Almas gemelas
Era una tarde agradable de agosto y el centro de Jaca estaba repleto de gente. Carmen e Isabel, amigas de la infancia, paseaban tranquilas mientras hablaban de sus cosas, como hacían cuando se veían. En su paseo, decidieron ir a una terraza del casco antiguo, a tomar unas cañas.
Una vez allí, el camarero de la terraza se acercó a Carmen y entregó un sobre en blanco. Ésta, de los mismos nervios, rompió el sobre y buscó rápidamente una firma que dijese de quien era. Sus ojos empezaron a ponerse vidriosos conforme leía y el cuerpo temblaba sin control. El día que tanto había soñado había llegado, ese en el que su amiga, a la que tantos años llevaba sin ver, volvía a su lado. Carmen empezó a buscarla con la mirada sin hallarla, hasta que de repente, una voz con acento andaluz interrumpió su lectura.
- ¡ Buenas tardes ! Ya estoy aquí.
Carmen no podía aguantar las ganas, de un salto se lanzó a abrazarla tan fuerte que por poco caen al suelo riendo, como solo dos almas gemelas pueden hacerlo.