Una fundación y el cuartel, la cantera joven

Camporrels (Huesca) pese a su privilegiada situación ha perdido un 30% de sus vecinos en la última década.

De izda a dcha, José Gavilán (vecino), Lucía Marqués, Aleix Botija, Cristina Adserías (los tres de Crisálida) y José Guillén, alcalde. Al fondo, vista del pueblo.
Una fundación y el cuartel, la cantera joven
Concha Silván

Un gato mimoso y un vecino intentando reparar su coche es toda la vida que discurre un día entre semana por las impolutas y recoletas calles de Camporrells, una coqueta localidad ubicada en la Litera Alta, entre la carretera nacional 230 y los embalses de Santa Ana y Canelles y recorrido por un barranco al que vierten numerosas fuentes, antaño explotadas para uso balneario.


A pesar de esta situación privilegiada, con buenas comunicaciones y posibilidades de desarrollo de actividades deportivas ligadas al agua, Camporrells languidece porque se está quedando sin población.


En los últimos diez años ha perdido el 30% de sus habitantes, pasando de 217 a 142 vecinos empadronados en este momento, aunque de lunes a viernes no pasan de 80 los que en estos meses duros de invierno permanecen en el pueblo.


De hecho, la tienda solo abre tres días a la semana, igual que la farmacia y el servicio médico, para todo lo demás hay que tirar de coche.

Calidad de vida

El alcalde de la localidad, José Guillén, observa que, no obstante, "gozamos de calidad de vida" y para aseverarlo se remonta a su juventud en el cinturón industrial de Barcelona y recuerda que le costaba "una hora al hospital más cercano, como aquí".


La curva poblacional de este pueblo tuvo un pico a mediados del siglo pasado por las obras de los embalses, llegando a superar los 1.000 habitantes, que se desinfló con el término de las mismas. "Luego, la gente, al no tener tierras de regadío para poder vivir de la agricultura, orientaron a su hijos a los estudios y así ha sido como nos hemos ido quedando sin jóvenes", dice Guillén, quien todavía confía en rescatar al pueblo sacando adelante un proyecto balneario muy ambicioso y que busca socios inversores.


Mientras tanto, la población joven la sostiene el cuartel de la Guardia Civil, con seis agentes y sus familias, y la Fundación Crisálida, que ha puesto en marcha un obrador y cafetería con jóvenes discapacitados que marcha viento en popa. De momento, esta semana han sumado cuatro habitantes.

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