El último guiñote
Tener menos triunfos que el contrario puede ayudar a derrotarlo al guiñote si uno sabe jugar las cartas. Pero hay que diseñar estrategias, como en la vida, para que al menos las derrotas sean honrosas. El torneo o coto vital que estamos disputando empezó a jugarse antes del 14 de marzo, cuando se declaró el estado de alarma, para conocer al virus que nos llegó por sorpresa, aunque asomó en China antes del 31 de diciembre, en Wuhan.
España peleó sin conocer los triunfos de esta partida hasta que se enteró de que debía tener millones de mascarillas, test PCR y equipamientos de protección para defenderse antes de tener el triunfo definitivo, que es la vacuna y no parece llegar hasta 2021. Una semana después del confinamiento, la enfermera Pilar Arilla y la médico Pilar López Esteban, del centro de salud Venecia, nos explicaron que faltaban mascarillas y habían tenido que idear trajes con bolsas de basura por las carencias del servicio público, porque el virus cogió al sistema despistado. Dos meses después, aquella denuncia saltó por los aires tras oír a la consejera de Salud, Pilar Ventura, calificar como «estímulo» las bolsas de basura o las «penurias» de los sanitarios, que han sumado muchos contagiados.
Llevamos perdiendo unas cuantas partidas y muchas vidas, porque el triunfo aún está en manos del murciélago, el origen zoonótico del coronavirus. Los aficionados al guiñote han avisado que el BOE sobre la fase 1 que abre las terrazas prohíbe que se juegue a «cartas de uso común», por el contagio, y requiere el sistema electrónico. Siento haber jugado el último guiñote en la mesa de un bar y perderlo.
