crecida del ebro

"En la crecida de 2018 dijimos basta y vendimos la casa de Torre Urzáiz"

El caudal del Ebro obliga a desalojar las urbanizaciones de La Mejana y Torre Urzáiz mientras Movera confía en que la mota resista el paso de la punta de la riada.

La urbanización La Mejana, en Pastriz, desalojada y parcialmente inundada por el Ebro
La urbanización La Mejana, en Pastriz, desalojada y parcialmente inundada por el Ebro
Guillermo Mestre

«Antes vivíamos aquí, pero nos fuimos por aborrecimiento». Laura, vecina de Movera, se acercó junto a su marido Ricardo hasta las inmediaciones de la urbanización de Torre Urzáiz, en Movera, para comprobar los estragos que está causando en la zona la crecida del Ebro. Durante décadas sufrieron en primera persona los efectos de las riadas, hasta que en 2018 pusieron punto y final. «Aquel año dijimos basta y vendimos la casa, era insoportable», recordaba.

Como es habitual en cada episodio de fuerte crecida del Ebro, el operativo de emergencias desalojó el lunes Torre Urzáiz, donde residen de forma fija o temporal una veintena de familias. También se evacuó a los vecinos de Doña Sancha, en Juslibol, y a los de Casetón y Torre Villarroya, en Movera. Este martes, la evolución de la riada obligó a tomar la misma medida en la urbanización de La Mejana, en Pastriz, donde se ubican una decena de casas, la mayoría segundas residencias. «Esta parece que no trae tanta agua», comentaba Laura sin quitar ojo de los prismáticos con los que observaba la altura del río a su paso por Torre Urzáiz y La Mejana. Hasta allí se acercaron a lo largo de la tarde numerosos vecinos preocupados por sus propiedades.

«Tuvimos que desalojar y me llevé las gallinas y el perro a un terreno que tengo en Osera», comentaba resignado José, un joven que comparte una casa con su novia Andrea en Torre Urzáiz. Ambos relataban cómo habían tenido que subir todos los enseres de valor a una cierta altura para evitar que se dañaran, aunque recordaban que «en la crecida de 2015 el agua llegó a la altura del pecho y destrozó todo».

«Desgraciadamente, estamos ya acostumbrados», comentaba Andrea, que se mostraba dispuesta a sufrir una riada «cada veinte años, pero no cada tres», en relación a las avenidas de 2015, 2018 y la actual. Entre los vecinos reunidos afloraba la preocupación y una reclamación común: «Que limpien el río, es la única solución», comentaba uno de ellos desde el tejado de su casa, en La Mejana, donde comprobaba que el agua comenzaba a filtrarse poco a poco en su propiedad aunque sin alcanzar la vivienda.

Mientras avanzaba la tarde y subía la altura del río, crecía la preocupación en la localidad de Movera. Su alcaldesa, Esperanza Calvano, relataba a última hora que se encontraban «vigilando que la mota de Torre Villarroya aguante». Según la regidora, el agua había comenzado a rebasar esta barrera, un riesgo controlado que, en cambio, supondría un problema mayor si terminaba rompiendo el dique.

«La crecida ha destrozado los campos, es un riesgo que los ribereños asumen, el problema es que llegue a las casas», señalaba la alcaldesa. «Hace mucho duelo, están abandonando su hogar», comentaba sobre los desalojados. Calvan agradecía la ayuda de vecino que estos días está grabando con su dron imágenes de la evolución del río a su paso por las motas y por las urbanizaciones de la zona.

Convoyes a Alfocea

Mientras, al otro lado de la capital aragonesa, continúan los convoyes especiales para conectar Alfocea con Zaragoza por una vía alternativa después de que la carretera por Monzalbarba haya sido anegada por la crecida del Ebro. La salida desde el barrio rural parte del cementerio (6.20, 13.45, 17.00 y 21.45), mientras que la ruta opuesta se toma en la rotonda de la MAZ (7.00, 13.00, 16.20 y 21.00).

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