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Ángel Dolado: "El espíritu de acogida de Zaragoza es enorme"

Además del Derecho, el fútbol es la "auténtica pasión" de Ángel Dolado, Justicia de Aragón: "Lo llevo a flor de piel y de sentimiento", reconoce. Dolado, que llegó a la capital de Ebro con su familia, procedente de Soria, a los 3 años, la describe como una "gran metrópoli", gracias a la Expo de 2008.

Ángel Dolado, Justicia de Aragón, con las jugadoras del Zaragoza Club de Fútbol Femenino, en el campo Enrique Porta de la Universidad San Jorge. No se pierde ni un solo partido
Ángel Dolado, Justicia de Aragón, con las jugadoras del Zaragoza Club de Fútbol Femenino, en el campo Enrique Porta de la Universidad San Jorge. No se pierde ni un solo partido
José Miguel Marco

No lo puede evitar. Cuando Ángel Dolado –Soria, 1962, desde los 3 años en Zaragoza–, Justicia de Aragón, se sienta en el palco presidencial de La Romareda no puede evitar –aunque la exquisita educación y el protocolo exijan lo contrario– levantarse, "aplaudir y manifestar la alegría en los goles, en los triunfos de nuestro Real Zaragoza; sobre todo, en esos momentos en los que hemos estado a punto de ascender a Primera División", porque el fútbol –además del mundo del Derecho, por supuesto– es su "auténtica pasión, a flor de piel y de sentimiento", en la que se reafirmó ya el mismo día de su primera comunión, cuando le regalaron su primera equipación. "Entonces, yo tenía mucha vinculación con familiares de Bilbao. Y mi primera camiseta fue la del Athletic, con el número once de Chechu Rojo", recuerda. A su memoria retornan aquellas tardes "en mi barrio Oliver, frente al cine, en la calle Espronceda, donde había una gran explanada en la que pasábamos gran parte de nuestro tiempo, fuera de la escuela, jugando al fútbol".

"Además del Derecho, el fútbol es mi auténtica pasión, lo llevo a flor de piel y de sentimiento"

Federado desde los 12 años –empezó en el Atlético Escalerillas, jugó dos temporadas –"con 18 añicos"– en el Remolinos y, después, en el Oliver, en regional preferente–, a punto estuvo de fichar por el Club Deportivo Calasanz, que por aquella época jugaba en la liga juvenil de Primera División, "pero no pasé la prueba", reconoce, a pesar de era "muy bueno". "Pequeña estatura, pero gran regate, dominando la pierna izquierda y la derecha, aunque siempre he sido extremo izquierda".

Solo unas duras oposiciones a Secretario Judicial, Fiscal y Juez, que empezó a preparar nada más terminar el Servicio Militar, a los 22, y ocho años de desempeño en la carrera judicial en Cataluña, lograron domeñar aquella pasión, la misma que volvió a derrochar en 1998, cuando regresó a Zaragoza, a la liga de los veteranos, con la Agrupación Deportiva 92, donde conserva grandes amigos y en la que ha sido uno más hasta hace una década. "Ahora, voy a La Romareda siempre que puedo, y estoy deseoso de lograr el ascenso a Primera División", afirma; deseo y afición que comparte su nieto Julen, que, a sus 6 años –juega en la Unión–, apunta maneras.

Abanderado del Zaragoza Club de Fútbol Femenino –desde hace cuatro años no se pierde ni un partido–, defiende a ultranza "el principio de igualdad exigible para que las chicas puedan entrenar y jugar igual que los chicos, en los campos de la Federación Aragonesa de Fútbol". 

"Culturalmente, nos encontramos en Primera División, en la ‘Champions League’"

Su barrio Oliver, Delicias, el castillo Palomar, la fábrica de Tudor, en la avenida de Navarra... son escenarios evocadores de aquella Zaragoza de los 60, que acogió a Ángel Dolado y a su familia, procedentes de su pueblo natal, Mezquetillas, cerca de Medinaceli, en Soria. "Mi padre consiguió trabajo en la Tudor y nos ubicamos en el barrio Oliver, donde se centran mis principales recuerdos y vivencias. En verano –rememora–, íbamos a las piscinas públicas del Castillo Palomar y por las noches, a las diez, mi madre, mi hermana y yo acudíamos, al escuchar la sirena de la fábrica, a ver la salida de los más de 1.000 trabajadores de la Tudor, entre ellos, mi padre. Aún me emociono". Protagonistas indiscutibles en este itinerario emocional: el Instituto Goya, el Mixto nº 6, la Facultad de Derecho..., hasta que Zaragoza se convirtió para Ángel Dolado en "mi anhelo de retorno", tras su periplo profesional por tierras catalanas.

El anhelo de retorno, la añoranza de un soriano, que dice que "es tan grande el espíritu de acogida de los zaragozanos, de todo Aragón, que solo aquí ocurre lo que en otros lugares de España sería impensable: que un aragonés, originario de un pueblecito de Soria, tenga la confianza de los aragoneses, a través de las Cortes, para ser elegido Justicia de Aragón". Con emoción, Dolado asegura que esta es la culminación de su carrera profesional: "No se puede ser ya nada más que Justicia de Aragón. Soy sumamente feliz en Zaragoza".

"Se están dejando morir los barrios de toda la vida: Las Fuentes, Torrero, San José..." 

Al referirse a ella, la describe como una "gran metrópoli", gracias a la Expo de 2008, que consolidó importantes infraestructuras. "Hemos ganado el Ebro –asevera–, los jóvenes ya no diferencian entre la margen derecha e izquierda; pero todavía nos falta ese mejor aprovechamiento del río –la navegación–, como en otras ciudades españolas". Amable, cómoda, gracias al transporte público, y tremendamente agradable para los que vienen de fuera, "aquí no se indica o informa al turista, lo acompañamos", destaca Dolado, que describe el presente de la capital como "muy interesante", con grandes inversiones; con mayor capacidad que otras ciudades para superar esta lamentable crisis, generada por la pandemia, y con un inmenso potencial cultural. "En cine, tenemos ya grandes directores y directoras; tenemos el fenómeno literario del año, a nivel internacional, con Irene Vallejo y ‘El infinito en un junco’; el apogeo de la novela histórica... Culturalmente –insiste–, Zaragoza y Aragón se encuentran en la Primera División, en la ‘Champions League’. Después de las grandes capitales, la del Ebro se va a consolidar como el referente en el mundo de la cultura". 

La balanza la desequilibra el gran "elemento dinamizador" que le falta a Zaragoza: "población". "Ese es el reto principal –argumenta–, que ya se fijó en su día Juan Alberto Belloch, cuando era alcalde de la ciudad, de llegar al millón de habitantes; pero no lo hemos conseguido". Y, aunque la ciudad crece, se expande, "se están dejando morir los barrios de toda la vida, Las Fuentes, Torrero, San José...". Para salvarlos, el Justicia propone aprovechar los centros escolares, que ya están consolidados en el centro, y que se están quedando sin niños, y llenarlos con esos "otros niños del entorno de otros barrios, para que pudiesen formarse en el centro histórico de la ciudad y sus barrios adyacentes, favoreciendo así la integración y diluyendo el concepto de clase social". "Los barrios más vulnerables –continúa– necesitan un claro apoyo para salir adelante, porque hay muchísimas familias de múltiples países, que lo están pasando muy mal". Del mismo modo que "debemos incentivar que el mundo rural se consolide y recupere población, porque en los pueblos, si tienes los servicios necesarios, se vive también muy feliz" añade.

Con la vista puesta en el futuro de Zaragoza y de los jóvenes zaragozanos, Dolado lo intuye "complicado", porque hay un viejo precepto social que no se está cumpliendo, y que, sin embargo, funcionó cuando "nosotros éramos jóvenes": que la formación a nivel académico, con grados, posgrados, idiomas, informática... "no garantiza el ascenso social; no garantiza que puedan conseguir un buen trabajo. Ese es el reto". Por eso, el Justicia de Aragón se muestra reacio a retrasar las jubilaciones hasta los 75 años: "Tenemos que darle ese principio de oportunidad a la generación mejor preparada, darle el relevo; si no, estaremos siendo injustos y egoístas, porque estaremos frustrando los mejores años de sus vidas".

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