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Arturo Sanz, de comercial de alimentación a repostero en Almonacid de la Cuba

Tras media vida trabajando para grandes firmas del sector alimentario, quiso tener su propio negocio. Así es como abrió el horno de leña La Presa en 2019.

Arturo, en la cochera de Almonacid que compró hace dos años para convertirla en un horno de leña.
Arturo, en la cochera de Almonacid que compró hace dos años para convertirla en un horno de leña.
Heraldo

Tras media vida empleado como comercial en el sector de la alimentación, Arturo Sanz decidió que ya estaba bien de trabajar por cuenta ajena. Tenía claro que tarde o temprano lanzaría su propio negocio y finalmente se decantó por un horno de leña en una localidad que conoce muy bien, Almonacid de la Cuba.

Aunque él es de Zaragoza, su mujer es de este municipio donde tienen su propia casa y desde hace años frecuentan en fines de semana, puentes y vacaciones. Así es como hace dos años Arturo abre el obrador La Presa, en una cochera que compró a buen precio y acondicionó para su nuevo fin. Desde entonces, allí hornea casi a diario magdalenas, dobladillos, cocos, mantecados y así hasta 15 referencias diferentes de dulces caseros.

Todo está hecho de forma artesana en horno de leña, la herramienta principal del negocio de Arturo. “La cocina siempre me ha gustado, en casa suelo ser yo el que se encarga de las comidas”, explica. Con esta base, aprender repostería de forma autodidacta no le ha resultado demasiado difícil. “Al principio, conté con el apoyo de una personas experta, que me dio las fórmulas básicas”, añade. Después, a dichas recetas le ha añadido su toque personal.

Un sello de la casa que no solo se nota en la repostería, sino también en una amplia gama de productos salados, famosos en Almonacid y alrededores. “Lo que más éxito tienen son las pizzas, sobre todo la barbacoa, pero también preparo empanadas al gusto y bollos de sardina”, indica.

Las magdalenas, la clave

Esta rama salada del negocio se dirigía antes de la covid a grandes eventos organizados por ayuntamientos o a grupos, como reuniones de peñas o amigos. Pero desde la pandemia, Arturo ha tenido que reorientar su producción, porque ahora se vende mucha más repostería para particulares. “Los fines de semana también me encargan algunas pizzas pero no tiene nada que ver con lo habitual”, lamenta.

Para suplir esta ausencia de pedidos de gran volumen, ha incorporado nuevas referencias, como magdalenas ecológicas y otros productos más demandados en los últimos tiempos. Ecológicas o no, es el producto de repostería más vendido del horno, y supone en torno a un 70% de la facturación.

La modificación de su oferta no es el único cambio que Arturo ha notado en su horno a raíz de la pandemia. Antes, los fines de semana hacía mucha más caja que entre semana, ya que el pueblo se llenaba de vecinos que habitualmente viven en Zaragoza. Ahora, sobre todo cuando se dan los confinamientos perimetrales, el sábado y el domingo Almonacid está desierto, y sus principales ingresos se obtienen de martes a viernes.

La venta al público está disponible en el propio horno, en un mostrador que está abierto de martes a domingo de 9.00 a 11.00. A partir de esa hora, cierra las puertas para centrarse en la producción repostera del día siguiente y también en la que distribuye en Zaragoza. En la capital, sus productos se pueden encontrar en varios puntos de venta como supermercados y tiendas de alimentación.

Su oferta en Almonacid la completa con barras de pan o napolitanas pero estos productos son precocidos y Arturo solo se dedica a hornearlos.

En cuanto a los encargos de pizzas, lo más habitual es que los interesados se pasen por el horno y se lo encarguen de palabra, a la antigua usanza. “También me pueden llamar al móvil pero la cobertura no llega al obrador por lo que cuando salgo de allí tengo que devolver las llamadas que me han ido haciendo”, explica Arturo. Una desventaja, la de las telecomunicaciones en los pueblos, demasiado común a la hora de sacar adelante un negocio en el medio rural.

Por el camino también se ha quedado su plan de crear una página web del obrador, una tarea pendiente pospuesta por la covid. Tampoco se plantea por el momento repartir sus productos en pueblos de alrededor porque él solo no puede con todo. “Si estoy produciendo no tengo tiempo para prestar este servicio”, reconoce. Lo ideal sería poder contratar a alguien que le apoyara pero hasta nueva orden y dadas las circunstancias, no es posible.

Y eso que, según él mismo reconoce, esta crisis le pilla en un momento familiar relativamente tranquilo. “Mis dos hijas ya son independientes económicamente, terminaron de estudiar hace poco y ambas están trabajando”, comenta, aliviado al pensar que la situación hubiera sido bien distinta si tuviera que sustentarlas.

"Trabajo para mí, yo me organizo y no rindo cuentas a nadie"

Desde que abrió el horno, Arturo vive a caballo entre Zaragoza y Almonacid. Los lunes y martes está en la capital y el resto de la semana, en el pueblo. Hasta antes de la pandemia, aprovechaba para estar con su suegra pero ahora, por seguridad, vive en su propia casa. “Estar yendo y viniendo no me supone ningún problema, ya que estoy a 40 minutos de la ciudad”, dice. Todo un lujo para alguien como Arturo, que durante 30 años ha estado viajando por toda España comercializando productos para diferentes firmas.

Una vida que ya dejó atrás, con toda la experiencia laboral y el bagaje personal en su mochila, para ganar en calidad de vida. “Trabajo para mí, yo me organizo y no rindo cuentas a nadie”, resume, como ventajas de su actual situación laboral que, pese a este bache derivado de la pandemia, no cambiaría por nada.

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