Aragón

Culminar la comarcalización, un desafío para el siglo XXI

La organización de Aragón en 33 distritos que aglutinan pueblos con el mismo paisaje y economía ha sido una buena receta contra la despoblación

El proceso de comarcalización de Aragón cristalizó en el año 2000 y, al parecer, sin posibilidad de vuelta atrás. Dos décadas después, nadie duda de que la nueva organización administrativa, nacida en respuesta al fuerte sentimiento territorial de áreas cuyos límites no coinciden con los de las decimonónicas provincias, ha acercado servicios básicos a todos los pueblos, por pequeños que sean. Pero el modelo se ha estancado. Tras recibir las comarcas un paquete de competencias entre las que figuran servicios sociales, deportes, turismo o gestión de residuos, otras atribuciones que constan en la ley de comarcalización de Aragón se hacen de rogar, como agricultura, montes, medioambiente, urbanismo, sanidad o educación.

Para uno de los ‘padres’ de la comarcalización, José Ángel Biel, del Partido Aragonés y por aquel entonces vicepresidente del Ejecutivo autónomo, solo cuando se complete el reparto de competencias a los nuevos distritos acabará el problema de la despoblación. "No se puede salvar a un municipio de 25 habitantes, pero sí a una comarca", sostiene. Recuerda que recorrió tres veces los 731 pueblos de Aragón. "Una, para conocerlos; otra, para formar comarca; y la tercera para inaugurar la sede".

El director general de Administración Local de la DGA, el socialista José Ramón Ibáñez, cree que ha llegado el momento de "reflexionar" y ver si las comarcas pueden asumir más competencias. "Hoy por hoy, no hay información suficiente para tomar decisiones", añade, y subraya que el Gobierno aragonés no se opone a ceder atribuciones a los nuevos distritos, si bien en la actual legislatura ni uno ni otros lo han planteado.

El presidente del PP en Teruel y alcalde de la pequeña localidad de Lidón –55 vecinos–, Joaquín Juste, apuesta por una "despolitización" de las comarcas, en la que los regidores de los municipios integren los consejos comarcales, "pues los alcaldes poco se diferencian en su labor, sean del partido que sean".

El germen de la nueva división territorial que llegó con la autonomía aragonesa fueron las mancomunidades de municipios. En los años 70 y 80, los pueblos ya estrecharon lazos y sumaron recursos económicos para financiar servicios que, de otro modo, nunca hubieran podido disfrutar. Muchas, llevaban en su ADN impulsar el despegue del territorio, al más puro estilo regeneracionista que imperó entre finales del siglo XIX y principios del XX.

La Mancomunidad del Matarraña, como explica quien fuese vicepresidente de la institución de 1987 a 1991, Enrique Bayona, potenció el matadero comarcal de Valderrobres, todavía hoy "un tremendo revulsivo económico" para la zona. Al igual que el resto de las agrupaciones de municipios, cedería el testigo a la comarca homónima.

La primera comarca en constituirse fue, en 2000, la del Aranda, en la provincia de Zaragoza y con capital en Illueca. Fue nombrado presidente José Javier Vicente Inés, quien recuerda aún que aquel proyecto "ilusionante" supuso "reconocer la mayoría de edad a un territorio que ya estaba unido por la cultura y la economía". "Daba vértigo, porque todo el mundo estaba pendiente de nosotros, pero debo decir que reinó un absoluto consenso en cuantas decisiones tomamos y que aquel paso nos permitió decidir el futuro de nuestros pueblos", subraya. Estima que fue el convencimiento propio de la población lo que les permitió abrir el camino al resto de zonas aragonesas. "Creímos en la comarcalización desde el principio", afirma.

La última en nacer fue, en 2019, la Comarca Central de Zaragoza, cuyo centro neurálgico es Utebo. Su conexión con Zaragoza y el desequilibrio que imprime esta ciudad, con casi 700.000 habitantes, complicó, a juicio de su actual presidente, José Manuel González, la articulación de este nuevo territorio, del que finalmente quedó fuera la capital aragonesa. "Somos aún unos principiantes y ni siquiera tenemos sede propia, pero hemos puesto en marcha proyectos innovadores y potentes que permiten hacer un balance totalmente positivo", destaca González.

Entre ambas, surgieron las 31 restantes, todas en menos de 3 años –de diciembre de 2000 a marzo de 2003–. El proceso no se libró de polémicas. Binéfar y Tamarite, en Huesca, se disputaron la capitalidad de la Comarca de La Litera, por lo que la primera fue designada centro administrativo y la segunda, capital histórico-cultural. Lo mismo ocurrió en el Sobrarbe con Aínsa y Boltaña, en el Matarraña con Valderrobres y Calaceite y en el Bajo Martín con Híjar y Albalate del Arzobispo.

La gran comarca natural e histórica del Bajo Aragón, cuyo nombre se contrapone al del Alto Aragón por incluir territorio del Valle del Ebro frente al de las montañas del Pirineo, quedó desvertebrada tras dividirse en cinco distritos, lo que generó en su capital, Alcañiz, una gran frustración. Para el entonces vicepresidente del Bajo Aragón, Ángel Lacueva, esta atomización se debió a que "la planificación la hicieron los políticos pensando en sus partidos y no en los ciudadanos".

La descentralización de competencias a favor de las comarcas ha contribuido de forma decisiva a la pervivencia de pequeños municipios que hace 40 años estaban abocados a su desaparición. "Ahora ya no hay fiebre por marcharse de aquí", afirma el alcalde de la localidad oscense de Viacamp y Litera, Alfredo Pociello, cuyo Ayuntamiento se hace cargo también de los núcleos deshabitados de Mongay, Finestras, Chiribeta y El Estall, y de Monfalcó y Fet, que tras 60 años vacíos vuelven a resurgir. "Al menos, tenemos los servicios esenciales", afirma. Otro tanto ocurre en la localidad turolense de Aguatón, con 19 vecinos, cuyo alcalde, Juan Ramón Cardo, lucha por atraer habitantes y estima que, si bien el pueblo traspasó la línea roja que le impide regenerarse con la escasa población existente, tiene un futuro como lugar de segunda residencia.

José Ángel Calvo, presidente de la Comarca del Aranda.

La primera comarca

José Ángel Calvo, presidente de la Comarca del Aranda –la primera que se constituyó en Aragón–, considera "absolutamente positiva" la agrupación de municipios en comarcas. "Muchos nos miran desde otras Comunidades autónomas", asegura. 
Explica que la descentralización de competencias desde el ejecutivo autónomo fue "crucial" durante la pandemia de covid, al permitir coordinar las emergencias de forma muy cercana a los municipios. "Si no existieran las comarcas, habría que inventarlas –afirma–, gracias a ellas, cada vez hay más servicios en el medio rural".

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José Manuel González, presidente de la Comarca Central de Zaragoza.

La última en crearse

El presidente de la Comarca Central de Zaragoza –última en crearse, hace apenas 3 años–, José Manuel González, es partidario de dar "pasos cortos y mirando el retrovisor" antes de asumir nuevas competencias. 
El presidente de la Comarca Central de Zaragoza –última en crearse, hace apenas 3 años–, José Manuel González, es partidario de dar "pasos cortos y mirando el retrovisor" antes de asumir nuevas competencias.
​"Es el momento de revisar lo que ha funcionado y lo que no y corregir, si es necesario", afirma. Poner en marcha los servicios básicos ha supuesto, en su caso, un gran esfuerzo. "No hay que correr", subraya. Con 90.000 habitantes, un gran desarrollo industrial y un fuerte influjo de Zaragoza, esta comarca se aleja del medio rural y aspira a diagnosticar su propia potencialidad.

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Valderrobres, en la foto, formó parte de la Mancomunidad del Matarraña, una entidad muy activa en el impulso del desarrollo económico de la comarca.
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Las mancomunidades, banco de pruebas

En 1987, las Cortes de Aragón aprobaron la creación de mancomunidades para ayudar a los pueblos a financiar prestaciones que por sí solos no podrían asumir. Llegaron a formarse 91 y muchas actuaron como auténticas comarcas. La Mancomunidad del Matarraña impulsó el matadero que había puesto en marcha el Ayuntamiento de Valderrobres, potenciando la industria cárnica en la zona. El órgano de dirección de la mancomunidad estaba integrado por los alcaldes de los pueblos y otro miembro de cada municipio elegido por sus concejales. El bienestar social, los deportes o la recogida de residuos sólidos eran algunas de las áreas gestionadas por estos entes.

Alfredo Pociello, alcalde de Viacamp-Litera.
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"A los pueblos les ha cambiado la piel"

El alcalde del municipio oscense Viacamp-Litera desde hace 32 años, Alfredo Pociello –en la foto–, es optimista, pero con mesura. Dice que en las últimas décadas "a los pueblos les ha cambiado la piel". En su caso, han mejorado las carreteras y los vecinos tienen el centro de salud a 10 minutos en coche.
​El turismo de naturaleza se abre paso en esta localidad que aúna núcleos antaño deshabitados y ahora muy valorados por su pureza ambiental. Hasta 100.000 senderistas recorren al año las pasarelas de Montfalcó. Pero falta una industria con empleo estable. "Somos 50 vecinos, pero hemos llegado a ser 25;estábamos en la uci, ahora en planta", recuerda.

Juan Ramón Cardo, alcalde de Aguatón.
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"Para las inversiones, necesitamos ayuda"

Con 19 vecinos, Aguatón lucha por sobrevivir. La localidad turolense perdió mucha población tras la Guerra Civil, por la destrucción que causó el conflicto, y luego, por la industrialización de Valencia y Barcelona, a donde se mudaron muchos habitantes. Su alcalde, Juan Ramón Cardo –en la foto–, explica que el pueblo tiene los servicios básicos gracias a la Comarca, pero necesita ayuda si quiere invertir y crear empleo.
​Aún así, Cardo no desiste. El Ayuntamiento ha unificado 2.000 hectáreas de pastos y ha construido una nave ganadera que ofrecerá con buenas condiciones económicas a quien decida coger las riendas de un rebaño ovino y vivir en la localidad.

Todos los reportajes del 40 aniversario de Estatuto de Autonomía de Aragón.

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