Monasterio de Rueda: un libro escrito en piedra

Todos los fines de semana puede visitarse esta joya del arte cisterciense junto al Ebro. Los recorridos guiados consiguen que los visitantes se sientan sumergidos en la Edad Media al pasear por el complejo monacal, uno de los pocos que se conservan íntegros.

Claustro y torre mudéjar del monasterio de Rueda.
Claustro y torre mudéjar del monasterio de Rueda.
Raquel Labodía

Más de 7.000 personas han visitado ya el monasterio de Rueda desde que abriese sus puertas el pasado mes de enero, tras permanecer dos años cerrado. Este complejo religioso del siglo XIII es uno de los máximos exponentes de la arquitectura cisterciense en Aragón, junto con los monasterios de Veruela y Piedra –de monjes, como Rueda– y el de Casbas –habitado por una orden femenina–.

Los viernes, sábados, domingos y festivos, el cenobio abre al público, que puede conocerlo solo a través de visitas guiadas «para vigilar el aforo y la preservación del bien», dice el gerente de Turismo de Aragón, Jorge Marqueta, al explicar los motivos de esta limitación. La visita va más allá de un recorrido meramente monumental, y el acompañamiento de los guías ayuda a comprender mejor el monasterio, que no es solo la construcción que nos ha llegado, sino «la existencia que vivían dentro de él los monjes del Císter», afirma Marqueta. Es un lugar idóneo para ello porque, resalta, «probablemente sea el único ejemplo en Europa de un monasterio que conserva todos los elementos constructivos que componían la vida monacal».

Así durante el recorrido, los participantes pueden sumergirse en la Edad Media, caminando sobre los pasos que dieran en su día los monjes desde que, en 1205, concluyera la construcción de sus muros. Para ello sirve la guía que ofrecen los historiadores Teresa Bernués y Pedro Callizo. Bernués afirma que lo que más impresiona a los visitantes «es la iglesia, posiblemente por su tamaño, con esas columnas que, sin grandes ornatos, resultan sublimes por su elevación a las alturas». Añade que «también les sorprende mucho, y les agrada, que se puedan recorrer todas las dependencias». Algo imposible en otros cenobios al encontrarse habitados, lo que no sucede en Rueda, que los monjes tuvieron que abandonar en 1836 tras la desamortización de Mendizábal.

Torre mudéjar

La torre mudéjar de Rueda es, sin duda, otro elemento único de este monasterio respecto al resto de los cenobios de la misma orden, que no suelen tener campanario y menos de este estilo arquitectónico. La explicación para Bernués, está en ser, desde su ubicación en Sástago, «el más cercano a Teruel de todos los aragoneses», lo que lo acercó a la población mudéjar, la que contaba con la mano de obra más experta en la construcción, e introdujo también el ladrillo en un cenobio cisterciense, tradicionalmente de piedra.

La panorámica desde lo alto de la torre es, sin duda, privilegiada, tanto sobre el monasterio como sobre el paisaje, con los meandros del Ebro y sus sotos como protagonistas. Una vista de la que pueden disfrutar los visitantes que realizan la visita de 90 minutos.

Adosado a la iglesia se encuentra el claustro, en cuya paz los monjes podían dedicarse a la meditación y a la lectura de libros religiosos. La delicada ornamentación de sus capiteles llama la atención de los visitantes, no solo por la finura del trabajo del cantero, si no por los motivos vegetales con los que se adornan. En efecto, las escenas bíblicas se dejan para los lugares de acceso público, ya que servían a la instrucción religiosa de las gentes del pueblo, poco versados en letras y que podían así aprender las enseñanzas de los Testamentos. Algo que no necesitan los hermanos, quienes sí sabían leer.

Las estancias en las que los monjes hacían su vida se completan con la zona de comedor del refectorio, que cuenta con una singularidad que incrementa su valor artístico: la escalera imbuida en el muro que subía hasta el púlpito desde el que un monje leía las Sagradas Escrituras mientras los demás comían. Frente al refectorio, en el claustro, un pequeño templete de planta octagonal de principios del siglo XIII servía como lavatorio para que los monjes se aseasen antes de comer, y un detalle gracioso: el ‘Proficiat Vobis’ –o ‘buen provecho’ en latín– que, rodeando la mano de Dios, aparece en la crucería de la bóveda de acceso.

Pueden también recorrerse los dormitorios de los monjes, la cocina, el calefactorio y el palacio abacial. En todas estas estancias se aprecia la sobriedad que corresponde a los principios de austeridad y ascetismo, y a la pasión matemática por la línea recta, que San Benito impuso a esta orden fundada por él.

Rueda es también un buen ejemplo de la norma cisterciense del ‘Ora et labora’ (oración y trabajo). Además de sus dependencias religiosas, el complejo cuenta con una serie de infraestructuras que servían para dar al monasterio la autosuficiencia que necesitaba, pues las comunidades cistercienses se asentaban siempre en lugares aislados. Rueda es también en esto un monasterio singular, ya que no estaba en la montaña o escondido en medio de un bosque, sino en una zona esteparia, un paisaje abierto y donde la lluvia es una excepción. Por eso, el cenobio se situó al lado del río, cuyo cauce aprovecha directamente gracias a un sofisticado sistema de captación y distribución por el que la gigantesca noria –la ‘rueda’ que da nombre al monasterio– extraía el agua que servía tanto para abastecer el regadío agrícola como para los usos cotidianos de los monjes. Se trata de un obra de ingeniería de primer nivel, que demuestra que la Edad Media no era la época de oscurantismo e ignorancia que a veces se ha transmitido.

Las visitas, siempre guiadas, son de dos tipos: recorrido por la planta baja (3 euros; 45 min. de duración); recorrido por todo el monasterio (5 euros; 90 min.). Los menores de 6 años no pagan. La reserva para la visita puede hacerse en el 974 355 119 (de lunes a viernes, de 9.00 a 15.00), o mediante correo electrónico aquí. El aforo está limitado a 50 personas. Las plazas no reservadas se venderán hasta completar el aforo, en las taquillas de la entrada, hasta 10 minutos antes de la visita.

Próximos proyectos

Se acaba de recuperar la cilla, la zona de bodega, que se podrá visitar a partir de enero. Marqueta anuncia también el propósito de que el monasterio cuente el año que viene con una programación cultural que se añada a las visitas. Se trabaja igualmente en la creación de talleres para escolares.

También para el próximo año se quiere repetir una experiencia novedosa llevada a cabo este verano: los recorridos sonoros, visitas con teatralizaciones y música en directo para «recuperar el ‘tono’ vital del monasterio cuando estaba habitado por los monjes», dice Marqueta, y hacer más viva esa experiencia de inmersión para la que Rueda es como «un libro escrito en piedra».

El retablo mayor, en Escatrón

La iglesia del monasterio de Rueda contaba con un impresionante retablo en alabastro que el abad Huarte encargó al maestro Esteban a comienzos del siglo XVII. La Asunción de la Virgen fue el tema elegido, un programa iconográfico tradicional en las casas de la orden.

A llegar la desamortización, el retablo fue salvado del expolio trasladándolo hasta Escatrón. Allí se guardó para su protección en la iglesia dedicada también a la Asunción, donde se encuentra desde entonces. Aunque perteneciente al término municipal de Sástago, este cenobio cisterciense se encuentra mucho más próximo (1,5 km) al casco urbano de Escatrón, donde puede observarse a simple vista desde el mirador del Tozal.

El horario de visitas coincide con el establecido para el propio monasterio (donde pueden encontrarse folletos para llegar a Escatrón). Los grupos que quieran visitarlo fuera de esas fechas pueden solicitarlo, siempre con antelación, en el 669 576 487.

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