Un grande para el festival más chico

La muestra de cine más pequeña del mundo abre este martes en una aldea del Pirineo de Huesca su décima edición de la mano de José Luis Rebordinos.

Poder hacer las proyecciones de cine al aire libre ha permitido llevar a cabo el festival de cine de Ascaso.
Poder hacer las proyecciones de cine al aire libre ha permitido llevar a cabo el festival de cine de Ascaso.
Muestra de cine de Ascaso

Este martes se cumplen diez años del primer festival de cine de la pequeña aldea de Ascaso, en Huesca, una diminuta localidad pirenaica de siete habitantes y tres casas habitadas en la que la cobertura telefónica no llega del todo bien. Este remoto lugar entre montañas es el fantástico escenario y la esencia del festival de cine más pequeño del mundo. Su celebración coincide con el centenario de Luis García Berlanga, así que los organizadores eligieron como aperitivo y para calentar motores una película del cineasta valenciano, 'Calabuch' (1956), que también discurre en un pequeño pueblo, en este caso de la costa mediterránea. Se proyectó el domingo sobre la pared de una borda, que antes de sala de cine era utilizada para resguardar al ganado de las heladoras noches del invierno oscense. Oficialmente el festival más pequeño (que se prolongará hasta el sábado) lo abre este martes el director de un gigante como el festival de cine de San Sebastián. "José Luis Rebordinos aceptó desde el primer momento y está muy ilusionado", cuentan desde la organización.

La idea del festival, que dirige Miguel Cordero, nació de una conversación entre amigos, con la idea de dinamizar la economía de esta comarca pirenaica. Diez años después se ha convertido en una cita imprescindible para gentes llegadas de toda España que disfrutan del buen ambiente, del trabajo cooperativo y de la conjunción entre el séptimo arte y la naturaleza. También acuden cineastas para quienes Ascaso se ha convertido en un puntito de referencia. Tanto que están a límite de aforo. La pandemia les ha obligado a vender solo 160 entradas.

Uno de los voluntarios es Benjamín Recacha, que lleva cuatro años acudiendo a Ascaso, cuya carretera fue asfaltada por primera vez el año pasado. Para él lo más bonito es "la relación con la gente", sobre todo "en los coloquios nocturnos después de las películas" bajo el cielo estrellado... si no hace fresco. En 2017 acudió por primera vez y se enamoró del festival. Proyectaban 'Cien días de soledad' y una tormenta abría la primera escena. "Como por arte de magia, empezó a llover y a caer rayos en Ascaso", recuerda. Ficción y realidad se mimetizaron en un sincronismo que dejó a Benjamín maravillado. Hasta hoy.

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