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Discurso íntegro de la jura de bandera de Felipe VI en la Academia de Zaragoza

Lo leyó el rey Juan Carlos I el 11 de octubre de 1985.

La princesa Leonor comenzará su formación militar a partir de septiembre en la Academia General Militar de Zaragoza. Felipe VI y Juan Carlos I, padre y abuelo de la Princesa de Asturias, también iniciaron su formación militar en la capital aragonesa.
La princesa Leonor comenzará su formación militar a partir de septiembre en la Academia General Militar de Zaragoza. Felipe VI y Juan Carlos I, padre y abuelo de la Princesa de Asturias, también iniciaron su formación militar en la capital aragonesa.
Archivo Heraldo

"En estos momentos inolvidables, cuando acabo de contemplar cómo mi hijo, el príncipe de Asturias, ha jurado la bandera de España, no puedo por menos de dirigir a él y a todos los presentes unas sencillas palabras cargadas de emoción y de añoranza.

Viene ahora a mi mente otra ocasión ya lejana en la que en este mismo patio de la Academia General Militar me correspondió a mí también besar esta bandera, teñida con los oros de tantos soles y con el rojo de la sangre de cuantos ofrendaron su vida por la patria.

Los profundos sentimientos de entonces se renuevan en mí ahora, al comprender la trascendencia de que mi promesa de entrega se prolonga a quien ha de sucederme en la permanencia de una institución que se consagra sin reservas y con entusiasmo al servicio de nuestro país.

No olvides nunca, Felipe; no olvidéis nunca, caballeros cadetes de este centro, que el compromiso adquirido al besar esta enseña, en la que se simbolizan historia y tradición, recuerdos y nostalgias de nuestro pasado glorioso, victorias y penalidades, dolores y alegrías, esperanzas e ilusiones para el futuro...

No olvidéis nunca, repito, que ese compromiso conduce al mayor sacrificio. Sacrificio que exige la profesión militar y que constituye la mejor lección para la conducta del hombre a través de toda su existencia.

No hay posibilidad de triunfar ni de ser útil a los demás si nos encerramos en sentimientos egoístas.

La ayuda recíproca, la mutua entrega, constituyen otro sentimiento que en la milicia adquiere tintes más sólidos que en cualquier otra profesión: el compañerismo. Es necesario sentir muy hondo este impulso que nos lleva a proteger al compañero, a esforzarse en su favor, a orientarle y corregirle, a aconsejarle y dejarse aconsejar por él.

Esa relación que se adquiere en las academias militares perdura a través de los años y supone el vínculo más fuerte que puede imaginarse entre quienes comparten el noble oficio de las armas.

En esta experiencia militar habrás de impregnarte —habréis de impregnaros todos, caballeros cadetes— del concepto de la disciplina, virtud fundamental no sólo en los militares —entre los que la exigencia es más rigurosa—, sino también en todos los ciudadanos de nuestros y que supone una sólida base para todas las actividades que podamos realizar en la vida.

Pero la auténtica disciplina no debe considerarse impuesta por un sentimiento de temor, por la amenaza de un castigo o de una sanción, sino que debemos tener el convencimiento de su necesidad. Nada se consigue sin orden y no hay orden sin disciplina en las Fuerzas Armadas.

El convecimiento íntimo de que es imprescindible nos hace superar, no por miedo, sino por convicción, la idea de que sólo podemos aceptar la que nos imponga el que en todos los sentidos sea superior a nosotros.

Es muy relativo este concepto de la superioridad y por eso lo importante es percatarse de que debemos obedecer a quien legítimamente nos manda y tiene poder para hacerlo, aunque admitamos que en otros aspectos intelectuales, sociales, viturales o de cualquier orden pueda ser inferior a nosotros el que ejerce la facultad de mandarnos.

La disciplina debe ser más íntima y reflexiva que externa e impuesta mecánicamente. Otras muchas virtudes y experiencias adquirirás aquí, y en las demás academias militares, que servirán de sólido fundamento a estudios y actividades posteriores, y a la gran función que Dios te ha encomendado:

la lealtad a tus compañeros, a tus jefes y a tus inferiores; la sinceridad y la verdad; el convencimiento de la alta misión que corresponde a las fuerzas armadas como defensoras de la unidad de España y del orden constitucional. El valor, que no ha de interpretarse solamente como el que se manifiesta ante el peligro material y el riesgo físico, sino como aquel que es necesario para soportar dignamente las tragedias y las contrariedades de la vida; valor y decisión para tomar determinaciones en momentos difíciles, para decir la cosas con franqueza y sinceridad, con serenidad y mesura.

No olvides nunca, Felipe, el papel que te corresponde desempeñar en la vida; la responsabilidad que contraes ante un pueblo como el nuestro que sabe triunfar o sufrir, pero que siempre mira al porvenir con esperanza. Que la emoción de esta fecha quede grabada para siempre en tu mente.

Porque si un día abandonáramos los valores inmateriales hasta el punto de que no nos conmovieran estos actos que tienen una inmensa carga de espiritualidad; si nuestra alma dejara de vibrar y nuestros ojos de humedecerse ante símbolos gloriosos y ceremonias repletas de tradición; si despreciáramos los principios morales para caer en lo prosaico y lo vulgar, habríamos emprendido el camino de nuestra perdición.

Que este juramento que hoy tan solemnemente has prestado se grabe en tu alma de manera indeleble para que hoy y mañana y en el futuro más lejano tengas conciencia clara de que tu misión —importante, difícil, pero admirable misión— es la de servir a España y a los españoles, con todas tus fuerzas, con todo tu corazón".

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