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Las grullas del valle del Jiloca también viajan por mensajería

Marta Collados cose a mano peluches del símbolo de la laguna de Gallocanta en su taller de Odón y los envía a toda España. Las hay de tamaño casi real, pequeño y mediano.

Marta Collados cose a mano peluches del símbolo de la laguna de Gallocanta en su taller de Odón
Marta Collados cose a mano peluches del símbolo de la laguna de Gallocanta en su taller de Odón
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Hace diez años Marta Collados se apuntó a un curso de costura en Calamocha con el objetivo de conocer gente y salir de su rutina. Por aquel entonces, tenía un bebé de meses y se acababa de mudar a Odón, localidad de la comarca del Jiloca (Teruel) donde su pareja tenía (y tiene) granjas y trabajo en el campo. Ella es trabajadora social y había estado empleada en una oenegé. Su vida estaba en Zaragoza pero cuando se quedó sin trabajo decidió formar su hogar en el pueblo. “Mi padre es de aquí por lo que no era algo desconocido para mí pero no es lo mismo ir para las fiestas o los fines de semana que vivir”, asegura Marta, que reconoce que los principios fueron duros.

En la costura encontró su vía de escape. “Siempre ha estado presente en mi casa. La de veces que me habré quejado del ruido de la máquina de coser de mi madre…”, comenta, entre risas. Ahora es ella quien hace ese ruido. “Supongo que lo llevo en los genes porque si no, no me lo puedo explicar. Conforme empecé a aprender, me encantó”, asegura. De aquello han pasado casi diez años y lo que comenzó como una afición ahora es una profesión. Aunque la granja y el campo siguen siendo el principal sustento familiar, el negocio personal de Marta, un taller y tienda de costura creativa, le ocupa cada vez más tiempo. “El boca a boca en el medio rural funciona muy bien y se me va conociendo más y valorando mi trabajo”, explica, orgullosa de cómo está desarrollando su propio camino laboral, el que la hace sentir autónoma e independiente.

Marta Collados, en su taller de Odón donde cose las grullas y otras aves.
Marta Collados, en su taller de Odón donde cose las grullas y otras aves.
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Hace dos años que Marta comercializa oficialmente sus creaciones. Aunque en su catálogo hay mucha variedad, hay algo por lo que se la conoce más, una grulla de peluche que está dando la vuelta a España. “Es el símbolo de esta zona, por la proximidad de la laguna de Gallocanta y, aunque ya tenía en mente crearlas, fue un encargo personal el que me llevó a hacer la primera”, recuerda. Desde aquello, que marcó un antes y un después, su éxito no ha parado de crecer y actualmente vende grullas de tres tamaños. El grande es casi real, con unas dimensiones de un metro diez de alto, aproximadamente. También tiene la opción mediana y la pequeña. “Al principio pensé que mi público objetivo eran los aficionados a las aves que venían a la laguna pero con el tiempo me he dado cuenta de que es mucho más amplio”. De hecho, sus grullas de peluche viajan por toda España y no volando, como las de verdad, sino por mensajería.

Sus creaciones se pueden comprar online (martacollados.com) y tanto las grullas como otros de sus productos se envían a Barcelona, Badajoz, Málaga, Córdoba, Teruel, Zaragoza, Huesca, Valencia… Además, los de la zona o quienes estén de visita encontrarán sus artículos en el Museo del Azafrán de Monreal del Campo, en el Museo del Jamón de Calamocha y en varios comercios, en el albergue Allucant (Gallocanta), en la tienda de alimentación de Bello y en la de Odón y, por supuesto, en su taller. Éste está situado en la planta baja de su casa, aunque los comienzos no fueron allí. “Al principio me instalé en el ático porque solo tenía una máquina de coser básica y poco más. Pero conforme el negocio fue creciendo ya no cabía y acondicioné el garaje para instalarme allí”, explica.

Una grulla, en la puerta de la casa de Marta Collados en Odón.
Una grulla, en la puerta de la casa de Marta Collados en Odón.
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Esto fue el verano pasado, cuando realizó la mayor inversión en el tiempo que lleva dedicándose a esto de la costura. Ahora tiene una máquina de coser industrial que le costó alrededor de mil euros, una remalladora, otra máquina para la personalización de los vinilos y planchas. “A excepción de la obra del garaje, el desembolso ha sido paulatino y, en mi caso, he ido distribuyendo los gastos a lo largo de todo este tiempo”.

Un flamenco está en camino

Ahora que en la laguna de Gallocanta también hay flamencos, Marta tiene un proyecto entre manos, el de empezar a vender peluches de flamenco. “Será el característico de esta zona, no tan rosa como otros”, dice. Desde que tiene la idea hasta que se hace realidad, el proceso es trabajoso. “Primero me inspiro viendo fotos, después estudio las características del animal (cuánto mide y pesa, la largura de las patas…) y luego lo llevo al papel. Voy dibujando los patrones y luego, lo monto. En una primera prueba veo si el cuello tiene que ser más largo o las patas diferentes y voy haciendo modificaciones hasta que doy con el patrón oficial para guardarlo”, explica.

Con el patrón ya cerrado, Marta se dedica a crear grullas para tener stock de cara a la temporada alta, que es los meses de verano y en octubre. Como toda labor artesanal, sus creaciones llevan su tiempo. “Es más laborioso coser las pequeñas y medianas aunque una de las grandes me lleva unas diez horas, es decir, dos días de dedicar mañana y tarde”, explica. Aunque las grullas son su producto estrella y lo que la está dando a conocer, el negocio de costura de Marta comenzó elaborando cosas para bebés, como neceseres, baberos o toallas. Por otro lado, con el tiempo y conforme fue exponiendo sus productos en mercadillos se dio cuenta de que había una gama que se vendía bien en estos espacios. Desde entonces también elabora monederos, fundas para tablet o riñoneras.

En este tiempo, Marta también ha desarrollado una labor asociativa y forma parte de A Mano Rural, la Asociación de Artesanos y Artistas de la Comarca del Jiloca. Además, en su trabajo siempre busca el componente local, tratando de vincular cada creación a la zona, con símbolos como el azafrán o en los nombres de los productos. “Es una cuestión de arraigo y de darnos valor a quienes estamos en el medio rural. A veces no nos lo creemos y siempre estamos esperando a que vengan de la ciudad pero en los pueblos también hay mucho potencial”, defiende, aunque también es consciente de que no es fácil. “Arrancar es difícil y hace falta tener un aporte económico inicial. Además, en mi caso, de hacer algo por afición a que sea un negocio va un trecho muy grande y es duro”, asegura.

Y es que, además de costurera, Marta también es diseñadora, gestora, administrativa… “A veces es un poco agobiante pero cuando ves que van saliendo las cosas te sientes orgullosa”. Orgullosa de estar sacando adelante su negocio en el pueblo, cerca de sus hijos que, por suerte, tienen escuela en Odón. Orgullosa de, además, llevar gran parte de la gestión de la granja y de, si hace falta, remangarse y trabajar en ella. Orgullosa de la decisión que tomó hace diez años y de haber ido dejándose llevar hasta ahora. En este tiempo ha aprendido que el ‘todo ya’ no es posible y que paso a paso sí que se van consiguiendo cosas. “En julio hará dos años que empecé en serio con esto y del nuevo taller hace apenas un año. La paciencia también se trabaja y ahora tengo mucho más”. Como tarea pendiente, Marta tiene en mente mejorar las redes sociales pero, lo primero es lo primero, y tener stock para poder hacer frente a la demanda es ahora fundamental. Así que si alguien busca a Marta, casi seguro la encontrará en su taller de Odón, tras el sonido de una máquina de coser.

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