Amado Franco: "Ibercaja se mantendrá independiente"

El presidente de la fundación que es accionista mayoritaria del banco aragonés destaca los valores que han hecho fuerte a la entidad.

Amado Franco, presidente de la Fundación Ibercaja.
Amado Franco, presidente de la Fundación Ibercaja.
Oliver Duch

Recibe Amado Franco (Zaragoza, 1945) al periodista en su despacho de la sede la Fundación Ibercaja en la plaza de los Sitios de la capital aragonesa. Como presidente del accionista mayoritario de Ibercaja Banco, sigue con atención la evolución del sector financiero en general y de la entidad aragonesa en particular, aunque sin la presión que tenía cuando la dirigía o la presidía. Su confianza en el equipo que ahora está al frente del banco es total, mientras en la fundación mantiene un entendimiento idóneo con su director, José Luis Rodrigo Escrig, que está metido de lleno en el día a día. Ambos vivieron recientemente con gran ilusión la inauguración de Mobility City, el proyecto estrella que pilotan en el Pabellón Puente de la Expo, que va más allá de ser un museo con coches antiguos y otros medios de transporte y que aspira a convertirse en un referente en España en todo lo que tiene que ver con la movilidad. Una muestra más de ese apoyo a los proyectos estratégicos de la Comunidad aragonesa que ha caracterizado la actividad de Ibercaja a lo largo de los años. De esa vocación, de su dilatada trayectoria profesional y de su visión sobre la evolución de la economía en Aragón y en España habla Amado Franco en esta entrevista, realizada tras el anuncio de la concesión del Premio Henneo.

¿Qué supone para usted recibir este premio?

Primero, sorpresa, porque uno tiene años. Segundo, orgullo y satisfacción, por varias razones. De estas destaco en primer lugar el hecho de que viene de mi tierra. En segundo, que viene de una casa muy querida como es Heraldo de Aragón. Finalmente, en tercer lugar porque uno se lo cree y porque es un reconocimiento a toda una vida de trabajo.

¿Cuando era niño, esperaba tener una carrera profesional como la que ha desarrollado, centrada en un mundo tan especial como el de las cajas de ahorros y ejerciendo puestos de tanta responsabilidad?

Cuando estaba en el colegio quería ser ingeniero de Caminos. Estudié en los Jesuitas, donde organizaban unos cursos de orientación universitaria: venían un médico, un ingeniero, otros profesionales que hablaban de sus actividades... En una ocasión llegó a Zaragoza Luis Bernaola, que era el decano de la Universidad de Deusto, y su lema fue que todo el mundo salía colocado. Entonces, mi padre dijo: "Allá te vas". Me fui a Deusto a estudiar Económicas y Derecho. Yo quería haber sido ingeniero, pero no me arrepiento en absoluto.

Le gustaban los números.

Sí, me gustaban los números. Entonces los estudios en aquella universidad le hacían ser una ‘rara avis’. Deusto era el único sitio donde se estudiaban las dos carreras a la vez. Era un proyecto muy bonito.

¿Cómo recuerda la formación recibida aquellos años, la vida universitaria?

Los años de Deusto, los de la juventud, son los mejores años de la vida. Eran los años 60 y eran años conflictivos porque estudié en Bilbao. Alguna carrera delante de los grises me tocó realizar. Pero era la época de las ilusiones y las grandes esperanzas, tengo un recuerdo precioso de aquello.

¿Pensaba ya entonces que trabajaría en el campo financiero y no en una empresa más convencional o en el sector industrial?

Sí. Una vez que me metí en la carrera de Económicas, sí. Mi padre había sido empleado del Banco de Vizcaya en Zaragoza y me veía en el mundo relacionado con las finanzas, no exactamente en el mundo de las cajas de ahorros. En aquella época estas eran muy distintas a lo que son hoy, pero sí.

Entonces sacó una oposición, que era la forma en la que entró a la caja de ahorros.

Yo estaba haciendo las prácticas de milicias en Ibiza y entonces mi padre me avisó de que me había apuntado a unas oposiciones en la caja, que eran las primeras que se realizaban exigiendo el título universitario. Me vine aquí, a Zaragoza, tras terminar las prácticas, hice las oposiciones, saqué el número uno y empecé a trabajar en la caja. En aquellos años con título universitario en la caja estaban el director general, que era José Joaquín Sancho Dronda; el secretario general, que era Juan Antonio Lasierra, y los abogados. Me incorporaron en el servicio de estudios. Al poco tiempo, un día me llamó Sancho Dronda y me preguntó: "¿Tú esquías?". Yo respondí que no. "¿Pero te gusta la montaña?", me dijo a continuación. "Sí", contesté. "Entonces vete a Formigal que tenemos ahí un lío y a ver si lo arreglas", declaró. "Bien, pero será con una condición", me indicó también. ¿Cuál?, pregunté. "Que no te pones los esquís hasta que no se arregle", contestó. Y lo cumplí. Estuve ahí un par de años y cuando ya se orientó el tema me puse a llevar temas inmobiliarios de la caja y fue ya cuando me puse los esquís y aprendí a esquiar. Desde entonces, soy un forofo del esquí. De ahí pasé a llevar intervención general, estuve con temas de bonificación, más tarde en la subdirección, luego en la dirección general y al final en la presidencia.

Y paralelamente estaba la familia.

Sí, me casé en esos años, justo ahora mi mujer y yo hemos cumplido 50 años de casados, ya con nueve nietos. Me casé en 1973, y lo que hay que reconocer es que si la familia no me llega a soportar, aguantar y perdonar todas las ausencias de tantos días y horas todo esto no hubiera sido posible.

La caja de ahorros tenía un campo de acción territorial limitado, pero con el tiempo amplió sus horizontes y se expandió por varias zonas del país.

Sí, era la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, Y no le pusieron Guadalajara porque no cabía. Pero era una caja limitada a estas zonas y no podíamos salir. A mi me nombraron director general en 1987 y en el año 1988, en la asamblea general de las cajas de ahorros que se celebró en Madrid, el ministro de Economía, que era Carlos Solchaga, dijo que desde el 1 de enero siguiente se permitiría a las cajas la apertura de oficinas en más comunidades autónomas. Salí de la asamblea y empezamos a buscar locales fuera de nuestra zona tradicional. Entonces la primera apuesta fue en Madrid, pero en la Comunidad, en localidades pequeñas. Aún tardamos 6 o 7 años en abrir una oficina en la propia capital, en el barrio de Salamanca. Buscábamos sitios con concentración de personas, clase media y media baja y entonces logramos una gran penetración en aquellos años. Había ciudades, pueblos, donde no estaba ni siquiera Caja Madrid, como Arroyomolinos. Por ahí empezó nuestra expansión nacional. Comenzamos extendiendo nuestra actividad como una mancha de aceite en Levante y Cataluña por la necesidad de crecer.

¿Y por qué esa necesidad de salir, de ir a más comunidades autónomas?

Teníamos una cuota de mercado aquí del 50% y es muy difícil crecer más allá de esa cifra. Entonces también estaba el cambio de nombre. Teníamos vocación de ser nacionales y mantener el espíritu de caja. Por ello se planteó la posibilidad de una nueva denominación. Queríamos un nombre que al ir a Sevilla o a Pontevedra nos definiera como una caja nacional. Así apareció el nombre de Ibercaja. Era el año 89. Necesitábamos crecer y el tiempo nos ha dado la razón.

De esos años, ¿qué recuerda como lo más positivo y como lo más negativo?

Con el cambio de imagen hicimos una fiesta en la Feria de Muestras de Zaragoza que no olvidaré nunca. Pero indudablemente está el tema de la expansión como algo ilusionante, así como la apuesta por sectores estratégicos para la Comunidad. Por ejemplo, la nieve: ahí hemos pasado años muy difíciles y aguantando pérdidas y pérdidas. No hemos cobrado ni un dividendo todavía del tema de la nieve y se ha seguido avanzando. Ha sido un camino duro. Por otro lado, me siento orgulloso de la transición que se ha realizado en la caja en lo que tiene que ver con las personas. Ha habido un cambio: Aquí había un señor, Manuel Pizarro, que era presidente de la caja de ahorros, y Amado Franco era el director general. Pizarro pasó la presidencia a Amado Franco, este a José Luis Aguirre y este a su vez, más recientemente, a Francisco Serrano, y se mantiene la misma cultura, se mantienen los mismos valores. Mire lo que está pasando o ha pasado en otras entidades por las luchas por el poder, que al final repercuten en la imagen que el público tiene de ellas.

Ibercaja también ha estado en otros frentes, a veces también con riesgos.

Sí. Yo también me siento muy orgulloso de las apuestas que ha hecho la caja -yo siempre sigo diciendo caja (y no banco) cuando hablo de la entidad-, en especial por sectores estratégicos para nuestra economía. Hay empresas que han pasado a pertenecer a grandes multinacionales, como Balay o Campo Ebro Industrial, pero nosotros seguimos enraizados aquí. Me siento también orgulloso del lanzamiento que se ha dado en algunos sectores de actividad gracias a nuestra participación, dando valor añadido, por ejemplo, a productos agrícolas, como hemos hecho con los productos como el vino, con el lanzamiento de bodegas del Somontano junto al Gobierno de Aragón. Me acuerdo del lanzamiento de esta marca en un evento en el hotel Ritz de Madrid. Y me siento orgullosísimo de la labor que han hecho las cajas de ahorros a lo largo de tantos años.

También está la parte más social, ese compromiso de apoyo a ciertos sectores o en algunos ámbitos que no está presente en los bancos.

Comentaba hace poco a una persona que dos o tres años después de que las cajas de ahorros se convirtieran en bancos habían desaparecido los principales proveedores de fondos de las organizaciones no gubernamentales (ONG), que eran las cajas. Y me siento indudablemente orgulloso de la independencia de esta caja. Nosotros hemos sabido resistir tentaciones, presiones para juntarnos, fusionarnos y siempre que hemos visto que se podía poner en peligro las señales de identidad, la cultura, de esta casa las hemos desechado. Somos una de las pocas que se ha mantenido y se mantendrá independiente y seguimos siendo una fundación que tiene un banco con espíritu de caja, que tiene la sede social en Aragón y se enorgullece de ser aragonesa.

Antes ha hablado de apuestas materializadas por las cajas de ahorros en España en años que fueron muy buenos, pero también hubo momentos malos. Por ejemplo, durante la crisis financiera que se inició en 2008 y continuó en los años siguientes.

Sí, fueron años muy duros por muchísimas razones. Podemos hablar de la crisis inmobiliaria. Ahí tuvimos el valor de decir vale, hasta aquí hemos llegado. No era una decisión fácil en aquel momento.

(Tras anunciarse la recepción del premio Henneo, el entrevistado dijo a este periódico que la clave para frenar el crédito promotor y anticiparse a esa crisis fue «el sentido común». «Hubo un momento en que se construía en España tanto como en el resto de Europa y, además, se compraban los solares por una cantidad, se vendían de inmediato por un 50% más y a continuación se solicitaba una hipoteca por una suma aún superior. Aquello no tenía sentido... Fue una decisión difícil porque suponía renunciar a clientes. La Caja tuvo valentía», apuntó Franco).

La crisis se tradujo en el fin del sistema de cajas de ahorros tal y como lo conocíamos.

Sí. Vino la crisis de las cajas de ahorros, en gran parte como consecuencia de la crisis inmobiliaria, pero también debido a una gestión bastante deficiente de todo lo que tenía que ver con las cajas, una gestión con unos aires de grandeza, en la que primaba el tamaño por el tamaño. Actuaciones que pusieron en riesgo y se cargaron las entidades, entre ellas también las interferencias de gobiernos autonómicas, bien propiciando nombramientos de presidencias ejecutivas, bien fomentando o impidiendo fusiones.

Y en Aragón, ¿cómo se vivió esta crisis, que tan dramática fue en otras comunidades autónomas, con tanta injerencia política?

Yo siempre he dicho que gran parte del éxito que ha tenido la Caja durante ha sido por el respeto que mutuamente nos hemos tenido los gobiernos autonómicos con las cajas. Ha habido gobiernos de diferentes signos y coaliciones y siempre se ha respeto el papel de cada uno, trabajando en proyectos de colaboración, pero manteniendo cada uno su independencia, cada uno en su casa y Dios en la de todos. Yo recuerdo que en la anterior ley de órganos de gobierno mandaban representantes los ayuntamientos y las Cortes y en la primera reunión del consejo de administración les decía que cuando estaban sentados ahí llevaban la gorra de la caja, no de los partidos que nos habían nombrado ni el ayuntamiento o Cortes, y cumplían. Luego todos se enamoraban de las cajas.

En Ibercaja recibieron presiones para participar en fusiones. Entre otras, trascendió la que hablaba de que se quería que la entidad aragonesa adquiriese Caja Castilla-La Mancha (CCM). Llegó incluso a comentarse la posibilidad de que fuese integrada en un grupo más grande. Había mucho ruido y la crisis económica era dura.

Yo creo que la forma de enfocar o de tratar de resolver los problemas de las cajas en aquel momento fue errónea en su conjunto porque se trató de resolver a través de fusiones. Si tú juntas manzanas sanas con manzanas podridas no se curan las podridas, sino lo contrario y eso fue lo que ocurrió. Nosotros estábamos sanos. Cuando nos decían que debíamos estudiar alguna operación, lo hacíamos. Algún mal rato pasamos, pero nada más. Acuérdese de cómo algunas grandes se emborrachaban con el tamaño, Por ejemplo, el proceso que involucró a Caja Madrid y Bancaja. Había muchas presiones para que se juntaran unas y otras. Yo siempre decía que prefería ser cabeza de ratón que cola de león. Si nos hubieran comprado nos habríamos diluido.

Y al final se integró en Ibercaja Caja Inmaculada (CAI), también aragonesa. Tantos años hablando de la posibilidad de que las dos cajas de ahorros de la Comunidad se integraran, una cuestión que fue recurrente en las ruedas de prensa posteriores a la celebración de asambleas generales de las dos entidades, para que al final se hiciese realidad. La CAI pasó finalmente a Ibercaja, ya formando parte de Banco Grupo Caja 3.

Hay un tema curioso anterior que es el caso de Caja Rioja. Nos queríamos quedar con esa caja y había un acuerdo para ello y después de hablarlo con los presidentes de las dos comunidades autónomas, la aragonesa y la riojana, estos dijeron que estaban de acuerdo. En el Gobierno de La Rioja había un partido bisagra. Este cambió de bando y apoyó al partido que estaba en la oposición, con lo cual cambió el Gobierno. Entonces se frustró la operación.

¿Y en cuanto a la CAI y Caja 3?

En el tema de la CAI, nosotros hubiésemos querido que esa entidad siguiera independiente. ¿Por qué? Porque si sumábamos las cuotas de mercado que entre las dos teníamos en Aragón, superábamos el 70%. Pero no queríamos de ninguna manera que otra entidad la comprara, y sabíamos que estaba avanzado un acuerdo con una de las grandes para que eso ocurriera, así que fue una operación defensiva. En todo caso, al final nos costó digerirla.

Lo hicieron cuando ya estaba integrada con Caja Badajoz y Caja Círculo de Burgos en Caja 3.

Sí, esos territorios son los que constituyen hoy claramente nuestra zona de influencia, pero también lo es Madrid. Con el tiempo ha venido un cambio en el modelo de negocio financiero, con más digitalización, como les ocurre a ustedes en la prensa. Es un cambio de modelo. Nosotros también tuvimos que adaptarnos poco a poco a él, así que pasamos de un ‘boom’ de crecimiento a otra evolución. Las personas, nuestros clientes, van menos a la oficina, ya que se ha producido un ‘boom’ de la banca por internet. Este es un proceso que aún seguirá. Es otro escenario.

Pero eso ahora no le toca gestionarlo. Ahora ejerce usted como presidente de la Fundación Ibercaja, accionista mayoritaria del banco y heredera de lo que en la época de las cajas de ahorro se denominaba Obra Social.

Es un puesto precioso, sobre todo teniendo un buen director general como el que tengo. Naturalmente, la fundación tiene una función financiera, no olvidemos que tiene el 88% de Ibercaja Banco, pero yo duermo muy tranquilo con el consejero delegado (Víctor Iglesias), con el presidente (Francisco Serrano) y con el Consejo de Administración que tiene. Independientemente de esa función económica a través del banco está la acción social. ¿Por dónde van los tiros? Primero, como compromiso social, este y la educación han sido los dos temas prioritarios de las cajas. Porque estas han cubierto las necesidades que no cubre el Estado. Hoy, por ejemplo, uno de los peores datos que tenemos en la economía española es el paro juvenil, los que tienen entre 16 y 24 años, que se eleva hasta cerca del 30%, y si me voy al otro lado, entre los mayores de 64 años el 30% tienen alguna discapacidad y además el 11% viven solos en casa. Por ello hay una serie de temas en los que hay que estar. Por un lado, hay que seguir trabajando para fomentar el empleo, el emprendimiento y la formación, y por el otro está el compromiso social. Junto a eso está el tema de la cultura, que es un concepto muy amplio, pero nosotros tenemos dos ejes directores: uno es el que tiene que ver con la figura de Francisco de Goya y otro es Aragón, en concreto la defensa de su cultura y su patrimonio.

Y ahí está también el lanzamiento de su proyecto ‘estrella’ Mobility City en el Pabellón Puente de Zaha Hadid de la antigua Expo, inaugurado en febrero pasado después de los retrasos para su puesta a punto causados por los efectos de la pandemia de la covid-19 y que cuenta con muy buenas expectativas.

Precisamente, una característica que ha marcado y diferenciado siempre la actividad de la entidad ha sido la promoción de proyectos estratégicos que animen el crecimiento económico y social de la tierra. Ahí encaja Mobility City, una apuesta fuerte, cuyo inicio ha sido potente. El objetivo es convertir a Zaragoza en un referente en movilidad, en investigación y lo que supondrá la realidad de la nueva movilidad sostenible más allá de tener un museo. Tener un ‘hub’ de investigación, por decirlo de alguna manera.

(En una entrevista con este diario realizada precisamente tras la inauguración de esa nueva instalación, Franco quiso dejar muy claro que aunque este es un proyecto liderado por la Fundación Ibercaja, ha contado con el apoyo del Gobierno de Aragón, en su momento con Javier Lambán, para sacarlo adelante. La DGA, precisó, se encargó de la puesta a punto de todo el edificio, los techos, los cristales… El Ayuntamiento de Zaragoza, asimismo, vio desde el principio que esto era bueno para la ciudad).

¿Cómo puede influir la Fundación Ibercaja en el banco, aunque la gestión vaya sola, en su prevista salida al mercado bursátil?

Una cosa es la gestión y otra es el tema de la salida a Bolsa. Ese tema es del accionista. La ventaja que tenemos es que yo he sido cocinero antes que fraile. Yo he sido siempre un defensor de la independencia de la entidad, y en ese sentido la función de la fundación del banco es velar porque vaya bien. En tanto vaya bien de acuerdo a sus objetivos, bien. Si no, habrá que cambiar. Nuestra función es nombrar consejeros y esos actúan como tales. La gestión no es papel de la fundación, otra cosa es las acciones.

Como accionistas tienen que cumplir la legislación. La Ley de Cajas de Ahorros y Fundaciones Bancarias fijaba las condiciones para reducir la participación de los máximos accionistas de las entidades.

Sí. Nosotros teníamos la obligación de reducir la participación a no ser que constituyéramos un fondo de reserva para contingencias del banco. Hay un calendario para constituir ese fondo y nosotros tenemos la esperanza, creo que muy fundada por la evolución del banco de que a finales del próximo año o como máximo a principios del siguiente el fondo esté constituido. En ese momento, ya no tenemos la obligación de reducir la participación. Otra cosa es que como entidad sí que pueda interesar en un momento determinado el salir con un pequeño paquete a bolsa. ¿Por qué? Porque las crisis se repiten y quién nos dice que no puede venir una crisis y necesitemos una ampliación, porque nosotros tenemos Goyas, pero no capital para ampliar. Pero siempre y cuando lo que salga a bolsa sea pequeño y que la fundación siga siendo la accionista de referencia y los que nos acompañen sigan la línea de acción social y nuestra razón de ser.

Siempre defendiendo que sea un banco con espíritu de caja, como ha dicho en numerosas ocasiones, aunque ya eso casi ni se menciona.

Una caja que tiene que hacer de banco.

¿Cómo ve la economía en estos momentos?

Yo soy relativamente optimista. El punto de partida no es malo. Nosotros estamos a nivel europeo en PIB per cápita. La mayor lacra de la economía es el paro, pero aquí estamos varios puntos por debajo. Hemos vivido unos años en pandemia sufriendo menos que la media, pero es verdad que un sector estratégico como la automoción ha tenido problemas en las cadenas de suministro y por la caída de exportaciones, pero eso se está superando. Somos de las primeras autonomías en recuperar el PIB anterior a la pandemia. El mayor problema de las pymes es la inflación. Tienen dos objetivos: reducción de costes y crecimientos. En ese aspecto, esta región siempre ha sido exportadora. Con el proyecto de Mobility manifestamos nuestra apuesta por un sector, el de la automoción, que tiene su importancia en Aragón con la presencia de General Motors (hoy Stellantis) de la misma manera que hemos apoyado iniciativas en logística, un campo que en esta región es importante: luego está también la apuesta por el turismo.

¿Y España?

España, por un lado, tiene hoy un punto en contra de su crecimiento que es el tema de los tipos de interés, que parece que seguirán subiendo.

¿Defiende que los bancos centrales mantengan esa política de incremento de los tipos?

Yo creo que continuarán con esas subidas porque es una herramienta para luchar contra la inflación utilizando política monetaria, y en tanto en cuanto no se vea que esas subidas no pongan en riesgo el crecimiento económico no van a parar. La inflación y las evolución de los tipos de interés son muy negativas para la economía. Y aunque es verdad que la inflación parece que baja, los alimentos siguen estando caros. Pero en cambio hay aspectos de la situación económica que son positivos, por ejemplo el efecto de rebote del turismo. Luego también tendremos que ver si se acelera la llegada de los fondos Next Generation de la Unión Europea. Otra cuestión importante es la evolución de las tasas de paro, que han bajado. Todo además se está produciendo en un entorno en el que hay riesgos geopolíticos que tienen sus efectos en la economía, en la europea y en la española.

Usted es optimista en todo caso y considera que la economía no irá mal.

Sí, estoy convencido de que hay que serlo, este país ha salido de peores momentos.

Motor de impulso a la economía

Pocas personas han contribuido tanto al desarrollo de la actividad económica en Aragón como Amado Franco Lahoz, cuya trayectoria profesional va muy directamente ligada a la evolución de Ibercaja a lo largo de las últimas décadas, primero como caja de ahorros y, tras la reestructuración financiera registrada en España tras la crisis causada por el ‘crack’ de la construcción y el sector inmobiliario, como banco.

En la carrera de Franco, y por tanto en la historia de Ibercaja, sus más cercanos colaboradores ven con claridad tres momentos relevantes: Su nombramiento como director general de la caja de ahorros en 1987, su llegada a la presidencia de la entidad en 2004, y el fin de su mandato en este puesto en 2017, con una transición en el equipo directivo muy bien planificada que dio paso después a su designación como presidente de la Fundación Ibercaja, actual socia mayoritaria de Ibercaja Banco.

Amado Franco llegó a la dirección general de Ibercaja en 1987, año en el que la entidad impulsa un cambio de imagen que va mucho más allá de un lavado de cara y una forma de presentarse ante públicos más amplios. Emprende entonces la caja de ahorros una expansión nacional en la que Madrid y el Arco Mediterráneo se convierten en regiones e implantación importantes, siendo conscientes de que ante la imposibilidad de ganar aún más cuota de negocio en Aragón, el crecimiento pasaba por conquistar territorios donde el desembarco de una entidad de sus características sería muy bien recibido.

En mayo de 2004, con 34 años ya de trayectoria en la entidad, Franco accedió a la presidencia de Ibercaja en sustitución de Manuel Pizarro, que se centró entonces en presidir Endesa, donde vivió un periodo profesional de gran intensidad, con opas incluidas. Este último presentó a su sucesor como «la persona adecuada para la transición tranquila». El deseo expresado por el nuevo ‘número 1’ de Ibercaja era el de «mantener y fortalecer el compromiso de la caja con el desarrollo económico y social del territorio donde actúa», para que la entidad «continúe siendo una referencia de primer nivel y líder tanto en su vertiente financiera como en su función social».

Preguntando entonces por este diario por sus objetivos para la etapa que iniciaba en aquel momento, Amado Franco reconocía "no ser original". Su tarea principal, apuntó, era "ser consecuente con la razón de ser de la Caja". Y precisaba: "Los estatutos, en su artículo segundo, dicen que la finalidad de esta empresa es ‘promover el ahorro con condiciones de rentabilidad’. Eso quiere decir que el señor que ahorra nos pide eficiencia y productividad ‘en condiciones de máxima seguridad’. El ahorrador nos confía sus ahorros y quiere que estén seguros. Y todo eso, ¿para qué? Para contribuir al desarrollo socioeconómico de las zonas de actuación. La vertiente financiera nos está diciendo que tenemos que ser solventes, competitivos, eficaces, rentables... ¿Para qué? No para repartir dividendos por ahí, sino para promover el desarrollo social. Pues si ésta es la finalidad de la Caja, esto es lo que tenemos que hacer".

Desde ese momento, Franco hizo un buen tándem con José Luis Aguirre como director general en un periodo marcado en parte por el ‘boom’ de la construcción, que aunque disparó índices económicos que generaron un gran optimismo, generó una burbuja financiera de la que no muchos se percataron en su día. El liderazgo de ambos fue decisivo en una política de prudencia que contrastó con lo que ocurrió en la mayoría de las cajas de ahorros, que concedieron créditos sin conocimiento que se convirtieron a la larga en determinantes para su desaparición. Conscientes de la realidad, la sensata gestión de la primera entidad financiera aragonesa le permitió sobrevivir a la que muchos denominaron una ‘gran recesión’.

En febrero de 2017, Amado Franco dejó la presidencia de Ibercaja después de compaginar unos años -hasta 2016- la presidencia del banco (creado en 2011 y al que se traspasó toda la actividad financiera) y la de la Fundación Ibercaja en la que se había convertido la caja de ahorros. En 2013, él estaba al frente de la entidad cuando Ibercaja absorbió Caja3 (CAI, Círculo de Burgos y Caja Badajoz), lo que le convirtió en ese momento en el octavo grupo bancario de España, líder en sus territorios tradicionales y con una sólida posición en Madrid y el Arco Mediterráneo. Todo ello lo hizo manteniendo una prudente implicación en grandes proyectos de desarrollo, entre ellos la adquisición de los terrenos para que Zaragoza albergara en 2008 la Exposición Internacional.

En diciembre de ese mismo 2017, Franco Lahoz fue designado presidente de la Fundación Ibercaja, momento en el que cogió el relevo de Honorio Romero, que había ejercido el puesto desde el año anterior. En estos últimos siete años, con la confianza total en el equipo directivo de Víctor Iglesias como consejero delegado al frente del día a día del banco, Franco ha representado los intereses del accionista mayoritario de la entidad financiera (en la que tiene cerca del 88% del accionariado) con la sabiduría de quien fue «cocinero antes que fraile», como dice él mismo. En este tiempo ha podido liderar el proyecto de Mobility City, una flamante realidad materializada en el Pabellón Puente de la Expo este año.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión