Garantizar que cualquier lugar es accesible para cualquier persona, tenga o no algún tipo de discapacidad (física, sensorial o cognitiva), sea joven o anciana, tenga o no la movilidad reducida (por necesitar muletas o bastones en un momento puntual de su vida o simplemente por llevar un carrito de bebé). Eso es accesibilidad universal. Un concepto que supera el discurso tradicional de las barreras arquitectónicas y que, poco a poco, va calando.

Pilar Moreno, directora de los Centros Sociales de la Fundación DFA y responsable de la Asesoría Técnica en Accesibilidad asegura que en los últimos cuatro o cinco años se ha logrado un gran avance en cuanto a la sensibilización ciudadana, pero también es realista y asegura que aún falta mucho por hacer.

Según su percepción, el estudio que hizo la Fundación entre 2010 y 2013 sobre los rebajes de las aceras, los pasos de peatones y los accesos a diferentes edificios públicos (colegios, centros de salud, etcétera) en Zaragoza marcó un punto de inflexión. A partir de ese momento, otros municipios aragoneses requirieron su asesoría en materia de accesibilidad. En estos años, DFA ha colaborado, sobre todo, con la Administración, pero los particulares y los negocios privados aún se resisten. Por ello, recibieron con agrado la propuesta de colaborar con Torre Village. Esta semana la Fundación DFA e Iberebro (la sociedad que promueve el ‘outlet’ en la antigua fábrica de Pikolin) firmaron un convenio para hacer que este espacio de compras cumpla con las exigencias de accesibilidad universal.

¿Es cara la accesibilidad?

Moreno destaca que lo más importante es "concienciar, sensibilizar a la sociedad". Asegura que hay que erradicar la idea de que la accesibilidad es cara: "Puede ser caro quitar las barreras arquitectónicas una vez que se han puesto –apunta–, pero si un edificio o servicio se diseña accesible no tiene por qué serlo". "Es más fácil y barato no poner barreras, que tener que eliminarlas a posteriori para adaptar los espacios", apunta.

Algunos servicios y empresas han querido certificar formalmente su accesibilidad ajustándose a la norma UNE 170001. En Aragón, solo el servicio Atendo de Renfe (que atiende a los viajeros con discapacidad o movilidad reducida en las estaciones de Zaragoza Delicias, Calatayud, Huesca y Teruel) y el hotel Ilunion Romareda (perteneciente al grupo ONCE) tienen esta certificación. Este sello acredita que una organización (desde un museo a una playa, un edificio, un centro comercial, un hospital o un hotel) ha implantado un sistema que garantiza la igualdad de todas las personas a la hora de acceder, usar y disfrutar de un entorno o servicio independientemente de su edad y sus capacidades.

En el caso del hotel Ilunion, este distintivo certifica que la entrada al establecimiento y todos los espacios comunes pueden ser utilizados por personas con algún tipo de discapacidad motora, visual o auditiva. Asimismo, garantiza que el local cuenta con un número de habitaciones (en este caso, tres) que están totalmente adaptadas para personas con discapacidad, sea esta cual sea. Y otro número que, por su diseño, pueden ser utilizadas por personas con un tipo o grado determinado de discapacidad. Por último, explica su director, José Antonio Palau, el hotel da formación a sus trabajadores para que puedan atender con eficacia y sensibilidad a los visitantes con discapacidad.

En cuanto al servicio Atendo de Renfe, orienta, informa y facilita al viajero con discapacidad o movilidad reducida el acceso a los trenes (el personal del servicio presta asistencia en las subidas y bajadas de los ferrocarriles) así como el tránsito por las estaciones.