Aragón

En la cueva de las Graderas

Lo había logrado. Después de tantos siglos esperando ese instante había sido él el primero en conseguirlo. ¡Por fin podría mirar por encima del hombro a los demás! En ese momento, y lleno de orgullo por haber llegado donde ninguno otro lo había hecho antes, se dirigió con paso firme hacía sus compañeros convencido de que en aquella Cueva de las Graderas había hecho historia, soñando con ser conocido algún día como “el hombre de Molinos”. Sin embargo, cuando el resto del grupo le vio llegar caminando únicamente sobre las patas traseras comenzaron a  burlarse de su erguido compañero mientras únicamente despegaban del suelo una de sus extremidades para señalarle. Aquel primitivo chimpancé, temeroso de ser rechazado para siempre, no vio más salida que dejarse caer sobre la dura tierra y volver a utilizar sus cuatro patas para andar. Quizás en el fondo, la suya no fuera la especie elegida.

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