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El turismo, un motor económico para Teruel a falta desarrollo industrial

El parón industrial lastra el desarrollo de la provincia, que ve como el talento joven se marcha en busca de un futuro.

Concentración en la central térmica de Andorra
Concentración a las puertas de la central de Andorra contra el cierre previsto para 2020.
J. Escudero

La falta de salidas laborales ha sido uno de los grandes problemas de la provincia de Teruel en las últimas décadas. Ante la escasez de industrias y de proyectos que puedan garantizar su futuro, los jóvenes buscar labrarse un futuro lejos de su tierra. El turismo ha abierto una ventana de oportunidad en los últimos años, pero la escasez de grandes industrias y la falta de unas infraestructuras propias del siglo XXI impiden que Teruel pueda crecer en términos económicos.

La industria es, sin duda, una de las asignaturas pendientes. Iniciativas como el Aeropuerto de Teruel han logrado poner a la provincia en el mapa, pero otros proyectos como Motorland, y sobre todo Technopark, parecen no acabar de despegar. Ahora, ante el inminente cierre de la central eléctrica de Endesa en Andorra, surge un inquietante futuro para la industria. Las energías renovables aparecen como la panacea, pero lo cierto es que su aportación a la economía, y todo al empleo, no logrará cubrir el déficit generado por la clausura de la térmica.

Una vez olvidada, o casi, la crisis económica, las cifras hablan por sí solas. En solo seis años, entre 2010 y 2016, Teruel ha perdido un 7,4% del Producto Interior Bruto (PIB). En el mismo periodo, el retroceso de Aragón ha sido del 0,85% gracias al impulso de las grandes industrias, sobre todo, en Zaragoza.

La crisis de la industria extractiva del carbón ha sido una de las responsables de la caída en la provincia de Teruel, aunque el sector de la construcción, con un descenso del 26,5%, también tiene la culpa. Eso sí, el sector energético ha sido indispensable para soportar el peso de la economía turolense. Toda la industria, incluida la manufacturera y energética, supuso el 19,7% del PIB turolense en 2016. En Aragón, el sector aglutinaba el 21,3. Con el cierre de las minas de carbón y de la central de Andorra la caída se sufrirá en toda la Comunidad, pero una vez más, Teruel será la gran damnificada.

Lo cierto es que el turismo es el único sector que ha conseguido mantener viva a la economía turolense. Supone más del 56% de la riqueza y aquí proyectos como Dinópolis, el quinto parque temática más visitado de España en 2018, se sitúan como los grandes estandartes de la provincia.

En los últimos años, más 3.400 personas han salido de la tasa de población activa. Faltan oportunidades, aunque la realidad es que también falta gente. Para los empresarios, Teruel ha estado y está siendo discriminada. "No estamos recibiendo el mismo trato que las otras provincias aragonesas. El ejemplo lo tenemos con el éxodo de las empresas catalanas. Aquí tan solo han llegado un 3% de los nuevos negocios que han llegado hasta Aragón. Zaragoza se lo ha comido todo", lamenta Carlos Torre, presidente de CEOE Teruel.

La provincia aglutina el 10% del PIB de todo Aragón y pese a sus necesidades, las grandes industrias no acaban de llegar. Para Torre, la solución no reside en conseguir más o menos inversiones públicas, sino en resolver un problema global. "Aquí tenemos un problema holístico. Primero hay que solucionar las dificultades que tenemos en educación o sanidad, y también con las infraestructuras. Llevamos años reivindicando la A-68 y la salida al Mediterráneo por Vinaroz", comenta. .

El desdoblamiento de la N-232 es una de las grandes reivindicaciones del norte de Teruel, que se ha quedado aislado. Mientras la capital ha visto aumentar su actividad industrial con la Autovía Mudéjar, el Bajo Aragón sigue encajado en un laberinto de comunicaciones de otra época. "Zaragoza es líder en plataformas logísticas y es imprescindible estar bien comunicados con ellas. En Teruel capital reivindican la comunicación ferroviaria, pero en el Bajo Aragón la A-68 debe ser una prioridad", destaca Carlos Torre. "Aunque muchos no lo quieran ver, la provincia va a dos velocidades. Mientras la capital tiene la A-23 y el aeropuerto, aquí no hay salida a ningún lado", dice Roberto Miguel, presidente de los empresarios de Andorra.

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