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Yolanda Lucea, la entrenadora personal ambulante del Bajo Martín y la Ribera Baja

Desde hace 15 años para esta zaragozana con raíces de Albalate del Arzobispo el deporte no es solo una afición sino también un trabajo y una forma de vida.

Yolanda Lucea da clases de bailes modernos, pilates y yoga en pueblos del Bajo Martín y la Ribera Baja.
Yolanda Lucea da clases de bailes modernos, pilates y yoga en pueblos del Bajo Martín y la Ribera Baja.
Heraldo

Desde que Yolanda Lucea hizo del deporte no solo su afición sino también su profesión se siente mucho más plena y eso lo notan sus alumnos. Esta zaragozana afincada en Albalate del Arzobispo, el pueblo de sus padres, es entrenadora personal y da clases en varias localidades de las comarcas del Bajo Martín y la Ribera Baja del Ebro. Como quien lleva el pescado una vez a la semana o pone un puesto de ropa los viernes, ella es un gimnasio ambulante. “Me gusta pensar que llevo alegría por los pueblos, como antes los que se dedicaban a los teatros”, dice.

Hace 15 años que Yolanda emprendió una carrera profesional que, cuando empezó, no imaginó hasta dónde la llevaría. Todo comenzó con una sustitución como profesora de aeróbic cuando una amiga se quedó embarazada. “Entonces no tenía ni el título pero me llamaron de la comarca del Bajo Martín para dar las clases”. Después, cursó la formación pertinente en Madrid y desde entonces no ha parado de aprender y de enseñar. “Aunque por el número de alumnos no se pueden diversificar mucho las sesiones, yo tengo muchas inquietudes profesionales y no dejo de formarme”, asegura.

En ocho años, el tiempo que hace que Yolanda trabaja como autónoma, su coche ha recorrido unos 220.000 kilómetros. Desde Albalate, viaja a Samper y La Puebla de Híjar, donde trabaja en sendos gimnasios, y también a Híjar, Escatrón y Quinto, donde imparte clases particulares a grupos dos días a la semana. Su especialidad son los bailes modernos (zumba es el nombre oficial), y también se ha formado como instructora de yoga y pilates. “El deporte wellness me ha hecho mucho bien, tanto a nivel físico y postural, como en otros ámbitos”, asegura. Los grupos son de entre 7 y 15 personas y, lejos de tratarse de las clásicas sesiones de gimnasia para abuelos, sus alumnos suelen ser gente joven. “Antes de la pandemia sí que daba gerontogimnasia pero se dejó y ya no se ha retomado”.

Yolanda ha sufrido en primera persona el efecto de la covid-19. Durante los primeros meses sus clases se cancelaron por completo y, conforme se pudieron recuperar, solo se permitían grupos de un máximo de seis personas. Un número demasiado reducido como para que le salieran las cuentas. Pasado el tiempo, no le ha quedado otra que volver al ruedo y trabajar lo mismo o, dice, a veces incluso más, por menos dinero. “Tengo el mismo número de clases pero con menos personas, por lo que gano menos”, resume. Por suerte, su trabajo en los gimnasios de La Puebla y Samper le ha proporcionado estabilidad. Aun así, la situación para Yolanda todavía no se ha normalizado y tiene menos grupos de lo habitual. “Antes de la pandemia no tenía horas para hacer más clases”, asegura, a la espera de que en septiembre se recupere de nuevo el ritmo habitual.

Yolanda Lucea también practica yoga aéreo con un columpio.
Yolanda Lucea también practica yoga aéreo con un columpio.
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Alumnos que son como familia

Desde que Yolanda empezó a llevar el deporte a esta zona del medio rural aragonés ha pasado mucho tiempo y reconoce que algunos de sus alumnos son casi como de la familia. “Cuando trabajas en los pueblos conoces a la gente y se crea un vínculo. He dado clases durante diez años a las mismas personas y ya son un poco familia”. Pero, como todo trabajo, este también tiene sus contras. “En sitios más pequeños se te conoce y eres más juzgado que cuando estás ante desconocidos”, asegura. A nivel profesional, el ámbito en el que trabaja limita en ocasiones su crecimiento e incorporar nuevas disciplinas es complicado. “En los pueblos no puedo diversificar mucho porque tengo pocos alumnos por clase”. Pero eso no quita que Yolanda no siga teniendo inquietudes. “Continúo estudiando y tengo títulos de columpios de yoga o de otras cosas que en los pueblos son inviables”.

Desde su posición de mujer rural emprendedora, reivindica más ayudas para un colectivo que, a su juicio, no tiene las cosas fáciles. “Cuando mis hijos eran pequeños no había ni guardería para ayudarme con la conciliación así que tuve que elegir un trabajo por horas que me pudiera encajar”, recuerda Yolanda, sobre sus comienzos en este ámbito laboral. Ahora, 15 años después, la situación ha mejorado algo pero al estar en el medio rural, su experiencia le dice que sigue habiendo muchas limitaciones. “Aquí no hay servicio de madrugadores ni tantas extraescolares como puede haber en las ciudades”.

Yolanda Lucea, en el paraje de Valdoria, en Albalate del Arzobispo.
Yolanda Lucea, en el paraje de Valdoria, en Albalate del Arzobispo.
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En este tiempo, Yolanda se ha encontrado con otras dificultades, como la bajada de tarifas cuando quien la contrataba era la comarca. Por eso, desde 2014, es autónoma y trabaja casi siempre directamente para el usuario, sin intermediarios. “Los dos primeros años fueron muy duros y eso que contaba con el apoyo de los vecinos que siguieron confiando en mí”, recuerda. Tras aquellos complicados comienzos por su cuenta y con esfuerzo y dedicación, Yolanda tiene ahora una situación más estable, aunque nadie le quita los numerosos trayectos en coche. En Híjar lleva 12 años impartiendo pilates. Antes de la pandemia tenía tres grupos y ahora se ha quedado con 15 personas, pero sigue yendo dos veces por semana. Lo mismo en Albalate, cuyos alumnos son una docena. En Escatrón da bailes modernos y yoga a sendos grupos de 15 personas y en Quinto, baile a siete jóvenes.

"He llegado a dar clase de baile con cuatro 4 grados de temperatura pero los pabellones son heladores y allí no se puede hacer pilates o yoga"

Lo habitual es que las clases se desarrollen en espacios públicos que habilita el ayuntamiento y, dependiendo de la disciplina, la instalación es una u otra. “He llegado a dar clase de baile con cuatro grados de temperatura pero los pabellones son heladores y allí no se puede hacer pilates o yoga. Para eso necesitamos calefacción y un sitio más cómodo”.

En mejores o peores condiciones, Yolanda mira al futuro con esperanza, contando con que en septiembre la situación se normalice por fin. “Espero que la cosa se anime bastante”. Mientras tanto, se da a conocer como yolika_20 en Instagram y también le llegan ofertas a través de la FEDA (Federación Española de Actividades Dirigidas y Fitness). Si tiene tiempo y compensa, esta deportista emprendedora en el medio rural no duda en sumar unos pocos kilómetros más a su coche para seguir llevando deporte y alegría a los pueblos de Aragón.

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