Redactor de HERALDO DE ARAGÓN

Bañarse en el Ebro

Zaragoza
Imágenes del lugar donde ha sido hallado del cuerpo de Karim
Daniel Pérez

Todos los sucesos tienen un principio, un nudo y un desenlace. La muerte de un chaval de 13 años, Karim, ahogado en el río Ebro va a durar más de los cinco días de la semana pasada, desde que se metió al agua para bañarse hasta que su cuerpo sin vida fue hallado por una policía local a 9 kilómetros.

Miles de personas paseamos muchos días alrededor del cauce, como parte de la gimnasia o la relajación a que nos empuja la pandemia, y el pasado fin de semana parecía que el río estaba de luto. La familia de Karim lo sepultó el viernes en el cementerio musulmán de Torrero, donde todas las tumbas están en la tierra y dirigidas hacia la Meca.

El Ebro es un río donde casi nadie se dispone a bañarse, como se hacía a mediados del siglo XX, para evitar que la corriente se lo lleve a uno, pero no hay ningún cartel que prohiba esa peligrosa costumbre que tiene finales muy tristes. A pesar de que esa mentalidad existe en la ciudad, en los últimos veinte años el Ayuntamiento de Zaragoza ya contabiliza 23 fallecidos entre el Ebro y el Gállego.

Por eso, cuando habla el capitán Álvaro Sanz, del Regimiento de Pontoneros, destinado en Monzalbarba, habla del río como «una zona hostil», en la que los militares se entrenan para bucear en el fondo siempre que los auxilie una zódiac en la superficie.

El suceso de Karim movilizó a cuerpos como los Bomberos, la UAPO y los Pontoneros para intentar salvarlo, hasta que rescataron sus restos. «Habrá que alertar más sobre los peligros del río y habilitar zonas seguras con socorristas, como podrían ser las antiguas playas de la Expo», meditó el periodista Mario Sasot en Facebook. Ese podría ser parte del desenlace por afrontar.

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