De Gambia a Zaragoza para operarse a corazón abierto: "Era necesario para seguir viva"

Sarjo Bangura, de 15 años, sufría una cardiopatía y ha sido intervenida en el hospital Miguel Servet.

Sarjo Bangura posa en el centro de Zaragoza junto a su madre de acogida, Blanca Izuel. guillermo mestre
Sarjo Bangura posa en el centro de Zaragoza junto a su madre de acogida, Blanca Izuel. 
Guillermo Mestre

Sarjo Bangura, natural de Gambia, es una adolescente muy sonriente y extrovertida. Sin embargo, cuando llegó a España -hace unas semanas- estaba nerviosa y asustada. Viajó por primera vez en avión, sin su familia, y no precisamente para pasar un tiempo conociendo el país. 

Sarjo aterrizó en Zaragoza para someterse a una operación a corazón abierto en el hospital Miguel Servet. Su madre no pudo estar a su lado ni antes, ni durante ni después de la operación -los gambianos adultos no reciben visados-, pero no ha estado sola. Una familia aragonesa y otros voluntarios de Infancia Solidaria no se han separado de ella.

La joven gambiana de 15 años vive en la zona de Sibanor, con su madre, sus abuelos y otros familiares. "Mi madre se divorció y mi abuelo es el que me ha sacado adelante (económicamente). Tiene tres mujeres, que a su vez tienen también hijos. Vivimos todos juntos, somos unas diez personas", explica. Allí, los recursos son limitados, especialmente los sanitarios. 

"He sufrido mucho porque no podía casi respirar. Era como estar en un incendio todo el rato"

Un día, tal y como relata Sarjo en inglés, se desmayó en clase: "Todo el mundo creía que había fallecido", recuerda. Le llevaron a un pequeño centro hospitalario que hay cerca de donde reside para averiguar qué le sucedía. "Desde entonces, no he vuelto al colegio. He sufrido mucho porque no podía casi respirar. Era como estar en un incendio todo el rato", lamenta Sarjo.

Más tarde acudió al hospital de la ciudad y le realizaron diferentes pruebas. La noticia que recibió la familia no fue la mejor, precisamente. "Tenía que someterme a una operación que no hacían en mi país y era necesaria para seguir viva", asegura Sarjo. Y en ese momento apareció la ONG Infancia Solidaria, que tiene como cometido principal trasladar a España a niños que necesitan una cirugía que en su país de origen no se realiza. Los médicos del hospital Miguel Servet de Zaragoza revisaron las pruebas y vieron posible llevar a cabo con éxito la intervención que necesitaba.

Sarjo Bangura posa en el centro de Zaragoza junto a su madre de acogida, Blanca Izuel. guillermo mestre
Sarjo Bangura posa en el centro de Zaragoza junto a su madre de acogida, Blanca Izuel. 
Guillermo Mestre

Sarjo hizo las maletas y voló a España acompañada de una sanitaria. "Estaba muy asustada porque no venía ningún familiar conmigo", admite. Al llegar a la capital aragonesa, Blanca Izuel, junto a su marido Aurelio Colom y sus dos hijos, Diego y Marcos, de 19 y 15 años, le estaban esperando. De un día para otro, la joven pasó a ser un miembro más de la familia, su familia de acogida.

"Para mí no ha sido un acto de solidaridad, porque eso significa dar algo sin recibir nada a cambio. Con Sarjo he recibido más de lo que he dado"

Tras varias visitas médicas en Zaragoza, Sarjo ya estaba preparada para que los especialistas le pusieran una prótesis en una de las válvulas del corazón. "La paciente necesitaba un reemplazo valvular mitral. Esa válvula se tiene que abrir y cerrar de forma acompasada para que la sangre pase y luego no retorne. Cuando una persona sufre una enfermedad valvular reumática, dichas válvulas se van endureciendo y les cuesta abrirse y cerrarse, incluso pueden llegar a calcificarse", explica el jefe de cirugía Cardiovascular del Hospital Miguel Servet, Carlos Ballester. 

Todo ello provoca "fatiga y aumenta la presión pulmonar". "Hay niños que no pueden ni ir al colegio", corrobora este profesional. Si no son intervenidos, apunta, "el futuro de estos pacientes es morir, porque no se corrige solo". "Los niños africanos suelen venir con cardiopatías avanzadas. En España se habrían sometido a la operación antes de cumplir un año, y ellos aquí ya llegan siendo más mayores. Es decir, llegan más graves", puntualiza.

El día previo a la operación de Sarjo, cuenta la madre de acogida, "fue uno de los más duros". "Los médicos nos informaron de que existían dos opciones: colocar una prótesis biológica o una mecánica. La primera tendría que ser cambiada a los 10 años y la segunda era para toda la vida, pero se tenía que olvidar de ser madre", declara Blanca. 

Las prótesis orgánicas, explica Ballester, suelen utilizarse para pacientes mayores de 70 años. "Al fin y al cabo, a los siete, ocho o diez años hay que volver a ponerla. En el caso de las mujeres es una decisión más compleja si quieren tener hijos. No es que no pueda ser madres -sigue teniendo su aparato reproductor-, pero tienen que tomar un anticoagulante, en este caso simtron, y pueden sufrir efectos teratogénicos -malformaciones en el feto-. Tampoco es aconsejable porque se suelen tener más problemas de sangrado o desprendimientos", argumenta. 

Sarjo Bangura posa en el centro de Zaragoza junto a su madre de acogida, Blanca Izuel. guillermo mestre
Sarjo Bangura posa en el centro de Zaragoza junto a su madre de acogida, Blanca Izuel. 
Guillermo Mestre

Entre lloros, Sarjo, su madre (desde la distancia) y los especialistas tuvieron que tomar la decisión. "Tenía que ser la mecánica porque dentro de 10 años no sabemos si se podrá volver a operar. Y no estamos hablando de cualquier cirugía, es a corazón abierto, con una herida que va de encima del pecho al ombligo", expone Blanca.

Tras pasar por quirófano, permanecer en la Unidad de Cuidados Intensivos una semana y después, varios días en planta, Sarjo salió del hospital Miguel Servet con su válvula nueva. Durante el proceso, estuvieron implicados los servicios de Cirugía Cardiovascular, Cardiología, Anestesia y UCI pediátrica. A día de hoy, explica el especialista, no existe lista de espera para cirugías cardiovasculares pediátricas.

Ahora sí, los médicos ya han realizado todos los chequeos, por lo que Sarjo regresa este jueves a su país. "Me gustaría quedarme más tiempo aquí. Blanca, su marido y sus hijos ya son mi segunda familia. Han sido muy amables y buenos conmigo. Estoy muy agradecida, tanto a la ONG y a los médicos como a la familia por todo lo que han hecho por mí", reconoce Sarjo.

"Los niños africanos suelen venir con cardiopatías avanzadas"

Para Blanca, acoger a la joven ha sido "un regalo". "Para mí no ha sido un acto de solidaridad, porque eso significa dar algo sin recibir nada a cambio. Con Sarjo he recibido más de lo que he dado", apostilla, aunque que lamenta que no se pueda quedar más días en Zaragoza. "Me da mucha pena que se tenga que ir ya, pero seguiremos en contacto. Yo quiero ir allí y si ella quiere venir a estudiar aquí, yo estaría encantada. Ella quiere estudiar Medicina", apostilla, orgullosa.

La labor de Infancia Solidaria

La ONG, explica Pilar Alejandro, responsable de Infancia Solidaria en Aragón, "se dedica a traer niños de países en vías de desarrollo que necesitan operarse". En la Comunidad, las cirugías se realizan en el hospital Miguel Servet de Zaragoza y, por el momento, han pasado por el quirófano 13 menores. El 95% de ellos sufren cardiopatías, aunque el año pasado también intervinieron a un pequeño de dos años con elefantiasis, una deformación de las manos que le desequilibraba y le impedía andar. 

"La DGA permite operar a cinco niños al año llegados de otros países, la mayoría de África. Se les brinda así una oportunidad de vivir porque es muy injusto que haya niños que mueran por no poder pasar por quirófano", especifica. La mayoría llegan a España con sus familias, a excepción de Sarjo y otro niño por una cuestión de visados. "Es muy duro para ellos venir solos", sostiene.

"La DGA permite operar a cinco niños al año llegados de otros países, la mayoría de África"

Los socios de Infancia Solidaria son niños, explica. "Los padres o abuelos les inscriben en ella y pagan la cuota. "Cada 3 meses, los niños socios reciben la información de los menores que han venido a operarse y los que se marchan ya curados. Es una forma de que vean otra realidad…", argumenta.

En esta ONG, especifica, existen varias formas de colaborar: "Haciendo socios a los niños, apadrinando a algún crío que viene a operarse (es decir, pagando los billetes de la madre y el hijo), con donaciones puntuales, como familia de acogida de la madre y el niño o colaborando en el acompañamiento hospitalario", enumera.

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