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Ricardo Casas Fischer: "No quería hacer un libro lacrimoso sobre el asesinato de mi padre"

El hijo del político socialista Enrique Casas -que es médico y pianista- acaba de publicar la obra 'Eso que llamabas paraíso. Una historia sobre los ecos del terrorismo', junto a Francisco Uzcanga.

Ricardo Casas, hace unos días en Zaragoza.
Ricardo Casas, hace unos días en Zaragoza.
Francisco Jiménez

Usted es hijo del político socialista Enrique Casas, asesinado por ETA el 23 de febrero de 1984. Olvida, pero no perdona. La condición que puso para escribir el libro ‘Eso que llamabas paraíso’ fue hacerlo desde una postura de reconciliación.

Sí. El libro nace por iniciativa del otro autor (Francisco Uzcanga). Me dejé seducir por esta idea de este amigo del colegio. No quería hacer testimonios lacrimosos, de rencor con el pasado, sino con una voluntad de reconciliación con nosotros mismos, con nuestro entorno y con la sociedad vasca también. Siempre mirando hacia el futuro con una voluntad de optimismo, convivencia y concordia.

Estaba en su casa de San Sebastián con su padre cuando dos pistoleros le mataron. Comentan que el libro les está haciendo bien a ustedes como autores.

Quizás más a él. Yo he hecho mi propia terapia, entre comillas, y no he sentido esa necesidad de hacer un relato que exponga una necesidad de reconciliación. Y sí que me está haciendo bien porque estoy redescubriendo un antiguo amigo y también está bien obligar a uno a reflexionar sobre cosas que han pasado. Te ayuda a crear como un relato. Al final acabas adquiriendo un posicionamiento porque muchas veces no sabemos dónde estamos.

¿En qué momento se encuentra?

Estoy en paz conmigo mismo y con la sociedad. Soy observador de lo que está ocurriendo a nivel mundial y lo triste de la existencia es que el bien, el paraíso, está muy cerca del infierno. La línea a veces es muy fina y cuando se rompe es muy trágico. Estamos viendo grandes conflictos que nos desgarran por dentro.

Netflix acaba de estrenar el documental ‘No me llame Ternera’, de Jordi Évole, que recoge el testimonio del exdirigente de ETA Josu Ternera. ¿Lo verá?

No lo voy a buscar, pero si por casualidad lo tengo ante mis ojos no voy a escapar de verlo. Tengo entendido que no me va a gustar.

El asesinato de su padre fue como una espoleta para la futura organización Gesto por la Paz y el germen del libro 'Los peces de la amargura' de Fernando Aramburu. O hizo que Eduardo Madina, siendo entonces un niño, tomase conciencia de que quería entrar en política.

Sí, parece ser. En su época, yo no era consciente de este peso específico de mi padre, era una figura muy carismática. Era un poco un salto cualitativo porque era el primer miembro electo para el Parlamento vasco y sé que era una persona muy querida en el entorno, digamos, no violento. Era muy amigo de otros políticos de relieve: de Alfonso Guerra, Enrique Mújica o Fernando Mújica. Incluso a los funerales vinieron también los de la oposición: del PNV o Manuel Fraga.

Subraya el talante muy tolerante de su padre. Si viviera, ¿qué pensaría del PSOE de Pedro Sánchez?

Esa pregunta es muy difícil. Nunca hablé mucho sobre política con él. Supongo que tendría cierta voz crítica con algunas cosas.

En su trayectoria, Zaragoza tiene un papel destacado. Aquí reside parte de su familia paterna, aquí se casó su padre y en su universidad estudió usted Medicina.

Venía de Alemania. Después del COU y la Selectividad, me fui allí con la intención de hacerme un futuro como músico pianista, pero lo veía muy complicado. Además tenía buen expediente académico y, al final, opté por hacer una carrera y por descarte elegí Medicina. Decidí volver a España; estaba la opción de estudiar en Bilbao o Zaragoza, donde tenía casa. No había duda, aparte de estar alejado de una zona conflictiva con lo de mi padre relativamente reciente. La acogida fue tan calurosa... Ahí tengo amistades que perduran. Fue una época muy interesante.

¿Cómo es eso de que en Aragón se hizo pianista de bar y estuvo dos años en el grupo Anagramas?

La carrera no me acabó de entusiasmar. En segundo contacté con un compañero que vivía en el hotel Meliá de Zaragoza –porque su padre era un alto cargo mundial de la cadena–, nos hicimos muy amigos y empecé a tocar el piano. Vinieron unas chicas del grupo Anagramas, estaban buscando un pianista y me ofrecieron tocar con ellos. Lo pasamos genial tocando en pueblos, en fiestas y en Alcocéber (Castellón) pasando un verano actuando en un campin.

Y desde 2009 es pianista de cine mudo.

Fue por una llamada de un concejal de Fuentealbilla que era amigo de un amigo de San Sebastián. Me hizo la propuesta, hicimos el experimento y salió muy bien. Curiosamente Aragón es una meca del cine mudo y he tocado un par de veces en Uncastillo.

Para usted, la música es mucho más que un refugio, ¿no?

Es una forma de vida. Engloba todas las disciplinas del pensamiento, del alma... Es como un arte.

Usted nació en la ciudad alemana de Lindau en 1966 y vino a vivir a España siendo un adolescente. ¿Qué país se encontró?

Todo era muy exótico. Era como un mundo lleno de luz, de sol, de calor, de risa... Era maravilloso.

¿Y tiene más de alemán o de español?

Todos los buenos hábitos de España los tengo incorporados. Sí que a veces me sale la vena germánica. Cuando quiero tratar un tema concreto me molesta que se desvíe la atención del foco.

En el libro Francisco Uzcanga destaca su vida errante con más de 30 traslados. ¿Es Valladolid su destino definitivo tras 15 años residiendo ahí?

He dado muchas vueltas, ahora estoy bastante estable. Aunque la estabilidad no la marca Valladolid, la marca Carmen (su mujer). El día de mañana a lo mejor los dos queremos irnos a Zaragoza, o a Castellón, o a Asturias, o a donde sea.

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