"Mi abuelo se salvó en Mauthausen porque tocaba la trompeta"

Noemí Ibern relató ayer en el homenaje a la Memoria de las Víctimas del Holocausto la terrible historia de su abuelo Antonio Ibern, que sobrevivió a Mauthausen.

Antonio Ibern y Monserrat Juste, con sus hijas Noemí y Meritxell, que portan fotos de su abuelo.
Antonio Ibern y Monserrat Juste, con sus hijas Noemí y Meritxell, que portan fotos de su abuelo.
A. Navarro

"Mi abuelo Antonio Ibern nació en 1915 en Ager (Lérida) y murió en Zaragoza con 100 años. Le pusieron el número 4896 del campo de Mauthausen. Haber estado allí no se pagaba con nada porque era un infierno", escribió ayer Noemí  Ibern, hija de una turolense y un leridano que lleva toda su vida residiendo en Zaragoza, como su hermana Meritxell. Nunca había acudido al Día de la Memorias de las Víctimas del Holocausto en las Cortes de Aragón, que se celebra desde 2010, pero esta vez al estar de baja podía ir, y lo hizo con su hermana y su padre. "Mi abuelo nos contaba muchas cosas a las nietas porque a la abuela no le gustaba y a mí hasta me sirvió para hacer un trabajo en el colegio después de tener toda la historia", recordó Noemí  Ibern.

La historia de Antonio Ibern era la de un agricultor al que le tocó estar en los dos bandos de la Guerra Civil, acabar con los republicanos en la batalla del Ebro, donde estuvo en catorce pueblos, y exiliarse con su madre y hermana a Francia. "Estuvieron presos. A ellas las mataron y a él se lo llevaron a Mauthausen. Estuvo cinco años allí", señaló Meritxell. Entró con 25 años al campo de exterminio en diciembre de 1940, una edad alta para poderse librar del campo de concentración, pero era un aficionado a la música y eso entretenía a los nazis.

 

"Mi abuelo tocaba la trompeta y por eso se salvó en Mauthausen. Cantaba pasodobles o tangos. Y a los alemanes del campo les gustaba mucho la música, beber o el boxeo", detalla Noemí, quien heredó el gusto por la canción de su ancestro, con quien convivió en sus últimos años de vida en su casa de Zaragoza ("estaba medio ciego, pero cantaba mucho y tenía mucha memoria", insistieron las nietas?). Antonio Ibern no dejaba de contar sus memorias de la Guerra Civil y del campo de Mauthausen, donde muchas veces "se escondía metido en una caja" y así pudo salvarse de morir porque lo buscaban para meterlo en la cámara de gas.

"Estuvo tres veces en la lista y se salvó. Cuando lo contó la primera vez se me ponían los pelos de punta", apuntó su nuera Monserrat Juste. "Le ayudó hacerse enfermero en el campo", agregó su hijo. El único amigo que tuvo  allí falleció y él sabía que sobrevivir era una lotería.

Sus nietas no han visitado Mauthausen pero han grabado varias veces a su abuelo, que sí volvió allí para recordar lo que vivió. "Contaba que le tocó construir la escalera de piedras que habían traído en barco. Por allí tiraban a la gente (le denominaron la escalera de los paracaidistas en un monolito erigido debajo). Siempre explicaba cómo llegaba la ’gente en trenes", apuntó Meritxell. "Volvió a Mauthausen con la asociación Amical el mismo día que celebré mi comunión, el 6 de mayo de 1990 (esa fecha se rememora todos los años la liberación en 1945 por las tropas norteamericanas)", agregó la nieta.

Cuando le pedían su opinión sobre lo que pasó dentro, Antonio Ibern solo tenía una palabra para sus pequeñas nietas: "Infierno". "Esto no se puede volver a pasar porque fue muy duro estar allí", repetía en las numerosas entrevistas que le hicieron en su larga vida para periódicos y libros que reflejan su  memoria.

El abuelo salió de Mauthausen en 1945 y regresó a su pueblo leridano, Ager, como hicieron muy pocos porque después del exilio se quedaron en Francia por el miedo a la dictadura. Se escondió en el granero de su casa, lo detuvieron y pasó otros seis meses preso en una cárcel española.  

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión