Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Agricultura con futuro

Hay ya buenas muestras del avance tecnológico del sector agrario, pero los retos con los que le espera el futuro le obligan a una transformación digital en la que son protagonistas la inteligencia artificial y el ‘big data’.

Los fabricantes de maquinaria agrícola ya producen tractores autónomos como muestra del potencial tecnológico del sector.
Los fabricantes de maquinaria agrícola ya producen tractores autónomos como muestra del potencial tecnológico del sector.
CASEI IH

El sector agrario no solo tiene futuro, sino que además está llamado a interpretar uno de los papeles protagonistas del mismo. Y no es un reto fácil. Como productor de alimentos tendrá que abastecer las necesidades de una población creciente que se estima que supere los 9.000 millones de habitantes en 2050, lo que hará aumentar la demanda de alimentos un 70%. Pero tendrá que hacerlo -y esto ya es presente- en un medio rural con un grave problema de despoblación, que provoca un descenso de las tierras cultivables y una menor disponibilidad de mano de obra que se dedica a labores agrarias.

Tendrá que hacerlo, además, mientras soporta una presión económica al alza por la volatilidad de los precios, agravada también por la globalización y una mayor especulación, mientras se adapta a un cambio climático que afecta sobremanera a las producciones y del que muchos le señalan como uno de los principales culpables.

Así que el futuro obliga a la agricultura a evolucionar hacia una mayor producción de alimentos -léase mejores rendimientos- mientras reduce, en la misma proporción, su huella ambiental.

Para llegar a ese futuro de forma halagüeña hay herramientas, cada vez más avanzadas y tecnológicas, a las que no son ajenos los agricultores y ganaderos. De hecho el sector, «que siempre ha sido muy innovador», lleva tiempo incorporando a sus producciones las más modernas técnicas. No le resulta ajeno ni extraño hablar de monitorización, teledetección, de robótica o de utilización de vehículos autónomos... o usar sus dispositivos móviles como un apero más del campo o la granja. Eso sí, depende también de la zona en la que se encuentran las explotaciones, incluso del subsector en el que se integra la actividad que en ellas se realizan.

Es lo que se escuchó en la primera edición del Forum Smart Agro 2018, organizado por Interempresas en Zaragoza, donde unos 250 profesionales debatieron sobre las necesidades y posibilidades de la digitalización agraria. Un potencial -en algunos casos ya realidad- al que pusieron voz, entre otros, Isabel Bombal, directora general de Desarrollo Rural e Innovación del Ministerio de Agricultura; Luis Pérez Freire, líder del grupo de trabajo ‘Smart farming and food security’ de la Alianza Europea por la Innovación en Internet de las Cosas (Aioti), Emilio Gil, profesor del Departamento de Ingeniería Agroalimentaria y Biotecnología de la Universidad Politécnica de Cataluña; Manuel Pérez-Ruiz, coordinador del proyecto AG Smart Service; Débora Franco, fundadora de Monet Viticultura y Ángel Gil, del CSIC y representante del grupo de cooperación Melocotón 4.0.

Los expertos coinciden. «El sector agroalimentario no tiene nada que envidiar a los de otros países, o incluso a otro tipo de sectores económicos que pueden parecer más glamurosos, modernos y tecnológicos», decía la directora de Desarrollo Rural e Innovación del Ministerio de Agricultura, Isabel Bombal, durante su intervención en el Fórum Smart Agro celebrado en Zaragoza. «Siempre ha sido un sector innovador, lleva años valiéndose de la tecnología», corroboraba también Luis Pérez Freire, de Aioti. Pero los expertos reconocen que queda camino por andar para conseguir la transformación digital que el futuro exige a un sector «atomizado y muy diverso en el que tampoco la capacidad de inversión en tecnología es muy grande».

Sin embargo, la nueva «revolución verde», como la definió Pérez Freire, está ahí y se presenta ante los agricultores y ganaderos con «promesas» de reducir la incertidumbre, dar mayor capacidad para decidir, optimizar recursos e insumos y mejorar el impacto ambiental.

Puede utilizarse, destacó el experto, para hacer más eficiente, productiva y sostenible la actividad agrícola y ganadera tradicional, pero abre además la puerta a otras posibilidades como los «nuevos modelos de distribución que mediante el uso de móviles y web acortan la cadena y nos acercan a los consumidores». O a esa otra gran tendencia que es la economía circular, «donde el uso más sostenible de los recursos va muy en línea con la agricultura de precisión y 4.0».

Para Pérez Freire, la tecnología propicia también una posibilidad que interesa al sector. Puede favorecer, dijo, el relevo generacional, atraer a jóvenes agricultores y «enganchar» a esas nuevas generaciones «que ya son digitales». Claro que para que esto sea una realidad, también sería necesario, en opinión del experto, incrementar la presencia de las tecnologías digitales en los programas formativos.

El representante del proyecto ‘Smart farming and food security’ lanzó un aviso a navegantes. El peso creciente de los datos, la inteligencia artificial y el software en este sector «propiciará muchas oportunidades para las empresas y para generar nuevos modelos de negocio». Y señaló también a las cooperativas, «que siempre han jugado un papel determinante en el desarrollo del sector», a las que invitó a convertirse en «agentes activos» para facilitar el acceso a las tecnologías y a la formación.

Liderazgo cooperativo

Este necesario liderazgo cooperativo volvió a resonar en el auditorio de la Feria de Zaragoza durante la intervención del profesor de la Universidad de Sevilla Manuel Pérez-Ruiz. El experto destacó que la digitalización supone una oportunidad de crecimiento para el sector, «pero también es un reto importante, especialmente para los pequeños agricultores». Y en este escenario es donde el cooperativismo cobra fuerza. «El esfuerzo de estas entidades debe ser decidido y dirigirse fundamentalmente a superar dos tipos de barreras: la tecnológica y la económica», explicó Pérez-Ruiz. Y lo detalló. Por un lado, las cooperativas deben poner en marcha programas de formación y capacitación, pero sobre todo, tienen que acompañar y asesorar a los productores para que consigan el máximo rendimiento de sus datos.

En segundo lugar, tienen la posibilidad de minimizar la barrera que puede suponer el desembolso de la inversión necesaria para implantar dichas tecnologías. Pueden hacerlo, dijo el experto, utilizando esa mayor capacidad de negociación que tienen con sus productores y usando su potencial para crear infraestructuras digitales de uso común para todos los cooperativistas.

En cualquier caso, «no hay que llenar el campo de tractores inteligentes», destacó Pérez Freire, que insistió en que lo conveniente es comenzar por lo más sencillo, por ejemplo, el móvil y las aplicaciones que ya existen.

Algunas de estas nuevas herramientas subieron al escenario del auditorio del recinto ferial durante la celebración del Fórum Smart Agro. Especial protagonismo tuvieron aquellas iniciativas cuyo objetivo se encaminan al cumplimiento de uno de los principales retos futuros del sector: producir de manera más sostenible. Y eso se traduce, por ejemplo, en la reducción del uso de fitosanitarios. Así, tecnologías de precisión como la que ahora esta diseñando el grupo operativo Smart Ag Services permitirán un ahorro de un 15% en el agua de riego y fertilizante, reduciendo de este modo el impacto ambiental y mejorando la cuenta de resultados de la explotación. Porque, como señaló su responsable, Manuel Pérez Ruiz, «al poder hacer una distribución del fertilizante más acorde con las características de la parcela se logra un mayor rendimiento del cultivo».

La utilización de datos, recogidos mediante sensores en campo, con imágenes por satélite o con fotografías de amplio espectro captadas durante el vuelo de drones, se han convertido en herramienta indispensable para predecir el riesgo de que produzca, por ejemplo, un enfermedad y actuar así en el lugar preciso y con la dosis más adecuada. Lo hace Monet Viticultura que explicó en Zaragoza que sus algoritmos han llevado certidumbre a los viñedos, porque el sector, «hasta ahora más preocupado con tecnificar sus bodegas», comienza a ser consciente de que hay que llevar la tecnología al campo. «No se puede hacer buen vino con mala uva», destacó Débora Franco, fundadora de dicha plataforma.

Y lo está haciendo también el grupo de cooperación aragonés Melocotón 4.0 que trabaja los datos obtenidos en parcelas para evitar las elevadas pérdidas que las anomalías fisiológicas están dejando en las producciones de melocotón tardío del Bajo Aragón.

Proteger el viñedo desde el ordenador

Tras investigar varios años sobre enfermedades fúngicas, tres jóvenes gallegos decidieron crear en 2014 Monet Viticultura, una plataforma web, también disponible como ‘app’, que permite controlar el estado del viñedo desde internet. «El objetivo era ayudar a las bodegas en la toma de decisiones», señala Débora Franco, fundadora de la firma.

Esta plataforma, que ya están utilizando 23 bodegas de 11 de nominaciones de origen de España y Portugal, entre ellas la aragonesa Viñas del Vero (Somontano), incluye modelos que permiten predecir una enfermedad en el viñedo y decidir así si es necesario realizar un tratamiento para aplicarlo con información real y objetiva y en el momento más oportuno. El software se complementa, detalla Franco, con un sistema de gestión documental que incluye el cuaderno de explotación y la gestión de incidencias y mapas de vegetación «que obtenemos a partir de imágenes procesadas de satélites, de avionetas o de drones», explica.

Una tecnología fácil de utilizar y asequible económicamente. «¿Cuánto se ahorra una bodega por no realizar un tratamiento sanitario al año? Eso cubre el coste de nuestro servicio anual», añade Franco.

Precisión para ahorrar un 20% de costes

Smart Ag Agro es el nombre de un grupo operativo andaluz con el que se pretende crear un servicio avanzado de precisión, que teniendo en cuenta las condiciones atmosféricas así como el estado del suelo y el cultivo, permita realizar una gestión eficiente tanto del riego como de la fertilización.

En sus primeros meses de andadura el grupo operativo ha construido los prototipos para el registro de datos y la solución web de visualización y análisis de los mismos. De momento, el proyecto piloto se ha centrado en dos cultivos: maíz y cítricos y, además ha puesto su mirada en las cooperativas, ya que sus artífices consideran que deben ser estas entidades las que deben jugar un papel protagonista en la implantación de nuevas tecnologías en el campo.

Smart Ag Agro fue presentado en Zaragoza por Manuel Pérez Ruiz, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad de Sevilla, que insistió en que la implantación de esta tecnología, que reducirá la contaminación, permitirá ahorrar alrededor de un 15% del agua de riego y fertilizantes, con lo que los costes de los agricultores pueden rebajarse hasta un 20%.

Datos de altura para el mejor melocotón

El CSIC, la empresa agroalimentaria Cardona y Celma, la firma de drones Paintec y un atria del Bajo Aragón son los impulsores del grupo de cooperación Melocotón 4.0, que investiga en Aragón nuevas tecnologías para dar solución a las alteraciones fisiológicas que sufren esta fruta.

«El proyecto se encamina a detectar con precocidad posibles pérdidas por degradación de la fruta, por ejemplo la marcha corchosa que deprecia el producto y puede llegar a provocar mermas de hasta un 40% de la producción», explica Jesús Val, director de la Estación Experimental de Aula Dei. Para ello ya están trabajando en dos parcelas monitorizadas -en Caspe y Nonaspe- en las que recogerán datos sobre humedad, potencial hídrico, concentración de clorofila y análisis nutricional. Estos datos a pie de campo se completarán con los tomados desde el cielo por los drones de Paintec.

«Además estudiaremos en las instalaciones del CSIC la evolución de la calidad de los melocotones en conservación», explica Val, que se muestra convencido de que reduciendo el riego en la fase de endurecimiento del hueso «obtenemos un fruto de mucha más calidad y más exento de alteraciones». Ch. G.

Una red para saber más de fitosanitarios

Son numerosas las ocasiones en las que el conocimiento y la tecnología desarrollada para dar solución a los problemas del campo no llegan a los agricultores. Así que para hacerlo más fácil, quince socios de la Unión Europea, liderados por el aragonés Emilio Gil Moya, profesor de la Unidad de Mecanización Agraria de la Universidad Politécnica de Cataluña, decidieron poner en marcha un proyecto multidisciplinar con el que se pretende establecer una red temática dedicada a la formación y asesoramiento en tecnologías de aplicación de fitosanitarios. Se llama Innoseta y en ella se incluirán todo tipo de herramientas necesarias para la protección de cultivos, da información sobre la maquinaria de pulverización y sus componentes, o de las tecnologías electrónicas aplicadas en pulverizadores y técnicas de aplicación de fitosanitarios.

«Se busca fomentar el intercambio de ideas, la puesta en común de conocimiento y la detección de necesidades específicas del sector, que sea un nexo de unión entre la comunidad científica, los asesores, la industria y el agricultor», señala Gil, que destaca que Bruselas ha apostado por esta iniciativa invirtiendo en ella dos millones de euros.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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