La energía del zaragozano Manolo Tarazona y su Camino de Santiago a los 86 años

Este aragonés ha logrado la Compostelana en compañía de dos de sus hijas, contagiando con su desbordante ánimo a todos los peregrinos con los que se ha cruzado.

Manolo Tarazona, con la camiseta con la que entró en la plaza del Obradoiro.
Manolo Tarazona, con la camiseta con la que entró en la plaza del Obradoiro.
José Miguel Marco

Cuando Manolo Tarazona entró a la plaza del Obradoiro, le recibió un pasillo de peregrinos y el sonido de las gaitas. Se fundió en un abrazo con sus hijas Raquel y Esther y rompió a llorar. “En ese abrazo estaba toda la familia, tanto los que se quedaron en Zaragoza como los que ya no están entre nosotros”, rememora, aún emocionado. Este vecino de Zaragoza -aunque nacido en Bilbao- completaba así el Camino de Santiago a sus 86 años, un reto al alcance de unos pocos.

Manolo rebosa energía en todo lo que hace. Así que cuando sus hijas empezaron a hablar entre ellas de hacer el Camino de Santiago, se le encendieron los ojos. “Vimos que le gustaba el tema, así que le preguntamos, medio en broma, si se venía con nosotras”, cuenta su hija Raquel. “A mí no me lo preguntes dos veces”, contestó Manolo.

“Le dijimos que se hiciera un chequeo médico por si acaso, salió bien, empezó a entrenar…. Le hacía un montón de ilusión. Al final nos ha arrasado, ha tirado de nosotras en varias etapas”, cuenta su hija Esther. Con ellas dos, que son dos de sus cuatro hijas, Manolo Tarazona ha completado siete etapas del Camino de Santiago, unos 120 kilómetros entre Sarria (Lugo) y Santiago de Compostela, entre finales de mayo y principios de junio.

Muchos de los peregrinos que les acompañaban no daban crédito. “La gente me decía: ‘Pero chaval, ¿tú cuántos años tienes?’”, recuerda. Completaron el recorrido con el grupo ‘Viajeros Canallas’, una empresa que organiza el viaje a miles y miles de peregrinos de España y el mundo todos los años. “Nos dijeron que había sido el más veterano en hacer el Camino con ellos. Se anunciaban diciendo que habían llevado a gente desde 5 a 80 años y lo van a tener que cambiar”, cuentan.

La gente le dio “mucho ánimo” en todo momento, y de hecho varios de ellos pidieron entrar con él en la plaza del Obradoiro. Ese contacto con la gente fue lo que más le gustó: “Hay muchos peregrinos que van al Camino con problemas, allí cada uno tiene una mochila por hacer. Te cuentan sus historias, y te das cuenta de lo importante que es apreciar lo que tienes”.

Este aragonés ha logrado la Compostelana en compañía de dos de sus hijas, contagiando con su desbordante ánimo a todos los peregrinos con los que se ha cruzado.

Cuenta que el momento más duro fue una etapa en la que estuvo tres horas lloviendo sin parar. Especialmente, por el riesgo de resbalón y caída. “El que iba primero decía que teníamos que parar, pero yo les decía que había que ir más rápido para salir de la tormenta”, recuerda Manolo, quien recuerda que se metieron por cuestas “que no terminaban nunca”. Su hija Esther valora que su padre “tiene una energía positiva que contagia”. “Mentalmente es brutal”, valora.

Este zaragozano de adopción siempre ha llevado una vida sana y ha hecho deporte, incluida alguna media maratón cuando era joven. Últimamente andaba habitualmente por la ciudad para desplazarse, pero no era especialmente aficionado a las excursiones. Por eso, tuvo que prepararse para llegar bien al Camino. “He andado mucho por la Expo”, señala. Ahora, ha metido esas caminatas en su rutina diaria, y todos los días camina al menos una hora al punto de la mañana.

Manolo Tarazona, con sus hijas Esther y Raquel.
Manolo Tarazona, con sus hijas Esther y Raquel.
José Miguel Marco

Para él, la receta para llegar con esa energía a los 86 años es “querer y ser útil a los demás”. Después de jubilarse -tenía una empresa de fontanería-, Manolo Tarazona decidió volcar su energía en ayudar. Lo hizo a través de varios voluntariados. Fue muy activo durante más de 20 años con Afedaz (Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer), estuvo en la Expo 2008 y aún hoy todavía acude todos los jueves a Alcohólicos Anónimos. “Fui de voluntario porque una persona cercana tuvo problemas con el alcohol. Yo estoy con los familiares, hablo con ellos, les escucho y les digo que si la persona en cuestión no se quiere curar, al menos ellos sí pueden hacerlo. Cuando consigues sacarles una sonrisa, eso no se paga con dinero”, relata.

Enfilando ya los 90 años, Manolo transmite que en esta vida “todo se puede hacer”, independientemente de la edad. “Yo he tenido que reciclarme para entenderme con mis  hijas. Es algo que hay que hacer”, señala. Ellas son su orgullo, como lo son también sus seis nietos, que a su vez están “superorgullosos” del abuelo que tienen. “El ‘agüelo’ -como lo llaman sus propias hijas- es el pilar de la familia”, señala Esther. En sus planes ahora entra seguir activo y también cuidarse para llegar “hasta los 108 años”. “Tengo contrato con la vida hasta entonces, aunque de momento voy renovando año a año”, dice divertido. ¿Y por qué 108, exactamente? “Pues no lo sé, es la cifra que me puse”, revela.

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