Adiós al último aragonés del campo de Mauthausen

Elías González, nacido en Altorricón (Huesca) hace 92 años, falleció hace dos semanas en un pequeño pueblo francés cerca de Toulouse. Pasó cinco años en el campo de concentración nazi con su hermano Luis y allí perdió a su padre.

Ex presos aragoneses, en 2010. Luis González -izquierda- y José Alcubierre, -centro-.
Ex presos aragoneses, en 2010. Luis González -izquierda- y José Alcubierre, -centro-.
P. Etura/Heraldo

Cuando hoy se celebre en las Cortes de Aragón el Día Internacional del Memorial del Holocausto y Prevención de los Crímenes contra la Humanidad, ya no habrá aragoneses vivos que sufrieron en el campo de concentración de Mauthausen. Elías González, de hecho, no sabía que era el último de los aragoneses que quedaba vivo. Nació en Altorricón (Huesca) hace 92 años y falleció el pasado día 7 en su casa de Lazarret, una pequeña localidad francesa próxima a Toulouse, apenas 24 horas después de que muriera su paisano y amigo José Alcubierre, originario de Tardienta (Huesca), con quien compartió los cinco años en el campo de Mauthausen.


Ambos tuvieron vidas paralelas, hasta en el número de preso (Elías González era Spanier 4095 y José Alcubierre, Spanier 4100). Entraron juntos en el convoy 927 que llegó desde Angouleme (Francia) al campo de exterminio el 24 de agosto de 1940.


Cuando el tren llegó a Mauthausen se produjo una dramática separación: los soldados alemanes obligaron a apearse a los varones mayores de 13 años, sin importar si eran ancianos o niños. Así comenzó la tragedia. De las 470 personas recluidas en el campo de exterminio solo sobrevivieron 61.

 

Tanto Elías González como José Alcubierre integraron el grupo de los presos jóvenes conocidos como Pochacas (se les denominaba así por el nombre de la cantera del pueblo donde trabajaban). Lograron sacar las fotos del campo que hizo el español Francisco Boix y entregarlas a una austriaca que las escondió y luego sirvieron como pruebas para el juicio a los criminales nazis en Nuremberg.Más de mil presos de Aragón

Elías González era el último aragonés vivo que resistió entre los más de mil aragoneses que entraron en el campo de concentración. Murieron 474, entre ellos su padre. En total, fueron recluidos 7.347 españoles. Hace poco falleció también su hermano Luis, quien también estuvo en el mismo campo. Participó en Zaragoza con José Alcubierre en mayo de 2010, en el homenaje que el Gobierno de Aragón tributó a los que aún vivían, y cuyos testimonios se recogieron en el documental ‘Adiós a la vida’.


"Cogieron a mi padre para llevárselo a Gusen y yo me eché encima de él. No he dejado de tener pesadillas toda mi vida. Nunca he vuelto allí (a Mauthausen)", reconoció Elías González, a quien le daba miedo pronunciar el nombre del campo nazi. "Me dejó marcado", contó en su última entrevista a HERALDO. Sufrió tifus cuando lo confinaron allí a los 16 años, pero pudo resistir. "Nunca volví a Mauthausen", confesó.


Aunque nació en Altorricón, Elías González se crió en Esplús y regresó de visita a su pueblo muchos años después con su mujer, Matilde, natural de Alcaine (Teruel). Acabó viviendo en Larrazet, cerca de Toulouse, que se convirtió en una ciudad refugio para los españoles deportados y presos después de la Segunda Guerra Mundial. A Elías nunca le traicionó la memoria porque defendió siempre que se sentía "aragonés y español", aunque tuvo que nacionalizarse francés.


"Nací en Aragón, pero en Francia somos reconocidos por cómo sufrimos y también nos ayudaron", relató González , quien trabajó en Speed, una empresa de gas y agua. "No me impidieron volver a España, pero nuestra vida estaba en Francia y era lo que nos quedó", relató sin rencor.


Vivieron, de hecho, como apátridas y olvidados en su país. Por eso, Alcubierre y González lamentaron que el Estado español nunca reconociera el sufrimiento y calvario que pasaron cientos de compatriotas. "Nadie quiso saber de nosotros", aseguró al recordar el distintivo del triángulo azul que llevaron con su número. Significaba ser un "apátrida, sin patria". Al final, el Congreso los reconoció poco antes de fallecer.

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