¿Cuáles son los bares favoritos de los ciclistas zaragozanos?

Leciñena, El Temple, María de Huerva, Cariñena o Fuendetodos son algunos de los lugares habitualmente transitados por los amantes de este deporte sobre dos ruedas.

Ricardo Domingo y un grupo de amigos en la Puebla de Alfinden
Ricardo Domingo y un grupo de amigos, en la Puebla de Alfinden
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Cualquier fin de semana del año, más aún con la llegada del buen tiempo, resulta habitual encontrarse con un grupo de ciclistas de carretera en plena ruta. Sin embargo, lo que muchos no saben es que igual de importante que el diseño de este recorrido lo es el tiempo y lugar de descanso que escogen estos deportistas. Pero, ¿dónde se encuentran los bares favoritos de los ciclistas zaragozanos?

Aunque la lista podría ser interminable, y en muchos casos estas paradas suelen basarse en la improvisación y la comodidad del ciclista, son varios los deportistas que aseguran que, con el paso de los años, algunos establecimientos han pasado a convertirse en una parada obligatoria donde realizar un ‘avituallamiento’ en cada una de sus salidas. Entre ellos se encuentran El Olivar, en La Muela; El Mesón de Aragón en María de Huerva; el restaurante Casa Perera, en Valmadrid o el bar Los Chopos, en el Polígono Argualas.

El zaragozano Eduardo Sáncho, miembro del equipo de Triatlón Cierzo, lleva más de media vida montando en bicicleta, tanto de carretera como de montaña. Habitualmente, sobre todo los fines de semana, acude a su cita con el resto del equipo. “Las rutas habituales son la de Goya, que nos lleva por Jaulín, Fuendetodos y Villanueva de Huerva, o la de Longares, Alfamén y Cariñena; o en dirección hacia Huesca por El Temple, Castejón de Valdejasa y Leciñena”, explica.

Ciclistas en el restaurante Las Vegas.
Una parada en el restaurante Las Vegas, en El Temple.
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En cuanto a los factores a la hora de decantarse por un lugar u otro para realizar esta parada a mitad de ruta, asegura que lo más importante es la comodidad. “Procuramos no desviarnos mucho del recorrido, por eso elegimos bares que estén a pie de carretera y para los que no haya que dar un rodeo”, añade.

Precisamente, uno de los bares más conocidos es Las Vegas, ubicado en El Temple y donde su dueño, Francisco Fontana, habilitó una sala para guardar bicicletas hace seis o siete años. “Este bar lo abrió mi madre hace más de 60 años, justo cuando nació el pueblo”, cuenta. Sin embargo, asegura que los primeros ciclistas no empezaron a recalar en su establecimiento hasta finales de los 80. “Los días de mayor afluencia de ciclistas son los martes y jueves, y sábados y domingos; aunque el perfil es muy diferente”, asegura.

Entre semana se trata de un público más mayor –sobre todo jubilados- que se decanta por el almuerzo tradicional. “De los de toda la vida, con sus huevos fritos, panceta, chorizo, ensalada… y ahora en verano nuestro bocadillo estrella, El Siberiano, con atún, anchoas y tomate”, explica Fontana. “El fin de semana viene gente más joven que se toma su barritas energéticas y bebe Coca Cola Cero o un café”, explica. En su opinión, la clave de su éxito entre este público, además de la localización, radica en el buen precio y un mejor servicio. “Sobre todo, procuramos ser simpáticos”, añade.

En una hora punta, por ejemplo, un sábado a las 9.30 de la mañana, en Las Vegas se pueden juntar más de un centenar de ciclistas. “Por eso decidí habilitar la habitación para guardar sus bicis, para ellos son muy valiosas y almuerzan mucho mejor si saben que están bajo llave y vigiladas con cámaras”, concluye.

Otro de los locales que gozan de gran éxito entre quienes practican este deporte es La Encina, ubicado en Leciñena. De nuevo, se trata de un negocio familiar regentado por Víctor Bagüés y su familia desde hace 27 años, aunque sus orígenes, asegura, se remontan años atrás. “Se trata del bar más viejo del pueblo y tiene más de 100 años de historia”, afirma.

A pesar de que el paso de ciclistas por la zona es algo que recuerda desde que era un niño, hoy son muchos más los que recalan en el local para almorzar, aunque coincide en que los gustos han variado mucho con los años: “Antes era más habitual pedir huevos fritos y un carajillo, hoy la gente se cuida mucho más y eso se nota”. Los fines de semana, entre las 10.00 y las 11.00, pueden llegar a juntarse más de 50 o 60 ciclistas desde distintos puntos de Zaragoza.

No solo bares de carretera

Sin embargo, y aunque reconocen que son dos conceptos bien distintos, los amantes de la otra modalidad de bicicleta, la de montaña, también cuentan con algún que otro lugar predilecto en el que detenerse a realizar sus descansos. “Esta modalidad es relativamente nueva, hace 30 años éramos muy pocos en Aragón y la gente nos miraba raro”, admite Ricardo Domingo, zaragozano vecino de Sobradiel y miembro del Triatlón Cierzo.

Un lugar de encuentro para los ciclistas que practican bicicleta de montaña es La Fuente de la Junquera, por ejemplo, punto de reunión desde donde salen muchas marchas. Hasta hace un año, otro lugar fundamental era ‘Alfocea sobre ruedas’, un concepto creado por Juan Prieto, quien fue un gran amante de este deporte. “Era un local creado y pensado para ciclistas de montaña, algo que no es fácil de encontrar en una ciudad como Zaragoza”, añade Domingo.

En su opinión, se trata de un deporte que cumple a la perfección la función de válvula de escape, por eso procura salir cada fin de semana siempre que el trabajo se lo permite. “Puedes quedar con unos amigos y hacer una ruta durante un par de horas y se te olvidan todos los problemas. Además, cada vez hay más gente que se anima a probar la bici, aunque esto es algo que ha ocurrido con muchos deportes”, opina.

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