semana santa

El sonido de siempre para "un mundo nuevo"

Insólito acto de Romper la Hora en Híjar, con la plaza de la Villa vacía y los tambores y bombos ofreciendo sus toques desde casa. 

La familia, asomada al balcón de su casa de Híjar, poco antes de comenzar los redobles.
La familia Laborda Robres, asomada al balcón de su casa de Híjar, poco antes de comenzar los redobles.
Antonio Garcia/Bykofoto

Las túnicas lucían colgadas desde por la mañana, si acaso, sin el último golpe de plancha. Los instrumentos murmullaban la espera traicionera. El ritual distinto quería ser igual. Los pensamientos, al contrario. Esquivaban el recuerdo con un empeño frustrado; porque la Semana Santa es, irremediablemente, lo que fuimos. Una recopilación de imágenes hacia el futuro; una herencia sonora que ayer, sin quererlo, proclamó nuevos tiempos.

Los redobles cautivos se liberaron por la red. El mundo entero, este mundo enfermizo, pudo presenciar por primera vez el acto de Romper la Hora en directo. Treinta minutos virtuales a la velocidad impuesta por el virus maldito, que contrastaron con el resto del día; con un silencio pausado e incomprendido.

El reloj del Jueves Santo avanzaba mustio en las casas. Las conversaciones de la comida perseguían argumento; el descanso de la siesta, despertar con las cornetas en los Oficios de la iglesia. Nadie concebía prolongar esta mentira; todos se sabían engañados. Y tuvo que llegar el atardecer para acelerar el destino de las manecillas.

La oscuridad volvió a recordarnos de dónde venimos. Nos condujo, apresuradamente, hacia nuestros familiares y amigos. Y ahí estaban parte de los míos, en su terraza orientada al Calvario, listos para esta inaudita Rompida. “Durante el día, he tenido la sensación de que no era Jueves Santo, pero, conforme se ha ido acercando el momento, el corazón se me ha encogido”, explicaba Merche Robres. Ayer no tuvo que abrirse hueco entre los balcones del Ayuntamiento. La imagen de la plaza, vacía, estaba plasmada en las pantallas. El alzado de la vara iba a llevar dirección contradictoria. Tan global, tan efímera…

Lo siento por los demás; porque yo, curiosamente, es el año que más voy a tocar. Trabajo en la hostelería y, de no ser por esta extraña situación, no estaría en el pueblo. Otras veces me ha tocado romper la hora sobre una caja de cervezas, en la distancia, y ahora me acuerdo de los que están fuera”, valoraba Jorge Laborda, mientras su padre, Jesús, terminaba de ajustarse la corbata.

Desde que tenía dos años -ahora son 55-, tan solo me he perdido este instante una vez, y fue porque me fracturé las costillas en vísperas de Semana Santa”, relataba este antiguo bombo del Santo Entierro, que incluso en 2019, con su padre ingresado, sacó fuerzas para repartir mazazos de nostalgia.

El 'Manoloto' falleció poco después; a los meses lo hizo Pascual 'el Moreno', el otro abuelo; y el inicio de 2020 trajo la fatalidad más cruel e inesperada. Por todos ellos tocaba ayer Eva, la valiente de la familia. “El sentimiento no se vence así como así. Hoy nos colgamos el tambor con lágrimas en los ojos, el cuerpo temblando y la mente puesta en volver a ver esa plaza teñida de negro”, contaba ella, segundos antes de que la plataforma Local Reporter la introdujera -nos introdujera- en un mundo nuevo.

Se dice que, cuando esto acabe, seremos otros. La Semana Santa también será diferente. Ayer nos acostamos con un año de menos y 500 de más. Que no se los olvide lo que cuesta llegar.

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