La historia del Aragón de nuestros días que nace con la Transición política no puede entenderse sin contar con el papel decisivo desempeñado desde su primer momento por el Partido Aragonés; un partido que, además de tener voz propia en el Congreso de los Diputados y en el Senado, ha gobernado no sólo las principales instituciones aragonesas (Cortes, Gobierno de Aragón y diputaciones provinciales) sino también en una buena parte de nuestros ayuntamientos y comarcas.

Desde ese papel decisivo en las instituciones, una elevada proporción de los grandes proyectos modernizadores que han transformado nuestra sociedad y nuestro territorio, comenzando por el Estatuto de Autonomía y las leyes de comarcalización, lleva el sello inconfundible de las mujeres y hombres del Partido Aragonés; aunque sin poder evitar que PP y PSOE cambiaran en Congreso y Senado el criterio que se había asumido en las Cortes de Aragón, impidiéndonos alcanzar como hubiera sido justo el régimen estatutario que tuvieron desde el principio algunas comunidades autónomas privilegiadas.

Nacido como un proyecto político aragonesista para la defensa cerrada de los recursos de nuestra tierra como garantía de futuro y prosperidad, proclamaba en su lema fundacional -"Hacer Aragón sin destruir España"- toda una inclinación a la moderación y el centro políticos como espacio de encuentro de todos los aragoneses -entre sí y con su propio pasado-, amén de un eficaz antídoto contra la irresponsable e insolidaria pulsión secesionista de algunas comunidades autónomas.

En esta hora difícil, que la pandemia de coronavirus y sus secuelas económicas han contribuido a hacer todavía más incierta, el papel del Partido Aragonés -su discurso aragonesista, integrador, moderado y de centro- se revela más necesario que nunca. Pero para que eso sea posible, es menester que nuestro partido, en buena medida ausente del debate político en los últimos años pese a ostentar responsabilidades de gobierno, vuelva a la senda que nunca debió abandonar. A la política, en definitiva.

En consecuencia, creyendo imperiosa la necesidad de contar con un Partido Aragonés fuerte, como la mejor garantía de un Aragón grande y próspero, y confiando en la capacidad de las mujeres y hombres del Partido Aragonés, estimamos necesario someter sin demora a la decisión de todos ellos una posible renovación de sus órganos de dirección y la definición de la línea política a seguir en adelante.