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Una vecina de Zaragoza cumple 107 y lo celebra… ¡cantando!

Nacida en Boquiñeni un 29 de octubre de 1912, Milagros Pérez Matute asegura que siempre anda canturreando algo aunque, afirma, "mi voz ya no es lo que era".

La centenaria Milagros Pérez Matute, con el ramo de flores en la residencia Ballesol El Carmen en la que se encuentra desde hace 11 años
La centenaria Milagros Pérez Matute, con el ramo de flores en la residencia Ballesol Puerta del Carmen en la que se encuentra desde hace 11 años
TONI GALÁN

Con una amplia sonrisa y un gran sentido del humor, así nos recibe Milagros Pérez Matute, una zaragozana nacida en Boquiñeni un 29 de octubre de 1912, es decir, hace 107 años. ¿El secreto para llegar tan bien a esta edad? "Pues no lo sé, trabajar mucho, no he hecho otra cosa”, bromea.

Se trata de una de las aragonesas más longevas, título que lleva con bastante discreción ya que, asegura, no le gusta llamar la atención. "No imaginé que llegaría a cumplir tantos. Supongo que será algo especial", añade. Rememora cuando tuvo una angina de pecho, siendo muy joven, y pensó que no lo iba a superar. "Siempre he estado bien de salud, solo he tenido eso. Fue difícil pero aquí estoy, quién me lo iba a decir", afirma.

"Muy joven me quedé viuda con tres hijos pequeños y comencé a trabajar de telefonista en la Cámara de Comercio, cuando estaba en la plaza de España", prosigue. Y aunque a día de hoy no recuerda muchas cosas, no se olvida de que durante la guerra, estuvo de enfermera en el edificio Paraninfo de la Universidad. Tras enviudar, decidió centrarse en sacar a sus hijos adelante. "No quise saber nada más de maridos", espeta.

Nacida en Boquiñeni un 29 de octubre de 1912, Milagros Pérez Matute asegura que siempre anda canturreando algo aunque, afirma, "mi voz ya no es lo que era".

Hija de Emilio Pérez y Basilisa Matute, ambos de Boquiñeni, sus padres se dedicaron toda la vida al campo. Tenían tierras y cultivaban, entre otras cosas, alfalfa. "No recuerdo qué más, ¿sabes que tengo muchos años? De eso sí que me acuerdo", responde divertida.

Fue la quinta de seis hermanas, "Pilar, Gloria, Patrocinio, Emilia, yo y Amparo, en ese orden y todo mujeres", destaca. Por eso, también recuerda que en su casa cosían mucho: "Al ser tantas hermanas, nos pasábamos los vestidos de unas a otras y había que arreglarlos", afirma. Al tiempo viene a su mente otro recuerdo de juventud. Los viajes hasta el río o las acequias del pueblo con el balde de chapa lleno de ropa enjabonada en la cabeza y la tabla de madera para su aclarado. También recuerda que pesaba.

Además de las judías verdes y la tortilla de patata, que asegura que le salía "muy buena", otra de sus grandes pasiones siempre ha sido la música, en concreto el canto. "Durante 20 años estuve en el Orfeón Aragonés y ensayábamos en la Iglesia del Carmen, en Zaragoza", añade. Del mismo modo, asegura que dio muchos conciertos no solo en la iglesia sino también por varios pueblos de Aragón. Y aunque no recuerda sus nombres, lo que tampoco ha olvidado ha sido la letra de esas canciones que tantas veces compartió y que todavía hoy interpreta por los pasillos de la residencia Ballesol Puerta del Carmen en la que se encuentra desde hace 11 años.

"Antes cantaba más, ahora canturreo o murmullo porque mi voz ya no es lo que era", se queja. Pero, durante el tiempo que dura la entrevista, Pérez no duda en detenerla las veces que haga falta para compartir algunas de estas letras. "Ay, ay, ay, ay. Canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones" o "La rosa del azafrán es una flor arrogante, que nace por la mañana y muere al caer la tarde", a las que le siguen muchas otras como La Habanera de Don Gil de Alcalá, de M. Penella.

"Una maravilla de mujer"

Desde la residencia, donde le prepararon una sorpresa muy especial con motivo de su 107 cumpleaños, que incluía la actuación musical de 'La tuna de la Experiencia' y un bonito ramo de flores, aseguran que se trata de "una mujer muy agradable, de trato muy fácil y muy presumida. Ella se hace su moño todos los días, no se lo deja hacer a nadie más", explica Cristina Benedé, terapeuta del centro Ballesol.

"Habitualmente sabes que se acerca por el pasillo porque llega canturreando algo a lo lejos", añade. Benedé, que la conoce bien, la cataloga de una mujer "muy valiente para la época que le tocó vivir", no solo por el hecho de sacar ella sola a tres hijos adelante sino por su forma de encarar la vida. "Sin duda es una de nuestras residentes más modernas, es una maravilla de mujer", concluye.

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