Heraldo del Campo

Apicultura

La trashumancia más cara de la historia

Los disparados precios de los carburantes, necesarios para los desplazamientos que realizan a los distintos asentamientos de las colmenas, obligan a los apicultores a asumir unos costes "brutales" que no pueden trasladar a su producción.

Apicultores aragoneses observan unos de los panales de sus colmenas.
Apicultores aragoneses observan unos de los panales de sus colmenas.
Heraldo

Las abejas no son solo esos molestos bichitos con los que podemos tropezarnos durante nuestro paseo por el campo -o por la ciudad- y a los que muchos temen por su dolorosa picadura. Son, sobre todo, "la especie más valiosa del planeta, aquella sin la cual la vida sería prácticamente imposible", como las definió, tras un intenso debate protagonizado por diversos científicos, la Royal Geographic Society de Londres. Sobran las razones para este título. Sin el polen que trasladan en sus alas no existirían el 75% de los cultivos mundiales. Polinizan más de 25.000 especies de plantas y casi el 40% de las frutas y verduras que comemos procede de la polinización, sin desestimar la importacia de su labor en un número considerable de medicinas de origen vegetal.

Pero son, especialmente, los efectivos productivos de una ganadería, la apicultura -técnica de criar abejas para aprovechar sus productos, como la miel, la cera o la jalea real- que se conoce desde tiempos remotos en Europa y en el Lejano Oriente y está actualmente extendida por todo el mundo, a excepción de las zonas polares.

Como actividad ganadera que es sus productores realizan la transhumancia, un viaje obligado para buscar nuevos asentamientos que se realiza al compás de la floración primaveral de las distintas especies con las que este ganado produce su mieles más apreciadas. No es un capricho, como explican desde el sector, porque de ello no solo depende la producción sino que el néctar con el que polinizan las plantas es también el alimento de las abejas y sin esos movimientos hacia las zonas donde se encuentran las flores "los insectos morirían de hambre".

La trashumancia que ahora comienza será la más cara de la historia. Lo dice con contundencia UAGA-COAG, que señala directamente al "rally alcista" de los precios del gasóleo, que se han incrementado hasta un 96% entre marzo de 2021 y marzo de 2022, según el estudio realizado por los servicios técnicos de Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos. Porque los apicultores, que deben visitar dichas colmenas como mínimo cada semana, han visto disparados los precios que cuesta llenar los depósitos de sus vehículos, porque además, a pesar de pertenecer al sector agrario, esta ganadería es la única que no puede beneficiarse del gasóleo agrícola (más barato) ni puede reclamar la devolución del impuesto de hidrocarburos, como sí sucede para las actividades que se engloban en el sector primario.

La trashumancia de las abejas se realizan con camiones.
La trashumancia de las abejas se realizan con camiones.
M. Villanoba

Pero no es solo esa la única dificultad. La producción de miel se ha encontrado además con un enemigo. La falta de lluvias ha retrasado, cuando no impedido, la floración de romero o tomillo, las plantas con las que se produce la mayor cantidad de la mejor miel aragonesa, con lo que los productores han tenido que complementar la alimentación de las abejas a base de jarabes de glucosa que si hace un año suponían un desembolso de cuatro euros de media, actualmente tienen un coste casi cinco veces superior por colmena.

Unos incrementos a los que hay que añadir el encarecimiento de los tarros de cristal o el aluminio con los que envasan sus mieles, o el coste de la factura energética necesaria para la producción de cera o para las máquinas con las que se atempera la miel para facilitar su manejo. Y todo en una campaña que se presenta complicada por una sequía y una recientes heladas que hacer presagiar un brutal descenso de cosecha. Y ya van tres años.

La situación se presenta tan "insostenible" que COAG reclama al Gobierno y las administraciones autonómicas la puesta en marcha de un paquete de medidas para ayudar al sector a hacer frente al complicado escenario, entre los que se incluyen apoyos económicos directos. "No sólo está en juego la viabilidad económica de las explotaciones apícolas profesionales. Los precios disparatados del gasóleo reducirán los desplazamientos y por tanto la trashumancia apícola, lo que dificultará el mantenimiento de la biodiversidad y la correcta polinización de muchos cultivos en aquellos ecosistemas que recibían por estas fechas los asentamientos de miles de colmenas y abejas melíferas", señala el responsable apícola de COAG, el aragonés Pedro Loscertales, que recuerda que la polinización apícola para la agricultura es 20 veces el valor de la producción de la colmena.

Es una ganadería trashumante, porque los productores aprovechan los distintos tiempos en los que se producen las floraciones de las diversas especies vegetales para mover sus colmenas, unas veces dentro de la propia comunidad, otras a zonas limítrofes o incluso a territorios más lejanos. Solo ese transporte ya será mucho más caro que años anteriores, pero a ese gasto habrá que sumar todos los desplazamientos que los apicultores tienen que realizar para el correcto manejo de su explotación, sea donde sea que esté situada.

Es habitual cada año, pero en este 2022, la trashumancia apícola se convertirá en "la más cara de la historia". El calificativo se lo pone la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos COAG -en la que se integra la aragonesa UAGA- y lo demuestran los datos recogidos en un estudio realizado por los servicios técnicos de la organización profesional agraria. El motivo no es otro que el "vertiginoso aumento de los precios del gasóleo". Este combustible se ha incrementado un 96% en los últimos doce meses, duplicando así el coste de los desplazamientos. Eso significa que en una explotación media de 500 colmenas lo que antes costaba (en viajes a las colmenas trashumantes) 5.200 euros ahora exige un desembolso que supera los 10.000 euros.

Hay además un agravante. Porque es cierto que todo el sector sufre el "rally alcista" de los combustibles, pero en la apicultura todavía más, porque no tienen acceso al gasóleo B (conocido también como gasoil rojo) de uso agrario y bonificado por el Estado. Y no tienen acceso porque los vehículos con los que transportan sus colmenas o realizan sus desplazamientos no son tractores ni están considerados como maquinaria agrícola y por lo tanto no pueden inscribirse en el perceptivo registro (ROMA).

"Estamos ante unas cifras bastante inasumibles", señala el responsable del sector apícola de COAG, el aragonés Pedro Loscertales, que detalla que los apicultores de la Comunidad -hay 2.000 explotaciones, pero solo 200 son profesionales y 250.000 colmenas- realizan la trashumancia no solo dentro de Aragón sino que también se desplazan hacia el Levante, Cataluña, Navarra o La Rioja, y en ocasiones hasta provincias de Castilla y León.

"Ya hay algunos profesionales que se están planteando no acudir, por ejemplo, hacia zonas más lejanas", explica Loscertales, que señala que no es este el único gasto que está amenazando la viabilidad de las explotaciones durante esta campaña. La sequía ha retrasado, o en el peor de los casos ha impedido, la floración de algunas especies de plantas con las que estos insectos no solo producen miel sino que además se alimentan. Eso ha obligado a los apicultores a dar un suplemento alimenticio a las abejas -jarabe de glucosa- que también resulta más caro en esta campaña. Lo dicen las cifras elaboradas por COAG, que estiman que los 4 euros por colmena que costaba esta alimentación el pasado año se ha disparado en esta campaña hasta los 19 euros/colmena. Y, volviendo al tipo medio de explotación (500 colmenas), eso supone que el desembolso de 2.000 euros que fue necesario realizar en 2021 se ha multiplicado más de cuatro veces hasta los 9.500 euros.

"Si sumamos gasóleo y alimentación, los apicultores acumulan nada menos que un sobrecoste de 20.000 euros", señala Loscertales, que advierte que si el Gobierno y las administraciones autonómicas no ponen en marcha un paquete de medidas de apoyo para el sector no solo está en peligro la rentabilidad de las explotaciones sino también la labor medioambiental que realiza esta peculiar ganadería. "No solo está en juego la viabilidad económica de las explotaciones apícolas profesionales", dice. Porque preocupa que ante una menor trashumancia haya dificultades para cosechar determinadas mieles, pero no es menos importante el riesgo que tiene para la agricultura la falta de polinización apícola, que como recuerda este productor de la comarca de Los Monegros, es 20 veces el valor de la producción de la colmena.

Una abeja recoge el polen de unas flores de romero.
Una abeja recoge el polen de unas flores de romero.
Pixabay

"A la abeja no vas y le dices, venga cógeme romero , lo que hace es que aunque la sitúes en una zona en la que donde predominan las plantas de romero ella no va seleccionando estas flores sino que visita todas las demás que están en el radio de acción de la colmena, contribuyendo así al mantenimiento de la biodiversidad", puntualiza Loscertales para insistir en la importancia de esta actividad más allá de la cuestión productiva.

Sequía y hielo

Por si los costes no fueran suficiente problema, la ausencia de precipitaciones y una borrasca de nombre Ciril cuyas temperaturas polares han provocado graves heladas amenazan con dar al traste con una cosecha que ya se prevé muy reducida.

Las previsiones no son nada halagüeñas. "Estimamos que el 90% de la miel de romero se pierde en Aragón", explica Loscertales. Lo corroboran también algunos apicultores que otros años por estas fechas ya tenían en sus colmenas entre 10 y 15 kilos de miel de romero, incluso 20 si la campaña era buena, y a día de hoy no tienen ni un kilo. La situación es preocupante porque, como advierte el sector, este tipo de miel es la más abundante en Aragón, por lo que si comienza mal esta cosecha, el año no será precisamente bueno porque el resto de producciones no compensan dicho volumen.

Ahora las miradas están puestas en la producción de miel de tomillo, aunque si el tiempo no acompaña las merma puede rozar también el 90%, puntualiza Loscertales, que ante este escenario exige ayudas directas para los apicultores, pero también medidas fiscales como reducción de módulos del IRPF o créditos bonificados por las administraciones que les permitan hacer frente a los disparados costes.

"Dejar de hacer trashumancia es inviable por las abejas y la producción"

David Visús, apicultor profesional de la localidad zaragozana de Bulbuente, con sus colmenas.
David Visús, apicultor profesional de la localidad zaragozana de Bulbuente, con sus colmenas.
D. V.

David Visús es es un apicultor de Bulbuente (Zaragoza), donde tiene una explotación de 450 colmenas. Como muchos productores de miel aragoneses desplaza sus abejas unas tres veces al año, unas trashumancias "cortas" como él las define, porque los asentamientos de sus colonias se mueven en un radio de unos 50 kilómetros de su localidad en el entorno del Moncayo.

"La primera trashumancia la hago a zonas de romero y también tomillo, luego hago una trashumancia pequeña para zonas donde solo hay tomillo. Al final de primavera o principios de verano muevo las colmenas en busca de la floración de cantueso, lavanda, zarza y flores de bosque, y por último vamos a zonas de montaña donde hay roble, encina...", detalla Visus, que explica que aunque él no suele hacerlo hay también apicultores que en lugar de este tercer movimiento trashuman hacia la ribera alta del Ebro donde las abejas toman el néctar en los campos de regadío de alfalfa o girasol.

Todo eso significa coger el todoterreno o el camión. Primero para llevar las abejas, después, de manera periódica, durante los tres o cuatro meses que su ganado está en cada asentamiento, porque para "llevar bien una explotación apícola hay que revisar cada colmena cada 10 o 12 días, lo que supone que cada semana o semana y media hay que desplazarse con el vehículo, muchas veces equipado con remolque, para hacer dicha tarea", explica.

Ahí es donde la economía se resiente. Mucho más que en cualquier otra explotación agraria, porque a pesar de ser ganaderos no pueden utilizar el gasóleo agrícola. "Estamos echando gasóleo a dos euros el litro, eso es una barbaridad", señala. Pero las alternativas no son muchas. "Plantearse no hacer la trashumancia es inviable, porque los animales se mueren de hambre. Si yo dejase las colmenas donde están en invierno todo el año no producirían y además tendría que ir permanentemente a alimentarlas porque no podrían subsistir. Estamos obligados a hacerla y es la única forma de buscar una producción y una rentabilidad para la explotación", explica.

Tampoco ha sido benévolo el tiempo. La falta de lluvias ha retrasado la polinización y ha obligado a complementar la alimentación de las abejas. Y el jarabe de glucosa con el que lo hacen también es más caro. "Esta semana he pedido precio para alimento y en dos meses ha subido de 2,10 a 2,80 euros el kilo. Eso es un incremento bestial", detalla Visús. Un encarecimiento que también se ha producido en los botes de cristal, en las tapas de aluminio y en la factura del gas o la electricidad que se utiliza en los procesos productivos para fundir la cera, para atemperar la miel para un mejor manejo o para calentar las salas en las que se realiza la extracción.

"Es muy difícil, por no decir imposible, repercutir todos estos costes en el precio de nuestros productos", explica este joven apicultor, que detalla que ha tenido que dejar de comercializar sus mieles al detalle porque hubiera tenido que ponerles "unos precios inasumibles en tienda". Por eso, desde este año vende sus producciones a granel, para envasadoras y distribuidores. "Cobro menos, pero también tengo más tiempo", señala Visús, que se muestra muy crítico con aquellos que piden a los agricultores y ganaderos que generen valor añadido, que produzcan, que envasen, que etiqueten, que promocionen y que los vendan directamente. "Pero luego -lamenta- tenemos que competir con las mieles de importación a bajo precios y escasos controles en frontera y un mercado ilegal al menudeo que realizan muchos de esos apicultores que no son profesionales", lamenta.

Pese a todas estas dificultades, David Visús, que estudió Trabajo Social y enfocó sus primeros pasos laborales en esta materia, tiene clara su pasión por este sector, al que llegó como un hobbie que compaginaba con su profesión y que convirtió primero en vocación y más tarde en su única profesión.

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