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La lacra del juego online no deja de crecer en Aragón: "Pedía un préstamo de 500 € y lo gastaba al momento"

Las autoprohibiciones para jugar a través de internet aumentaron un 10% en Aragón el año pasado. Estos ludópatas, en general jóvenes, ya suponen el 75% de los pacientes que pasan por Azajer.

Mario -nombre ficticio-, en la sede de Azajer.
Mario -nombre ficticio-, en la sede de Azajer.
Toni Galán

Mario -nombre ficticio- empezó a apostar a los 16 años. Aficionado al fútbol -dicen que prometía como jugador-, apenas echaba uno o dos euros a las apuestas deportivas con los amigos los fines de semana. Se lo tomaban como un juego, como el simple reto de acertar el resultado del partido del domingo y, de paso, ganar unos pocos euros más. Solo un par de años después, ese ‘juego’ era una máquina de tragar dinero. Se convirtió en una adicción que le hizo endeudarse hasta las cejas y que pasó a condicionar toda su vida.

El número de adictos al juego online no deja de crecer en Aragón. En el último año han aumentado un 10% las autoprohibiciones de esta modalidad, es decir, las personas que piden voluntariamente que se les impida el acceso a los casinos virtuales y a las apuestas por internet. Esta modalidad de ludopatía sigue ganando terreno, y actualmente ya supone el 75% de los pacientes que son tratados en Azajer, la Asociación Aragonesa de Juegos de Azar en Rehabilitación.

Mario empezó a recibir la ayuda de esta entidad hace seis meses. Hasta poco tiempo antes, nadie sospechaba de su problema, ni sus padres, ni su novia, ni sus amigos… Había acumulado una deuda de más de 8.000 euros que no podía pagar, por lo que el engaño se convirtió en insostenible. Le obligaron a buscar ayuda, pero recayó. Así acabó en Azajer, donde la terapia es intensa y el control sobre el ludópata, casi total.

Ahora, tras seis meses sin jugar, este zaragozano recuerda cómo empezaron los problemas. “Tuve un año muy malo en el que me rompí la rodilla y murió mi abuela, que para mí era como una segunda madre. Había empezado a trabajar, así que tenía algo de dinero, y el juego me sirvió para evadirme. Es algo que parece que te da felicidad, pero es una felicidad falsa. Y no eres consciente de lo que luego te viene encima”, reflexiona.

Lo que vino después fue más juego. Empezó a apostar más cantidades, a más deportes y también entre semana. “A veces te iba bien, otras veces mal… pero a la larga siempre es muy mal”, admite. La llegada de la pandemia empeoró las cosas, porque perdió el trabajo y, encerrado en casa y con más tiempo, empezó a jugar cada vez más. “Se me fue de las manos totalmente”, recuerda.

Sin apenas ingresos, empezó a solicitar créditos rápidos, simplemente con su móvil y su viejo contrato de trabajo. “Empecé pidiendo 300 euros. Luego cuanto más pides, más te prestan, pero también suben más los intereses. Pedía 500 euros y lo gastaba en un momento. Al final ya jugaba para intentar ganar dinero para devolver los préstamos”, rememora. Desesperado, también pedía dinero a sus amigos bajo cualquier pretexto. Estuvo “muchos meses sin dormir”, con cambios de humor que le hacían “saltar a la mínima” y arrastrando una “ansiedad horrible”.

Pese a ello, nadie -ni siquiera su novia o sus familia- conocía su problema, ya que siempre jugaba solo y no contaba nada. Cuando la bola de deudas superó los 8.000 euros, las entidades de préstamo empezaron a llamar a casa, y se descubrió el ‘pastel’. “Se me vino el mundo encima, pero fue lo mejor que me pudo pasar”, valora ahora.

Fue a un psicólogo privado, pero seguía teniendo acceso al móvil y al dinero. Así que activó un préstamo de 500 euros y volvió a jugar. Los perdió. De ahí, fue a Azajer, donde el control sí es estricto. Desde entonces, Mario puede tener como máximo 5 euros en el bolsillo entre semana y 24 los fines de semana. Es su propia novia la que se lo administra. Si gasta algo, tiene que presentarle el tiquet que justifique el gasto para poder reponer el dinero, siempre con el límite fijado. “Soy consciente de lo que he hecho, y sé que puedo volver a hacerlo. Siempre hay que estar alerta, porque si eres ludópata, lo eres para toda la vida”, reflexiona.

"Sé lo que he hecho y sé que puedo volver a hacerlo. Hay que estar alerta, porque si eres ludópata, lo eres para toda la vida", dice Mario

Con el paso del tiempo, se da cuenta de que “podía haber sido peor”, ya que él ha logrado mantener sus principales relaciones. “Me costó volver a mirar a la cara a mis amigos”, señala. A los chavales que empiezan a jugar, les lanza un mensaje: “El primer día juegas un euro y puedes ganar; pero a la larga, pierdes”. A su juicio, es primordial “contar a los demás los problemas del día a día, porque son los que nos pueden llevar a que la situación se descontrole”. 

“Al final el juego es una vía de escape ante algo”, opina. Por su experiencia, algunas señales de alarma que hay que vigilar son “cuando juegas para recuperar dinero”, “cuando lo haces diariamente”, “cuando dejas de hacer planes para jugar” o “cuando estás demasiado rato pendiente de cómo van las apuestas”.

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