Cuando la depresión llega al extremo: “Nadie muere por hablar, lo que mata es el silencio”

Finaliza en Zaragoza el ciclo de conferencias ‘Conversaciones: depresión y suicidio’, organizado por Asapme, que ha recorrido Aragón con voces profesionales y testimonios en primera persona sobre esta realidad tan compleja.

Sentadas, Ana Iritia, Isabel Irigoyen y Cecilia Borrás. De pie, Roberto Flores, Rosa Cihuelo, Ana López y Melania Bentué.
Sentadas, Ana Iritia, Isabel Irigoyen y Cecilia Borrás. De pie, Roberto Flores, Rosa Cihuelo, Ana López y Melania Bentué.
Asapme

Con demasiada frecuencia, los problemas de la depresión y el suicidio invaden la actualidad de forma trágica. “Es imprescindible que hablemos de ello desde la comprensión y el respeto. Y, ante la duda, no temamos en preguntarle a alguien si ha pensado en quitarse la vida”, aconseja la psiquiatra Isabel Irigoyen. La madre de un joven que se suicidó lo dice de otra forma: “Nadie muere por hablar, lo que mata es el silencio”. 

Este jueves, 16 de diciembre, se clausuraba el ciclo de conferencias ‘Conversaciones: depresión y suicidio’ que ha recorrido Aragón y cuyo cierre tenía lugar en el salón de actos del edificio Caixafórum de la capital aragonesa. Una cita organizada por la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (ASAPME) que contaba con la presencia de Isabel Irigoyen, que coordinado la Estrategia de Prevención del Suicidio en Aragón; Cecilia Borrás, superviviente de suicidio y presidenta de ‘Después del Suicidio’; y Ana Iritia y Ana López, presidenta y gerente de ASAPME-Aragón, respectivamente.

Con un original formato de encuentros en un sofá tipo chester, guiados por la periodista especializada en salud Melania Bentué, sus protagonistas han compartido reflexiones sobre el suicidio y su prevención de manera directa, abierta y sin ambigüedades. “Tenemos que hablar de suicidio, sin miedo; pero tenemos que hacerlo bien”, reivindica Irigoyen.

“Tenemos que hablar de suicidio, sin miedo; pero tenemos que hacerlo bien”

Y es que, sin bien es cierto que esta palabra que ha resultado prácticamente impronunciable cada vez se escucha de manera más habitual a pie de calle; lo cierto es que sigue rodeada de mitos y estigmas a pesar de tratarse de una realidad que presenta cifras verdaderamente dramáticas.

Actualmente, se trata de la primera causa de muerte no natural en nuestro país. Tan solo en 2020, 3941 personas se quitaron la vida. En Aragón, cada tres días fallece una persona por suicido, mientras que se producen entre seis y siete tentativas diarias. “Por cada caso, seis personas resultarán afectadas de manera directa”, asegura Bentué. A pesar de que son cifras devastadoras, Aragón, junto a Baleares, fue la única Comunidad Autónoma en reducir sus cifras en 2020 -en concreto un 6%- con respecto a años anteriores, rompiendo una tendencia al alza.

Así lo explicaba la psiquiatra Isabel Irigoyen: “La pandemia ralentizó la implantación del plan, que se ponía en marcha en enero de 2020, tres meses antes del inicio de la crisis sanitaria. Sin embargo, nos ha permitido estar ahí en un momento crítico para la ciudadanía”.

Además, la experta recordaba que se trata de una conducta multicausal. De hecho, la mayor parte de quienes toman la decisión de suicidarse no lo hacen por una única causa, por lo que es necesario huir de explicaciones simplistas para una realidad de tal complejidad. ¿Otro dato importante? Su conexión con la enfermedad mental: “Está presente en el 90% de los suicidios consumados, siendo la depresión la patología más frecuente, en uno de cada dos”. En cuanto al resto, cualquier enfermedad mental puede ocasionar este malestar y sufrimiento. “El 10% restante tiene que ver con la impulsividad, el estrés, las frustraciones o con acúmulos de situaciones”, añade.

“La enfermedad mental está presente en el 90% de los suicidios consumados, siendo la depresión la patología más frecuente, en uno de cada dos”.

¿Por qué es importante este dato? Porque para toda patología mental existe un tratamiento, y un correcto abordaje sanitario y asistencial podría ser fundamental para evitarlo. Sin embargo, “una de cada dos personas que se quita la vida no ha ido ni al médico ni al psiquiatra en los últimos meses. Son casos que no nos están llegando”. Por eso, como sociedad, tenemos que estar preparados para detectar aquellos casos que permanecen invisibles. “Es imprescindible que hablemos de ello desde la comprensión y el respeto. Y, ante la duda, no temamos en preguntarle a alguien si ha pensado en quitarse la vida. No vamos a inducir a nadie, al contrario, vamos a abrirle una puerta que está cerrada en la mente de todos desde siempre”, añade Irigoyen. En caso de considerar que existe riesgo de suicidio, es necesario acompañarle a un recurso sanitario. Si el riesgo es inminente, aunque se niegue, lo mejor es llamar al 112, “sin pensarlo”.

Y, como sociedad, son varios los deberes pendientes, sobre todo en materia de sensibilización, algo que resultó evidente tras lo ocurrido con el joven que se quitó la vida en la fuente de Plaza Roma: “No puede ser que ante unos hechos de estas características haya gente que decida quedarse mirando a través de una cámara y luego lo comparta. Supone la cosificación del sufrimiento humano”. Pero, cómo actuar en estos casos: Ante una situación de estas características, no grabes, no abras, no compartas.

Del mismo modo, el papel de los medios de comunicación y el uso de las redes sociales es fundamental para hacer llegar un mensaje en clave positiva y evitar fenómenos como el conocido 'efecto llamada', un debate reabierto tras la muerte de la actriz Verónica Forqué: “Cuando se trata en demasía o no se hace de forma adecuada, contarlo puede tener el efecto contrario”.

Un duelo no autorizado

“Nadie muere por hablar, lo que mata es el silencio”, afirmaba Cecilia Borrás, superviviente de suicidio que perdió a su hijo Miquel cuando éste tenía 19 años. Así nació en 2012 ‘Después del Suicidio’, primera asociación en España que ampara a los familiares que sobreviven a este drama. “Me di cuenta que no podía decir por qué había muerto mi hijo, no entendía por qué me tenía que callar. Para mí era como negar su existencia”, rememora. Y aunque compartir su historia fue muy complicado, pronto se dio cuenta de que la repercusión que estaba teniendo en personas que estaban pasando por lo mismo que ella era fundamental para ayudarles.

“Cuando vives algo así te sientes tremendamente solo porque nadie es capaz de entender por lo que estás pasando si no lo ha vivido. Vivimos un duelo socialmente no autorizado, complejo, largo y muy lento. Un duelo que necesita tiempo y espacio”, añade Borrás. ¿Por qué? Por que quien ha vivido el suicidio de un ser querido necesita construir una narrativa de lo que ha vivido, y eso solo se consigue hablando y compartiendo pensamientos y sentimientos que, hasta ahora, han estado silenciados. “El suicidio es una muerte evitable, pero no estamos entrenados socialmente para captar señales, para escucharlo, para abordarlo”, añade.

Cree que se deben evitar respuestas tales como “Ya se te pasará”, “No digas tonterías”, “No es para tanto” cuando alguien da la voz de alarma, porque podría ser la señal de que algo está pasando: “Cualquier afirmación sospechosa, por sutil que sea, requiere de parar y preguntar: ¿Necesitas ayuda?”. En su opinión, además de los prejuicios que rodean al suicidio, otro error muy común es juzgar a alguien que presenta un dolor emocional inabarcable. “Es el resultado de un sufrimiento terrible, y seguramente querrían continuar viviendo si lograsen cambiar aspectos de su vida que les están dañando”, advierte.

“Cualquier afirmación sospechosa, por sutil que sea, requiere de parar y preguntar: ¿necesitas ayuda?”

El dolor emocional crece

“Nunca creí que yo viviría esto, siempre temía que muriese por un accidente de moto. Esto te da a entender que, si no ampliamos la mirada en torno a esta realidad, no podremos ayudar a muchas personas que nos necesitan. Y esto está en la mano de todos”, concluye.

En este contexto, en el que hacen falta recursos y una mayor concienciación social, el papel del asociacionismo es fundamental por lo que labores como la que realiza ASAPME se vuelve imprescindible. De hecho, como explicaba Ana Iritia, presidenta de la entidad, tan solo en 2020 registraron un incremento del 9% en consultas de adultos y un 20% en infantojuvenil.

“Estamos en un momento de cambio, la percepción social es mayor e instituciones y organizaciones están cada vez más concienciadas, pero todavía queda mucho por hacer”, añade Ana López, gerente de la asociación. “Hemos visitado Sabiñánigo, Teruel y Zaragoza para hablar de suicidio, y jamás en ningún acto hemos vivido un clima de respeto y silencio como en estos. Las cosas están cambiando”, concluye.

Todos los servicios sanitarios y de urgencias están siempre disponibles para ayudar a las personas de cualquier edad a mejorar su salud mental y pueden intervenir para apoyar y prevenir situaciones de riesgo.

Teléfono de la Esperanza Aragón 976 23 28 28

Teléfono de la Esperanza (atención en crisis) 717 003 717

112 Aragón: emergencias

061 Aragón: urgencias y emergencias sanitarias)

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