NAVIDAD

¿Cuánto tiempo estamos dispuestos a hacer fila para comprar lotería?

La 'psicología de la espera' no funciona en lo que al Gordo de Navidad se refiere: para muchos hacer cola forma parte de la tradición.

Imagen de archivo de la venta de lotería en la administración El Pilar.
Imagen de archivo de la venta de lotería en la administración El Pilar.
Guillermo Mestre

En Zaragoza no es tan exagerado como en Madrid o en Sort, pero estos días ya se ven filas a las puertas de las administraciones de lotería de la calle Alfonso, Don Jaime, el Coso… Los que han apurado más de la cuenta para hacerse con un décimo de Navidad saben de antemano que tendrán que invertir unos preciosos minutos para hacerse con su papeleta. ¿Cuánto estamos dispuestos a esperar hasta que nos llega el turno? ¿Cómo reaccionamos cuando vemos que la fila da la vuelta a la manzana?

La paciencia no es uno de los fuertes de los españoles y el 85% de los clientes desiste de entrar a un comercio si ve que hay cola o esta es demasiado larga. Sin embargo, la magia de la Navidad obra el milagro porque para comprar lotería se superan los diez minutos de media que se soporta en una cola sin ponerse irascible. ¿Por qué? Dos son los motivos principales: el deseo ineludible de conseguir un número determinado (que no se puede coger en otra administración) y el hecho de que algunas personas consideran “parte de la tradición navideña” esperar en la fila de las administraciones. 

Colas en Doña Manolita, a la derecha se ven las instrucciones del sistema de espera 'online'.
Colas en Doña Manolita, a la derecha se ven las instrucciones del sistema de espera 'online'.
Eduardo Parra

"Es como si fuera una superstición más", comenta la psicóloga Raquel Aguilar, conocedora de muchos de los rituales a la hora de comprar lotería. "Cuando asumes que vas a estar largo tiempo en una fila, lo único que deseas es que la recompensa final sea equitativa y, por supuesto, que se respeten los turnos", afirma. A orillas del Ebro, en cualquiera de las administraciones con más demanda, es raro tener que esperar más de veinte minutos para alcanzar la ventanilla. Sin embargo, en Madrid -pongamos de ejemplo  Doña Manolita- hay esperas de una y hasta dos horas que serían evitables. La administración articuló hace ya cuatro años un sistema vía SMS que actualiza la también muy española tradición de “coger la vez”. Así, hace una fila ‘online’ y avisa al interesado cuando quedaban 15 minutos para poder ser atendido y que no pierda  toda la mañana. Este ingenio, no obstante, no llega a cuajar del todo porque hay mucha clientela que prefiere seguir haciendo fila en la calle “por tradición”. 

En la céntrica administración de la capital la fila para hacerse con un décimo estos días se alarga hasta cinco calles. En Zaragoza, el récord hasta la fecha se establece en unos 100 metros de fila ‘india’, que son los que irían -por ejemplo- de la administración de Don Jaime 11 hasta el cruce con la calle de San Jorge. Dicen los loteros, además, que se suelen dar estas filas tanto para el Niño como para el Gordo, dado que los aragoneses somos muy de “comprar a última hora”. Las mejores horas para ser despachados con prontitud son las del mediodía, esto es, entre las 13.00 y las 15.00, que es cuando la mayoría hace una pausa para ir a comer. A primera hora, antes de abrir a las 9.30, es posible que ya haya un grupito de gente esperando, mientras que a última (20.30) surge la incertidumbre sobre si se llegará a ser o no atendido antes de que cierre la ventanilla.

Al año dedicamos entre 18 y 24 horas a esperar el turno en un estadio, una tienda o un aeropuerto

Un estudio de Visa del año 2014 estimaba que en Europa la media semanal de hacer cola está entre los 7 y los 10 minutos semanales. Esto implica que al año dedicamos entre 18 y 24 horas a esperar el turno en un estadio, una tienda, un aeropuerto… Esas cifras, no obstante, no son aplicables a la época navideña y deberían ser también revisadas tras una pandemia en la que la distancia social y el desconfinamiento escalonado hizo que las filas se convirtieran en algo muy cotidiano. “Las colas no están reguladas por leyes ni códigos, por lo que actúan como una costumbre que en el pasado ha resultado útil y eficaz para disminuir la conflictividad”, explica el sociólogo Juan David Gómez-Quintero, sabedor de que existe una especialización en la psicología que estudia el concepto de espera y que explora los procesos mentales y emocionales de las personas que aguardan su turno.

Los comerciantes son conscientes de que “si el servicio es de calidad, seguiremos haciendo cola sin dejarnos llevar por la frustración”, claro que si tras la espera el cajero automático no funciona o el surtidor está vacío… La reacción puede ser furibunda. Hay estudios de la Universidad de Bath sobre 'la rabia de la cola' (cuando se acaba con empujones y discusiones) pero esta rabia también queda tamizada en época navideña al compensarse con otra circunstancia que se da cuando se busca un pellizco del Gordo: 'la envidia preventiva'. Alejandro Aznar, titular de la administración El Rosario, acostumbra a decir que la lotería de Navidad es un sorteo "tradicional, implantando y muy social porque participan equipos de fútbol, cofradías, escolares que preparan sus viajes de estudios…”. 

La gran mayoría de quienes se rascan el bolsillo para adquirir un décimo lo hacen “por ser una tradición arraigada” y cerca del 60% para evitar ver cómo la suerte pasa de largo pero se detiene con amigos y compañeros. Así lo acredita el último Anuario del Juego en España, de Codere y la Universidad Carlos III, que apunta también a que solo el 20% de los ciudadanos permanece ajeno y se sustrae cuando sus compañeros compran lotería de algún conocido, por mucho que este sea el primo de la peluquera que conoció en un taller de ‘ikebana’. Según las estadísticas, existe parte de la población que no juega nada, pero apenas representa un 11%.

Esta presión social también tiene que ver con las filas y los tiempos de espera porque se acude a las administraciones a la caza de números concretos, si bien a veces hay ‘corazonadas’ que hacen cambiar de idea sobre la marcha. “Como se va dispuesto y mentalizado a esperar, lo mejor es tratar de mantenerse ocupado para desesperarse menos”, dice Aguilar, explicitando el motivo por el que todos los que esperan están con el móvil en la mano contestando mensajes o jugando a Candy Crush. Si la recompensa a la espera ha valido o no la pena no se sabrá hasta el día 22.

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