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"Mi reto ha sido poner un satélite de 10.000 millones de dólares encima de un petardo gigante"

El ingeniero zaragozano Guillermo Monreal trabaja en el centro espacial de la Guayana Francesa y participó en el lanzamiento del James Webb, el mayor telescopio de la historia de la NASA.

El ingeniero zaragozano Guillermo Monreal, en las instalaciones de la lanzadora espacial.
El ingeniero zaragozano Guillermo Monreal, en las instalaciones del observatorio espacial.
Heraldo.es

El pasado día de Navidad la NASA lanzó al espacio el telescopio James Webb, un aparato que se ha diseñado durante más de tres décadas y que es considerado el sucesor del Hubble. Estos días el telescopio continúa su viaje por las órbitas espaciales mientras despliega, a modo de un Transformer, un buen montón de espejos de berilio. Si todo sale como es debido, en dos semanas comenzará a captar imágenes que permitirán conocer cómo fue el origen del universo y toda esta aventura propia de la ciencia ficción ha contado con la labor imprescindible de un joven ingeniero zaragozanos. Pero, ¿cómo acaba un antiguo estudiante del CPS controlando los lanzamientos en la Guayana Francesa?

“Estudié Ingeniería Industrial en el campus Río Ebro y después empecé a trabajar en Valeo, la empresa de automoción de la carretera de Logroño. Ahí también hacía controles de calidad, pero nada que ver con los lanzamientos espaciales”, explica Guillermo Monreal, que desde la infancia siempre tuvo mucho interés por el universo y la física. Esta pasión, azuzada por los regalos de cohetes que le traía su tío que también trabajó en otros centros espaciales, hizo que no dudara cuando le llegó una oferta para trabajar la Agencia Espacial Europea (ESA) aunque fuera a miles de kilómetros de distancia. “Convencí incluso a mi pareja, pensamos: ‘está en el Ecuador, hay playas, ahí vamos”, explica, al tiempo que cuenta que el contrato de expatriado en la Guayana son de 3 a 6 años y ya va por el cuarto.

El ingeniero zaragozano, fotografiado esta semana de vacaciones en Zaragoza.
El ingeniero zaragozano, fotografiado esta semana de vacaciones en Zaragoza.
FRANCISCO JIMENEZ

Hasta el momento, Monreal se había ocupado de los sistemas de calidad de lanzamiento de muchas otras misiones (hace unos tres despegues al año), pero siempre eran cohetes más comedidos, satélites de comunicaciones o de proyectos como la observación y el estudio de las masas forestales de la Tierra. “El lanzamiento del James Webb son palabras mayores porque es un proyecto histórico en la investigación del universo y en ningún momento imaginé que iba a ser yo quien llevará el proyecto del lanzamiento”, afirma el ingeniero.

Pero, ¿cuál fue su labor en concreto? “La definición del puesto es complicada porque en Kurú (Guayana) hay varios lanzadores: el Vega italiano, el Soyuz ruso y el francés Ariane 5, del que ha salido el James Webb”, explica. “Los puestos de calidad son transversales y yo vendría a ser el responsable de calidad de la etapa superior del cohete”.

Para los no iniciados, el científico comenta que un cohete tiene varias etapas que se van quemando y se van desprendiendo para reducir peso conforme avanza el despegue. La superior es la que contiene el ordenador de abordo, el satélite, su sistema de separación y la cofia, esto es, la cápsula que va arriba y se abre para soltar el satélite.

Éste es para él el momento más crítico porque es el que depende de su equipo. “Estás poniendo un satélite que cuesta 10.000 millones de dólares (8.730 millones de euros) encima de un petardo gigante y estás intentado que no explote antes de que llegue al espacio”, dice de forma divulgativa. Esta operación sucede una media hora después del despegue y Monreal solo se queda tranquilo “cuando el sistema de separación se activa y se separa el satélite del cohete en la órbita correcta según su programa de vuelo”.

"Hay más alta tecnología en un láser o en un aceledaror de partículas que en el lanzamiento de un cohete espacial de la NASA"

Aunque la responsabilidad es mucha, también es cierto que es un trabajo de un equipo amplio que se chequea múltiples veces. “Te das cuenta de que es el sistema el que hace que las cosas no fallen, no solo tú, un sistema de calidad con muchas operaciones e instrucciones que tienes que validar: coger un tornillo, ponerlo en un sitio, todo tiene que ser muy preciso y muy revisado”, cuenta, al tiempo que admite que tener a la NASA como “cliente” impresiona, pues el James Webb, aunque cuenta con colaboración europea y canadiense, se ha hecho en Los Ángeles y “los americanos han coordinado todo”.

Monreal completó jornadas de trabajo de 16 horas al día las semanas previas al lanzamiento (“fueron dos meses a piñón”) y hasta quince minutos antes del lanzamiento seguíamos verificando los parámetros de control. “En una base espacial todo está muy compartimentado: el que hace el satélite no tiene mucha idea de cómo se lanza el cohete, pero sí conoce al detalle cómo se despliegan los espejos o cómo funciona el sistema óptimo”, aclara. Desde el observatorio espacial calculan que el James Webb ha exigido más de 40 millones de horas de trabajo a técnicos, ingenieros y científicos de 14 países, incluido España.

Monreal, a la derecha del todo, con la cápsula del James Webb.
Monreal, a la derecha del todo, con la cápsula del James Webb.
Heraldo.es

Aunque el grueso de la labor de Monreal ya ha concluido y el registro de datos posterior en las estaciones ya es responsabilidad de la NASA, el zaragozano sigue con atención todos los avances del enorme telescopio por interés personal y porque esta misión puede ser un hito para la humanidad. “El trabajo de quien lanza el cohete es poner el satélite en la órbita correcta para que cumpla su función correcta. Después el James Webb inició un viaje de 29 días para desplegar todos sus espejos y eso se puede seguir a través, incluso, de aplicaciones de móvil”, dice. En unos seis meses, probablemente en junio, el telescopio podría enviar sus primeras imágenes y el objetivo es que estas ofrezcan nueva información sobre la formación del universo: Webb mirará hacia atrás más de 13.500 millones de años para capturar la luz infrarroja de los objetos celestes. “Es muy motivador pensar que trabajas en algo que puede contribuir a saber de dónde venimos. Es un proyecto más atractivo que lanzar satélites de telecomunicaciones o hacer controles de calidad de productos”, dice Monreal.

"Es muy motivador pensar que trabajas en algo que puede contribuir a saber de dónde venimos"

A su juicio, y aunque pueda parecer lo contrario, los sistemas implicados en el lanzamiento del gran telescopio tampoco son tan “alta tecnología” como el público tiende a pensar. “Lo complicado es el número de sistemas que están involucrados y han de coordinarse, pero un láser o un acelerador de partículas es más alta tecnología que la que aplicamos en los laboratorios de los lanzadores. Yo uso voltímetros y medidores que usaba en la universidad para medir corrientes”.

Lo que sí ha sido un encaje de bolillos en los últimos meses ha sido el trabajo en el laboratorio no solo con los inspectores de la NASA sino también con los condicionantes de la pandemia. “Trabajamos en salas blancas, como si fueran de cirugía, donde tiene que haber muy poca contaminación de partículas. Hasta las motas de polvo tienen especificaciones de los micrómetros y este telescopio es ‘muy restrictivo’ para llegar a la precisión que precisa. Teníamos que apretar tornillos, por ejemplo, evitando que cayera cualquier tipo de restos”.

Los implicados en la construcción del telescopio, momentos antes del lanzamiento.
Los implicados en la construcción del telescopio, momentos antes del lanzamiento.
Reuters

Monreal, a pesar de su responsabilidad en el lanzamiento, prefiere no pensar escenarios en los que algo pueda salir mal, como en su día sucedió con el Apolo XI, el Challenger o el Columbia. A sus 33 años apenas tiene recuerdo de aquellas tragedias, que dieron al traste con muchos sueños infantiles de convertirse en astronauta. “Cuando era pequeño, las misiones tripuladas ya habían pasado un poco de moda, astronautas no se envían al espacio desde el 2011”, aclara. No obstante, ahora su profesión se enfrenta a otro reto importante que el zaragozano confiesa que es “lo que menos le gusta de su trabajo: la basura espacial”. “Hay partes de los cohetes que se quedan orbitando y que no se desintegran”, dice, al abordar otra de las polémicas aeroespaciales como es lo que está haciendo el millonario Elon Musk con su Space X. “Creo que hay maneras más limpias de crear un internet espacial que llenar el espacio de basura”, opina.

Por último, Monreal comenta que en misiones de menor envergadura alguna vez ha podido hacer un guiño a su lugar de origen y, por ejemplo, en el lanzamiento hace tres años del Bepy Colombo, un orbitador que iba a Mercurio, se invitó a los ingenieros a escribir mensajes sobre la bandera oficial del lanzamiento y él escribió la palabra ‘Zaragoza.

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