Otra forma de luchar contra la despoblación

Cuatro de cada diez vecinos de Ricla son de origen extranjero. Los primeros inmigrantes que llegaron, hace 25 años, eran de origen rumano. Hoy es la nacionalidad mayoritaria.

Ignacio Gutiérrez y Valentín Coman, el viernes, en la plaza del Ayuntamiento de Ricla.
Ignacio Gutiérrez y Valentín Coman, el viernes, en la plaza del Ayuntamiento de Ricla.
Raquel Labodía

Los primeros inmigrantes que llegaron a Ricla hace 25 años provenían de Rumanía. Entonces no eran muchos, pero poco a poco fue creciendo la población extranjera y hoy casi el 40% de los vecinos del pueblo no ha nacido en España. La nacionalidad extranjera más numerosa es la rumana, aunque también hay vecinos marroquíes, argelinos o portugueses. Con ellos, el padrón no ha dejado de crecer. Y, por eso, ven en la inmigración una forma de luchar contra la despoblación que sufre el medio rural.

Valentín Coman es rumano, aunque vive en Ricla desde hace 18 años, donde es dueño de un bar. "Vine buscando mejor calidad de vida. En Rumanía los sueldos son más bajos y mi familia en Ricla está muy a gusto", cuenta Valentín.

Como la suya, muchas de las familias rumanas establecidas en este pueblo agrícola de la comarca de Valdejalón no tienen intención de regresar a su país. Las similitudes entre la cultura nacional y la rumana han favorecido su asentamiento. "Las fiestas culturales son muy parecidas a las de España, algo que nos ayuda en nuestra estancia. Celebramos la Pascua rumana, incluso viene una cura rumano para poder hacerla. La gran mayoría de nosotros estamos bien acogidos", explica Valentín.

Ignacio Gutiérrez es el alcalde de Ricla. "La llegada de estos inmigrantes ayuda a paliar el problema de la despoblación. Algo que supone que haya más niños para el colegio y mano de obra necesaria para la recogida de fruta", explica el regidor. Durante los meses de mayo y junio, que es la recogida de la cereza, "prácticamente doblamos la población pasando a tener 6.000 habitantes en el pueblo", señala el edil. Pero 3.000 de esos recolectores son temporeros que al acabar estos dos meses abandonan la localidad.

La presencia de numerosos ciudadanos foráneos (1.202 de un total de 3.027 empadronados) ha hecho que algunos negocios estén adaptando su oferta, como una panadería que vende ‘pan rumano’.

Para facilitar la integración, el Ayuntamiento ofrece cursos para que aprendan castellano y otorga ayudas a las familias necesitadas que lo solicitan. "El Consistorio, gracias a un convenio con la comarca, ofrece un servicio de duchas y un espacio para lavar la ropa", indica Gutiérrez.

Según explica el alcalde, el perfil del inmigrante que viene a Ricla ha cambiado con el paso de los años. Antes, el inmigrante que llegaba era para trabajar todo el año, pero con la crisis económica, ahora suelen ser jóvenes los que buscan un futuro en el pueblo gracias a la ayuda de familias de la misma nacionalidad, ya instaladas, que les acogen, al menos los primeros meses de su estancia.

Una octogenaria del pueblo cuenta que ha habido "un volumen creciente de inmigrantes en las dos últimas décadas". "Aunque se ha notado un ligero descenso estos últimos años. Nos ayudan mucho a trabajar. Sin ellos, no se podría recoger toda la fruta", añade esta vecina nacida en Ricla.

La escuela del pueblo tiene 200 alumnos, el 40% de ellos extranjeros. "Si no fuera por estos niños sería muy complicado organizar extraescolares y tener expectativas de futuro", concluye el alcalde. Otra estrategia llevada a cabo por el Ayuntamiento es potenciar la cosecha de la cereza para generar riqueza y, como consecuencia, mantener una población fija.

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