contra el coronavirus 

Alerta permanente por el virus en la Base Aérea

Los militares del Ala 31, que recogen material sanitario por todo el mundo para el Gobierno, están dispuestos a salir durante 24 horas todos los días en este estado de alarma

Los pilotos de aviones del Ala 31, protegidos con mascarillas y guantes, salen del hangar hacia la plataforma de la Base Aérea de Zaragoza.
Los pilotos de aviones del Ala 31, protegidos con mascarillas y guantes, salen del hangar hacia la plataforma de la Base Aérea de Zaragoza.
Laura Uranga

El estado de alarma modificó la vida en la Base Aérea de Zaragoza y se cerraron las puertas a cal y canto para blindarse frente al coronavirus y evitar contagios. «Solo entran los que tienen algo que hacer dentro», describe el coronel jefe del Ala 31 Melecio Hernández Quiñones. «Vienen los que tienen que volar o quienes tienen algo especial, que lo hacen y se van», detalla.

El día a día se ha modificado para los militares del Ejército del Aire en la Base. A sus misiones habituales de traslado de militares o material (ayer salió un A400M a la base de Sigonella) se ha sumado el transporte de suministros sanitarios, una pieza muy valiosa para el Gobierno español.

Todos los militares de la Base llevan mascarillas y guantes, tienen que dejar las puertas de las oficinas abiertas y se revisan hasta los secadores de los baños. La necesidad del Ala 31 ha obligado a dividir a estos militares en «grupos fijos» para evitar, según dice el coronel, que la posible aparición de afectados por el virus impida que salga un vuelo.

Dos militares positivos  

En estas semanas se han registrado dos positivos, un piloto y un mecánico, al parecer por sus contactos con sus familiares que trabajan en un supermercado o en un complejo sanitario. Esto les obligó a poner en cuarentena durante catorce días a los compañeros de los afectados del Ala 31 que tuvieron contacto con ellos aunque eran asintomáticos, después de hacer un screeming, y lo superaron.

«No se puede cantar victoria todavía. La cabina que comparten en los aviones o el lugar donde van los mecánicos son ajustados», reconoce el coronel. Por eso, si aparece cualquier indicio de síntomas en estos militares, son trasladados a la enfermería y si el caso es grave, al Hospital Militar.

La Operación Balmis ha convertido esta unidad de transporte de mercancías con los aviones A400M y Hércules (sobre todo en el extranjero, a China, República Checa, Estonia, Alemania, o por todo el país) en «muy especial», y por eso se han adoptado medidas singulares.

El coronel Quiñones explica que si la unidad tiene 340 efectivos y habitualmente acuden unos 280 (hasta el 31 de marzo había una misión en Dakar), ahora apenas van de 140 a 150. Sobre todo, la mitad de los mecánicos, que revisan los aviones, y los destinados a operaciones para preparar los viajes dentro de la Operación Balmis, y para lograr los permisos de sobrevuelo en los países por los que pasan por vía diplomática. «Los demás están dispuestos durante 24 horas en sus casas para emprender los vuelos», precisa.

El capitán Jaime Roel, destinado en el avión Hércules, describe que permanecen en sus domicilio «con el móvil activo y preparados para salir cuando haga falta». «Es una situación excepcional, con la disponibilidad total para esta situación del coronavirus», reconoce.

Cuando fueron en el A400M en su primer viaje a Shangai (China), el propio Jefe de Estado Mayor de la Defensa, el general Miguel Ángel Villarroya, destacó las dificultades que sufrieron para llevarlo a cabo.

Un viaje muy exigente a China

«El vuelo de China fue muy exigente. Nos lo dijeron el día anterior y dormimos en el avión. No fue cómodo, pero lo hicimos», relata el capitán Santiago Figueroa. El jefe del Escuadrón 311, el comandante Manuel Navarro, lo rubrica y recuerda que el viaje fue una «emergencia», con una tripulación doble (cuatro pilotos y cuatro supervisores) y un tiempo récord (38 horas, ida y vuelta), a un destino desconocido para ellos y su A400M. El objetivo se cumplió y «afianzó» a los pilotos.

A su lado está el jefe del Escuadrón 312, el comandante José Carlos Ponce, que llegó el 31 del marzo de cerrar la misión en Dakar, abierta en 2013, en apoyo a militares españoles y franceses en Mali, y se sumó al día siguiente a la situación excepcional.

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