Por fin, de regreso a la casa del pueblo

Los turistas no se dejan notar en el primer fin de semana de desescalada a causa de las limitaciones en los viajes, el mal tiempo y el cierre de alojamientos.

José Manuel Abad, en su casa de Aínsa.
José Manuel Abad, en su casa de Aínsa.
Heraldo

Los turistas apenas se han dejado ver por el Pirineo, el Moncayo o la sierra de Albarracín en el primer fin de semana de desescalada. Si los pueblos han recobrado algo de vida ha sido por los desplazamientos a las segundas residencias de ciudadanos de la misma provincia. Las limitaciones para viajar y el cierre de la mayor parte de los alojamientos, bares y restaurantes no han animado a los visitantes. Y por si fuera poco, el tiempo tampoco invitaba a salir.

La plaza Mayor de Aínsa o la de la Catedral de Jaca se han visto vacías. Ni siquiera estaban montadas todas las terrazas de los bares, a la espera de que la siguiente fase quizá permita llegar a zaragozanos, vascos o navarros. En Alquézar, en la sierra de Guara, cuya clientela es mayoritariamente francesa, también ha habido "muy poco movimiento", con hoteles y cámpines cerrados.

Los pueblos se han animado gracias al regreso a las segundas residencias dentro dentro de la misma provincia. Es el caso de José Manuel Abad, de Huesca, que aprovechó el inicio de la desescalada para ir a su casa de Aínsa, su localidad natal, que ha permanecido dos meses cerrada. "El cofinamiento nos pilló en Huesca y como pintaba mal decidimos quedarnos para estar cerca de nuestras hijas y nietos, aunque al final no nos podíamos ver". Tener un jardín es un aliciente tras semanas de encierro en un piso, aunque lo primero que haya que hacer sea cortar la hierba. "Al tener un terreno, nos movemos más libremente". No obstante, deja claro que él y su mujer salen "lo imprescindible", y a los vecinos los ven "a distancia". "Estamos contentos de poder venir pero tenermos cuidado", dice pensando en que la gente puede ser reticente hacia los de fuera, aunque sean hijos del pueblo.

"Hasta ahora daba pena"

En la provincia de Teruel, estos desplazamientos han animado las pequeñas localidades, eso sí tímidamente, pues una gran parte de los propietarios son de la Comunidad de Valencia y de Cataluña. Según la alcaldesa de Alcalá de la Selva, Amparo Atienza, a ello se suma que "hay miedo todavía" y muchas personas "prefieren aguardar un tiempo sin moverse para no ser responsables de posibles contagios en municipios donde no ha habido casos". No obstante, en esta localidad de la Sierra de Gúdar, una treintena de familias valencianas están pasando el confinamiento al haberles sorprendido allí el decreto del estado de alarma. Con todo, "Alcalá ya parece un pueblo, hasta ahora daba pena", dice la regidora.

Juan Pedro Durbán, en la casa que tiene en Villastar.
Juan Pedro Durbán, en la casa que tiene en Villastar.
Jorge Escudero

Rafael Samper, alcalde de Orihuela del Tremedal, afirmaba que el ambiente en esta localidad de la sierra de Albarracín seguía "triste", si bien acababan de llegar los primeros residentes de fines de semana, puentes y vacaciones. Una de ellas es Angelines Samper, quien junto a su marido disfrutaba del pequeño jardín de la vivienda tras dos meses "encerrados entre cuatro paredes". "Aquí respiramos, en Teruel era no salir de casa", explicaba.

A Juan Pedro Durbán le faltó tiempo para ponerse la ropa de trabajo y empezar a cuidar la huerta junto a su casa de Villastar, a cinco kilómetros de la capital turolense. "Teníamos ganas de venir, de disfrutar del campo y hacer una barbacoa, como antes", dijo. Trabajador en la residencia de mayores Javalambre de Teruel, donde viven casi 400 ancianos, recordó haber pasado "días muy difíciles", pero ahora tener la sensación "de que todo va por buen camino".

Albarracín, una de las localidades más turísticas de Teruel, tampoco experimentó este fin de semana un gran cambio, a juicio de su alcalde, Michel Villalta. Los museos, uno de sus principales activos, están cerrados al no poder contar con los visitantes que vienen de otras provincias. El mal tiempo y las limitaciones en la instalación de terrazas de bar en las estrechas calles de la ciudad, restaban este domingo presencia de gente en el casco histórico.

En Zaragoza, la comarca de Tarazona y Moncayo son dos de los focos turísticos y, por lo tanto, donde más se puede notar la fase 1. Muchas personas han aprovechado para marcharse a sus segundas residencias. En Vera de Moncayo, de unos 360 habitantes censados, este fenómeno "se ha notado" especialmente. Según su alcaldesa, Marta Azagra, desde el lunes han sido muchos los que han optado por regresar desde la capital aragonesa y otras zonas para ver a los familiares o comprobar que, después de las tormentas de los últimos días, todo estaba en orden.

"Hay mucha gente que viene en Semana Santa y ya se queda hasta después de verano y como el estado de alarma les pilló en Zaragoza no lo pudieron hacer", apunta Azagra que, aunque considera normal la llegada a los pueblos de los que no son residentes habituales porque "todo el mundo se quiere mover", recuerda que la crisis sanitaria continúa. Más si cabe, advierte, en lugares como Vera, donde buena parte de los habitantes son mayores. "Pedimos que se utilicen las mascarillas para comprar y que se mantengan las distancias de seguridad -incide la alcaldesa-. Es un pueblo pequeño y todos vamos a los mismos sitios", explica. 

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