Aragón

Más que Zaragoza contra Aragón

Es imprescindible coordinar las actuaciones en materia de despoblación. Ahora que la Unión Europea contempla este preocupante fenómeno en el reparto de fondos, convendrá pensar bien las prioridades porque no habrá dinero para todo.

Miles de personas exigen inversión y medidas contra la despoblación para salvar Teruel
Guillermo Mestre

El sociólogo Mario Gaviria (1938-2018), maestro heterodoxo, antisolemne y distante del puro academicismo, falleció hace unas semanas. Había recibido en 2005 el Premio Nacional de Medio Ambiente por su importante papel en la introducción del pensamiento ecológico en España. ¿Cómo sería hoy Aragón con una central nuclear en Chalamera?, ¿cómo le habría afectado a la especialización hortofrutícola y ganadera de zonas como el Bajo Cinca o La Litera?, ¿tendría tan buena salida el tomate rosa de Barbastro hasta el punto de ser imitado en Almería? Los aragoneses tenemos alguna deuda con Gaviria y con quienes defendieron entonces posturas antinucleares. El Ayuntamiento de Zaragoza lo nombró hijo adoptivo en 2002. En el acuerdo de nombramiento se incluye una frase reveladora del carácter de Gaviria: "Su vida ha sido una amalgama de periodismo y de investigación, siempre aderezada con unas gotas de provocación". ¿Latía esa provocación en frases lapidarias suyas como la de "Zaragoza contra Aragón"? Hoy sabemos que la capacidad de arrastre de la ciudad de Zaragoza beneficia a todo Aragón como polo de atracción, en particular a su entorno, pero no parece ser suficiente para frenar la despoblación turolense (¡Salvemos Teruel!) o de otras amplias zonas del territorio.

Según el padrón de 1 de enero de 2018, el 86% de los municipios aragoneses tienen menos de mil habitantes. Y casi 250 pueblos no llegan ni al centenar de vecinos. Gaviria ligaba la despoblación a la entonces nueva agricultura muy intensiva en abonos, plaguicidas, gasóleo y maquinaria agrícola, sin que los precios de los productos agrarios hubiesen aumentado en la misma proporción. Era un efecto pinza que atenazaba las rentas familiares de miles de agricultores y ganaderos en cientos de pueblos. Este era un aspecto fundamental para explicar la despoblación, como mostró en su libro ‘El Bajo Aragón expoliado’. Obra que pasan por alto algunos nuevos teóricos que han caído en la cuenta de la despoblación como si descubriesen la pólvora cada mañana.

Fallece Gaviria justo cuando se crea en Aragón un Comisionado para la Despoblación para encauzar todas las iniciativas, a veces algo aisladas. No parece mala idea, aunque apenas quede un año de legislatura. Sería bueno que, ocupe quien ocupe el Pignatelli dentro de un año, le diese continuidad al proyecto porque resulta imprescindible coordinar las acciones en materia de despoblación. Es importante el acceso a servicios básicos como la sanidad o la educación en el medio rural, pero casi lo es más la posibilidad de trabajar allí, facilitando banda ancha, mejores transportes y precios agrarios remuneradores. Ahora que la Unión Europea contempla la despoblación en el reparto de fondos, convendrá pensar bien las prioridades porque no habrá dinero para todo.

En el ámbito urbano, Mario Gaviria trabajó en asuntos de vital importancia para Zaragoza, sobre la base de integrar siempre lo económico y lo ambiental, incluido el ocio y el turismo. Influyó en la traída de agua del Pirineo para abastecer Zaragoza y su entorno; o en la creación del primer Parque Goya, entendido como nuevo barrio de viviendas sociales y ecológicas; o estudió el pequeño comercio en algunos barrios de la capital aragonesa o las potencialidades de las nuevas infraestructuras hidráulicas y de transporte en el área metropolitana de Zaragoza, sin olvidar su carácter pionero en la defensa del ingreso mínimo de integración

Gaviria fue, en definitiva, un hombre de acción, convencido de que las pequeñas actividades de cada día hacen o deshacen el carácter de una persona. Como hombre de talento, supo tomar la iniciativa en variadas actuaciones, consciente de que, a menudo, no es fácil transformar los pensamientos en actos. Puede que se desgastase, como todos, pero nunca se enmoheció. Se retiró de lo que era impropio de su edad, pero no de la vida activa, haciendo suya la máxima de Henri Bergson de que la contemplación es un lujo, mientras que la acción es una necesidad. Mario Gaviria merece ser apreciado por lo que hizo, no solo por las frases estereotipadas que dicen que dijo.