comarca de tarazona y el moncayo

El Buste ofrece trabajo y casa gratis: "El pueblo sin bar está perdido"

El municipio busca una pareja que pueda llevar el 'teleclub', preferiblemente con niños, para tratar de salvar también el transporte escolar.

REPORTAJE SOBRE DESPOBLACION EN EL BUSTE _ 20-04-2023 _ FOTOS_ FRANCISCO JIMENEZ[[[FOTOGRAFOS]]]
Este es el bar de El Buste que ofrece trabajo y casa
Francisco Jiménez

 José Ángel Villalba no ha dejado de responder llamadas desde que hace tres días lanzara el anuncio de que el Ayuntamiento de El Buste buscaba trabajadores para llevar el bar de la localidad y se ofrecía casa gratis. El alcalde de este pequeño municipio, perteneciente a la comarca de Tarazona y el Moncayo, a una hora de la capital aragonesa, lleva varias citas concertadas con aspirantes que han llegado de Zaragoza y el entorno, pero también ha tenido personas interesadas de Córdoba, Sevilla, Soria, Tudela y el extranjero.

"Igual me han llamado 300 personas", ha asegurado este jueves en el establecimiento, algo abrumado por la respuesta. Ha hablado por teléfono con Francia y Rumanía. "He quedado con 15 o 20 personas estos días", calculó. Este viernes van tres personas más a ver el bar y el pueblo.

De 300 a 40 habitantes

Los anuncios de empleo y vivienda se han hecho tristemente frecuentes en los lugares que luchan por atraer a familias jóvenes con las que combatir la despoblación. Y también los dirigidos específicamente a salvar el bar, que se convierte en muchos de ellos en el único punto de encuentro. Su importancia ha llegado incluso al Congreso de los Diputados, que ha admitido considerar de interés general a los bares de los pequeños núcleos rurales.

En el caso de El Buste, quieren conseguir "matar dos pájaros de un tiro", asegura. Por un lado, mantener abierto el 'teleclub' y, por otro, conservar el transporte escolar subvencionado por el Gobierno de Aragón si atrae a una pareja con hijos. 

Como ocurre en otros municipios de la España vaciada, el municipio se llena en verano.  Su récord de visitantes se alcanza en las fiestas de agosto de la Virgen de El Buste y San Roque, las que disfrutaban cuando el año pasado las llamas calcinaron 6.000 hectáreas en la zona del Moncayo, que llegaron a las puertas del pueblo.

El resto del año hay apenas 40 busteños viviendo, aunque censados aparezcan casi 70. "Los contamos el otro día", asegura Faustino Sanz, el actual encargado del establecimiento, al que los que entran llaman Tino. El bar se encuentra situado a la entrada del pueblo, con terraza y vistas a la naturaleza, y muy cuidado. Hasta ahora el Ayuntamiento siempre había encontrado a alguna persona de los municipios cercanos, Borja (a 17 kilómetros) o Tarazona (13,6 kilómetros) para hacerse cargo de él.

Tino, de 51 años, ha estado detrás de la barra en los últimos cuatro años, pero no podrá desde junio. Estudia Teología en Pamplona y se prepara para ser profesor de religión. Su madre era de El Buste aunque se marchó a Mallén y allí nació él. Los veranos de su infancia los recuerda jugando en las calles del pueblo, que llegó a tener más de 350 vecinos. Esta es la cifra que calcula Antonio Gil, agricultor retirado, de 82 años, que rememora también aquellos años previos a la emigración a la ciudad. "Yo he conocido aquí tres bares", afirma, para dar idea de la vida que había, sentado delante de su café.

Sin niños

"Aquí se ha vivido siempre del campo. En cada familia había tres o cuatro hijos", añade. Detrás de él cuelga una foto sepia, tomada en plena la naturaleza, con las rocas que rodean la entrada del pueblo, en la que se ve a una treintena de chicos y chicas. Está fechada en el curso 1963-1964. Hoy solo quedan cuatro niños y hace ya unos 50 años que se cerraron las escuelas. "Yo fui hasta los siete años y luego nos mandaron a todos a Borja", recuerda el alcalde, que ahora tiene 57 años. Espera que termine cogiendo el bar una familia con niños que rejuvenezca el pueblo.

Solo otro cliente toma café y el camarero aprovecha para abrir el ordenador y estudiar. Toni asegura que hay trabajo los fines de semana y en verano hace falta más de una persona para llevarlo. Los sábados y domingos se convierte en punto de encuentro de amantes del senderismo, las rutas en bicicleta o moto y la escalada. "Tenemos médico dos días a la semana, correo todos los días y Borja y Tarazona están a un paso", dice sobre los servicios que ofrece el pueblo a quienes se instalen. 

Sin embargo, reconoce que "es necesario tener coche", porque solo hay autobús un día a Tarazona. Además, "el inverno es más crudo", confiesa.

Más visitas tras la pandemia

El alguacil Ángel Arriazu, que llegó hace ochos años de Navarra, entra al bar y se suma a la conversación. Asegura que no se aburre. "Siempre hay alguna cosa que hacer", afirma. Desde la pandemia de covid cree que ha vuelto al pueblo buscando naturaleza "gente que hacía años que no venía", pero solo los festivos. El entorno todavía se recupera del incendio del verano pasado en el Moncayo.

Antonio también tiene siempre faena. En su rutina diaria figura dar vuelta por la mañana a su campo de almendros y hacer alguna labor. Nadie le daría la edad que tiene. Por la tarde toma café en el bar. "Charras un poco y luego igual te tomas una cerveza", cuenta. La pena es que le cuesta encontrar parejas para jugar al guiñote. Hasta no hace mucho tiempo "salían tres mesas", calcula, y ahora sacan una a duras penas.

"El pueblo sin bar está perdido", dice Toni, que espera que las entrevistas del alcalde den sus frutos pronto. Antonio, matiza y sentencia que "un pueblo sin bar está muerto".

 

 

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