los restaurantes. “Hemos llamado muchísimas veces a la Policía Local y es agotador. Tanto por el ruido de las mesas como porque incumplen todas las normas y los horarios”, señalan Maite Lozano y Gema Lorente.

El riesgo de la caída de escombros

El aparcamiento municipal de la plaza de San Francisco es el único donde los vecinos de la zona pueden dejar sus vehículos porque las viviendas se construyeron sin garajes, pero el colapso hostelero que se está viviendo en los últimos años ha provocado que haya una lista de espera de unos 200 usuarios que esperan alquilar su espacio.

Los vecinos relatan que en una ocasión, hace dos años, llegaron a avisar a la Policía Local por el riesgo de la caída de escombros cuando tuvieron que arreglar todos los balcones de la fachada de los portales 2 y 3. “Casi tuvimos que llorar para que vinieran por el riesgo de desprendimiento de cascotes a la gente de las terrazas donde había personas mayores con niños”, relata Gema Lorente. “Lo único que conseguimos fue quitar dos mesas y poner una cinta de la Policía Local mientras se arreglaba”.

En la batalla ciudadana contra los ruidos los vecinos tienen claro bares muy respetuosos con las leyes (nombran entre otros como ejemplo el Hemisferio. La Pequeña Maravilla, el Beerland o la Telepizza, donde todos sus clientes están en el interior sin dar problemas y “son un ejemplo”), pero donde ven más problemas son negocios como Faustino, El Laurel Espiritual y Cebrian. “Cuando entras a estos locales no hay nadie dentro y todo su negocio está fuera”, apunta Gloria Lozano.

Hasta ahora esta protesta vecinal no se había registrado en el Ayuntamiento de Zaragoza pero ahora estos representantes de los 150 vecinos que se han reunido con HERALDO han sumado a su escrito la reclamación de declarar la zona saturada. Han ido casa por casa para buscar estas firmas y se han dado cuenta de que hay un desconocimiento general para este tipo de reclamación y, al final, les han secundado.

Los pubs nocturnos en Arzobispo Apaoloza

Sergio Soro reside en la calle Arzobispo Apaolaza, antes de cruzarse con Andrés Giménez Soler, y relata que en su zona la problemática es diferente a la plaza de San Francisco porque allí no hay terrazas. “Los bares que frecuentan los jóvenes están fuera en la calle y lo único que hacen es anunciarles que no pueden sacar las bebidas fuera, pero lo hacen igual aunque es ilegal. Incluso antes de que pase la Policía Local les avisan desde el bar, como si se enteraran que van a acudir porque eso es un botellón ilegal”, señala el vecino.

Los problemas coinciden con el cierre nocturno y le ha llevado a Sergio Soro a plantearse la venta de su casa, regresar a Fuentes, porque van a ser padres de una criatura y en esta coyuntura no es muy defendible la convivencia en esta zona.

De hecho, apunta que los bares llegan a cerrar en su zona hasta las tres de la madrugada entre semana y las cuatro los fines de semana. Tuvieron que reformar las habitaciones del piso para que la de matrimonio sea interior para intentar que no les afecte tanto el ruido y así poder dormir porque les afecta menos en las que dan a la calle o la plaza. En esa decisión coinciden las vecinas de la plaza de San Francisco, cuyo cierre ronda la medianoche.

Nos dejan muy pocas horas de sueño porque tenemos que madrugar para el trabajo. Estás escuchando las cadenas de la una de la madrugada y puedes volver a oírlos a las siete de la mañana. Al final acabamos durmiendo a batacazos”, coinciden las vecinas. “No puedes escuchar música o leer un libro allí porque tienes 400 personas debajo de tu casa. Y cuando llegan las comuniones, no te puedes imaginar”.

Al nombrar a las calles de Andrés Giménez Soler y Pedro Cerbuna (que rodea la entrada en la Universidad de Zaragoza) dibujan que se ha establecido “una terraza continua”, entre bar y bar. “El público es joven y el ruido que meten es exagerado”, señala el vecino. Su compañera Gloria Montero describe que esas mesas ocupan la calzada y la acera, lo que impide el tráfico de ciudadanos, y acaban marchándose al otro lado próximo a la Ciudad Universitaria.

Desde vivir los partidos de fútbol hasta las celebraciones multitudinarias de los cumpleaños que escuchan en las casas de la calle Pedro Cerbuna, Gloria describe todos los problemas de convivencia en su zona, que reside encima del restaurante El Cerdo, que va a reabrirse tras estar en obras desde el pasado mes de mayo. Por eso reiteran que “los únicos negocios que se abren en la zona son bares”.

El problema de la suciedad les ha llevado a los vecinos que prefieren que pongan más contenedores frente al efecto de las terrazas. Aunque cuando ven los efectos de la hostelería la noche del sábado, entre un cúmulo de comidas y botellas, les da bastante tristeza lo que ven debajo de sus viviendas.

A pesar de las contingencias que relatan, estos vecinos de la zona de San Francisco quieren convivir con los hosteleros todos los días, porque también son clientes, pero también quieren dormir.

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