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Manuel Valiente: "España, si quisiera, podría ser un referente a nivel de investigación"

El jefe del grupo de Metástasis Cerebral del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (Zaragoza, 1980) ha recibido el XVIII Premio a la Investigación Biomédica de la Fundación Banco Sabadell.

Manuel Valiente, en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, el pasado jueves en Madrid.
Manuel Valiente, en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, el pasado jueves en Madrid.
Enrique Cidoncha

Lo primero, enhorabuena.

Muchísimas gracias.

El galardón de la Fundación Banco Sabadell es muy relevante.

Es muy particular porque se enfoca en una etapa de la carrera científica que es jefes de grupo que estén trabajando en España y tengan en torno a los 40 años. Consolida un laboratorio con unos niveles de excelencia altos y que haya contribuido de una manera muy significativa al problema que estudia. Para mí, ha sido un honor.

¿En qué punto se encuentra su investigación sobre metástasis cerebral?

Estamos en el mejor momento de laboratorio. Llevamos ya 8 años desarrollando esta línea de investigación y nos ha ido muy bien. Hemos logrado publicar nuestros proyectos iniciales en revistas científicas de muy alto impacto. Ahora estamos empezando una siguiente fase de proyectos, que también están yendo muy bien. Estoy supersatisfecho con el laboratorio, como están yendo las cosas y la trascendencia de los proyectos que desarrollamos. Somos un laboratorio de investigación básica; estudiamos la biología de un proceso en proceso patológico, que es la metástasis en cerebro, que se conoce muy poco. Nuestro compromiso, interés y preocupación es intentar ser excelentes desde el punto de vista de cómo hacemos preguntas y las contestamos de esta biología que no se conoce, pero siempre mirando en qué partes tienen posibilidades de ir penetrando en el campo más clínico.

¿Qué nuevas oportunidades terapéuticas se abren con sus investigaciones?

Tenemos dos proyectos que se han trasladado a ensayos clínicos. Uno es una nueva manera de tratar la metástasis cerebral. Hemos encontrado un tipo de célula del cerebro, que se llama astrocito, que es modificado por la presencia de la metástasis y esa modificación es clave para que el astrocito en vez de hacer lo que tiene que hacer, haga lo que la metástasis, entre comillas, le dice. Hemos usado un fármaco que borra la identidad mala que le transmite la metástasis. El tratamiento es pionero porque trata la metástasis de manera indirecta, atacando a ese microambiente anómalo del cerebro. Y el otro ensayo tiene como objetivo personalizar el tratamiento de radioterapia

Con 42 años ya tiene una trayectoria científica muy relevante. Supongo que se construye con mucho esfuerzo y motivación.

Todo eso y mucho más. En la carrera científica siempre hay un componente de suerte. Luego, por supuesto, la dedicación es absolutamente necesaria. El tercer componente es el contexto, el laboratorio no es solo el investigador principal o jefe de grupo sino un equipo. Ahora mismo somos 15 y cada una de esas personas hace que la máquina funcione de la manera más eficiente, con la mayor productividad y tratando siempre de buscar la excelencia. Y en el plano personal, tener una familia que te está apoyando desde que uno era estudiante de doctorado, luego de postdoctorado y ahora la etapa de Madrid.

Usted es un ejemplo para jóvenes investigadores, qué consejo les daría para labrarse una carrera como la suya?

Lo que veo y compartido con muchos colegas que tienen laboratorios es que la gente se echa un poco para atrás respecto a la carrera investigadora. Muchos de nuestros estudiantes de doctorado no se lanzan a esa siguiente fase que sería el postdoctorado. Mi consejo es que no se dejen influenciar demasiado por lo complicado que pinta la carrera científica. Es importante que se lancen; hay muchas carreras que se cortan antes de tiempo.

¿Siempre quiso ser neurocientífico?

No. Nunca tuve vocación científica. Estudié Veterinaria porque quería ser veterinario clínico de pequeños animales. Empecé a hacer mis pinitos en laboratorio, primero en la Universidad, y luego tuve la suerte de cruzarme con el que fue el director de mi tesis doctoral, Óscar Marín. Ahí me di cuenta que aquello era lo que iba buscando y me gustaba: la profundidad de conocimiento, dedicarte plenamente a estudiar un problema desconocido, darme cuenta de cómo el cerebro se construye y las implicaciones que tiene… Poco a poco fui viendo que me interesaba mucho hacer esta carrera científica.

Estudió en la Universidad de Zaragoza, se doctoró en el Instituto de Neurociencia de Alicante y se marchó a Nueva York para su formación de postdoctorado. ¿No le tentó quedarse en Estados Unidos?

Cuando me empecé a plantear la posibilidad de irme del laboratorio en el que estaba, de Joan Massagué, este me ofreció quedarme más tiempo para acabar una serie de cosas. Tenía muy claro que había llegado el momento de que me iba a llenar más perseguir las ideas independientes que tuviera respecto a las preguntas sobre metástasis en el cerebro. Mandé solicitudes a múltiples instituciones de todo el mundo, no apliqué solo en Madrid. Y digamos que el sitio donde di la mejor opción fue en España y aquí es donde me vine.

¿España trata bien a sus científicos?

La atracción de personal es muy deficitaria. Es verdad que ha habido estrategias que han tenido un éxito evidente, como son las que han surgido desde Cataluña y el País Vasco, con Ikerbasque. Y, más recientemente, en Aragón también se está desarrollando una estrategia para atraer gente e intentar que se desarrolle y consolide un grupo de investigación. España, si quisiera, podría ser un referente a nivel de investigación porque lo tiene muy fácil. La calidad de vida y las condiciones que tenemos las quiere todo el mundo, lo que falta es tener la ambición para que crezca en esa dirección.

¿Cuál sería el culmen de su carrera?

Ahora mismo, si cualquiera de los dos ensayos clínicos funcionara me daría por satisfecho. Esto lo digo ahora; seguramente cuando esa ocurra quiera ir a por lo siguiente.

¿Cuáles han sido sus referentes a nivel científico?

Sin lugar a dudas al que considero mi referencia absoluta es al director de mi tesis doctoral. Con él aprendí el método científico de trabajar. Luego Massagué me enseñó a ganar independencia y cómo planificar los experimentos, los proyectos, etc. Y todos los científicos que estaban en el jurado del premio Banco Sabadell. Para mí, es increíble ese reconocimiento de los propios colegas. Y, en el terreno personal, mis padres han sido una fuente de valores. Eso está firmado a fuego y me acompaña durante toda la vida. Incluso en el plano profesional uno siempre tiene que estar guiado por unos valores. 

¿Qué valores le transmitieron?

El ser una persona humilde, la generosidad que tenían por nosotros siempre ha estado ahí y la empatía también es algo muy importante. Luego, por supuesto, la capacidad de trabajo. Me sugirieron que fuera médico y con el paso del tiempo a lo mejor tenía que haberles hecho caso. Aunque ellos no estuvieran de acuerdo, me dejaron seguir por el camino de ser veterinario. Creo que es muy importante saber escuchar y dar la opinión, pero si la gente está tan convencida de algo hay que intentar darles alas para que puedan seguir creciendo.

Reside en Madrid, pero ¿no habrá olvidado su raíces y visitará alguna vez Zaragoza, no?

Tengo dos hermanos en Zaragoza y de vez en cuando les voy a visitar. Por supuesto, tengo a mis amigos de la infancia que siguen siendo una piña inquebrantable. A pesar de que no doy todas las señales de vida que debería, en el momento en que estoy ahí y les mando un mensaje enseguida están disponibles. Es una maravilla tener amigos así. Y también los de la carrera.

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